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Un programa sobrecargado de materias hace que muchos profesores se resistan a dedicar un tiempo extra a enseñar los fundamentos de una necesaria educación emocional a los niños
El Estado debería promocionar estrategias acertadas en una nueva y verdadera programación de la enseñanza, y una respuesta útil al proceso educacional sería la incorporación de técnicas de alfabetización sobre sentimientos y emociones yuxtapuestas a las asignaturas habituales. Porque no se trata de saturar aún más el ya amplio plan de educación, sino de compaginar y entremezclar esas materias comunes como la lectura, la escritura, las ciencias y los estudios sociales o las matemáticas, con las lecciones emocionales.
Enseñanzas de habilidades sociales como la evitación de las distracciones, la motivación para el estudio o el control de los impulsos que permiten un desarrollo óptimo de la atención para el aprendizaje, son técnicas perfectamente afines a clases como las matemáticas o las ciencias.
Así, los programas de habilidades emocionales y sociales no se presentan como una asignatura aparte, sino que quedan integradas en el mismo entramado de la vida escolar.
En nuestros días, sólo hay que ver la noticias, el coste de la falta de sintonía emocional en los niños es extraordinario. Cada vez hay más casos de bullying, violencia de género entre adolescentes, pérdida de valores, adicción a las drogas, dependencia del móvil o de las redes sociales, desapego, carencia de respeto, falta de empatía y un sin fin de carencias sociales más.
Es esencial que las escuelas adopten programas con medidas capaces de alimentar una serie de emociones positivas que afirmen al menor en un ánimo reforzado y sano
Por esto mismo, es tan esencial que desde la más tierna infancia las escuelas adopten programas con medidas capaces de alimentar una serie de emociones positivas que afirmen al menor en un ánimo reforzado y sano con respecto a las relaciones con los demás.
La notable falta de empatía que presentan hoy nuestros jóvenes suele formar parte de un ciclo revelador que termina precipitando su crueldad. este arraigado drama social evidencia muy claramente la necesidad imperiosa de un reajuste educativo de sutileza emocional que puede y debe desplegarse desde los primeros cursos de preescolar para influir sobre las emociones de los pequeños en desarrollo. Se trata de diseñar un sistema que ofrezca un compacto conjunto de temas que se adapten a las materias ya existentes.
Un ejemplo práctico sería incluir en una clase de lectura en niños de primer curso historias de su interés como un pretexto para iniciar un debate en torno a la amistad o temas tales como la forma en que se sienten ellos mismos cuando alguien les engaña, la toma de conciencia de cada uno, la toma de conciencia de las necesidades de un amigo, cómo compartir los sentimientos o cientos de temas parecidos que les acerquen a las emociones de los compañeros, sus inquietudes e impresiones. Es decir, programas diseñados con historias o cuentos capaces de ocasionar el análisis en el niño y cada vez más complicados según se va avanzando en el camino de la educación primaria. Lo que permitiría al profesor una posibilidad inigualable de conocer cualidades como la empatía, la asunción de responsabilidades y el respeto de los educandos.
Si desde pequeños no tuviéramos esa necesidad apremiante de ganar siempre por encima de todo y de todos, no caeríamos en el equívoco de adultos de que se pierde.