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El famoso “Cordobazo” fué una épica obrera y estudiantil, fué un acontecimiento emblemático del universo de las luchas populares de nuestro país. Que precipitó la caída del régimen militar de Onganía
Ricardo Osvaldo Rufino mir1959@live.com.ar
Retornemos al pasado: año 1969. Con mano de hierro gobernaba el país, desde 1966, el dictador y general Juan Carlos Onganía. Era el conductor de la autodenominada “Revolución Argentina”, y había tomado el poder luego de desalojar del mismo al gobierno democrático y constitucional liderado por Arturo Humberto Illia. Estaban absolutamente prohibidas todas las manifestaciones políticas y sindicales, y coartadas las libertades y los derechos cívicos. Las universidades habían perdido su autonomía y los estudiantes intentaban organizarse para ofrecer resistencia ante un gobierno que aseguró “no tener plazos de ninguna índole para cumplir sus objetivos”. Esto quiere decir que pensaba quedarse indefinidamente…
En el mes de mayo, el interventor de la provincia de Córdoba (designado por Onganía) decidió suprimir el “sábado inglés” (esto es, trabajar solamente medio día los sábados), lo que implicaba en los hechos una rebaja salarial, porque se dejaban de pagar las horas extras. Esta medida (arbitraria e inconsulta) provocó una ola de indignación entre las filas obreras. Se convocó a un paro activo, con movilización, por 36 horas, a partir de las 10 de la mañana del 29 de mayo. Inmediatamente, los estudiantes (la ciudad de Córdoba es un gran centro universitario) se adhirieron a la medida de fuerza.
Por la mañana, y desde muy temprano de ese día, ya encuadrado en la historia de las disputas populares argentinas, podían divisarse las grandes columnas de obreros y estudiantes, que se iban acercando al centro de la ciudad capital de la provincia mediterránea, portando sus banderas y pancartas y cantando sus consignas en contra de la dictadura. Rápidamente se inició la represión policial, y rápidamente también se cobró la primera víctima: el obrero Máximo Mena. Este hecho aumentó la indignación de los huelguistas, que formaron barricadas y desbordaron el control de la policía, que debió retirarse perseguida por los manifestantes. En un episodio realmente inédito en la historia moderna del país, la ciudad fue controlada por ellos durante unas 20 horas. Los destrozos fueron descomunales y las calles se convirtieron en un verdadero campo de batalla. Francotiradores, balas, incendios, vidrieras destruidas, formaron parte de un escenario desacostumbrado para la Argentina de la década del 60. Finalmente, el gobierno encargó la represión al Tercer Cuerpo de Ejército, que después de varios enfrentamientos logró controlar la situación. El saldo fue de 20 manifestantes muertos, indefinida cantidad de heridos y cientos de detenidos, entre ellos los líderes sindicales Agustín Tosco y Elpidio Torres.
En conclusión, el famoso “Cordobazo” fué una épica obrera y estudiantil, fué un acontecimiento emblemático del universo de las luchas populares de nuestro país. Que precipitó la caída del régimen militar de Onganía y llamó la atención a los militares (pese a que estos afirmaron que todo fue obra de “subversivos”) y a los sectores dominantes sobre los peligros que implicaba marginar a la mayoría de la población de las decisiones políticas y económicas. Además de por su contenido violento, el “Cordobazo” impactó profundamente en la sociedad argentina por su carácter sorpresivo.
El posteriormente asesinado por la dictadura, escritor Rodolfo Walsh, escribió en aquel entonces: "Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas. Esta vez es posible que se quiebre el círculo…".
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner estuvo anteayer en Santa Isabel, Córdoba, el lugar donde se gestó este capítulo clave. Allí se encuentra la fábrica de automóviles Renault.
Vaya paradoja: una militante de los setenta es hoy la presidenta de los argentinos, y su política (aseguró) está destinada a ensanchar la producción y el empleo. Como símbolo eligió al sitio cuna de aquella gesta.
Los miles de trabajadores que la recibieron, acunaron su dolor y le hicieron saber que también sufrían en carne propia el fallecimiento de Néstor Kirchner. Por eso la memoria del ex presidente anduvo caminando entre todos ellos. A una semana de su fallecimiento, la tristeza se resiste a partir.
La presidenta está marcando el rumbo desde el timón político del Estado.
Se dobla de dolor, pero no duda en cumplir con su compromiso ante el pueblo.
Y Cristina afirmó ayer, en su alocución ante los obreros cordobeses, que sus batallas actuales en pos de recuperar la dignidad perdida en la década del 90 tienen antecedentes, que no nacieron de la nada, que la pelea por la inclusión que lleva adelante este gobierno desde el 25 de mayo de 2003 (día de la asunción de Néstor Kirchner a la presidencia de la república) se liga con los obreros del “Cordobazo”, que no sólo sentían, sino que sabían efectivamente, que sus derechos laborales, sindicales, políticos y sociales estaban totalmente conculcados. Y que únicamente a través de la lucha podían recuperarlos.