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Harto ya de estar harto ya me cansé dijera J. M. Serrat. Con que facilidad se aplica una pseuda justicia a los débiles, y con impecable caradures, astucia, demencia, hipocresía, petulancia, desparpajo, desembarazo, se da vía libre a la injusticia de los acomodados
“Permitir una injusticia significa abrir el camino a todas las que siguen.” (Willy Brandt)
Es tan dañino el menoscabo que se le practica al débil, que no puede ser pasivo de perdón alguno. Como inútil continuar disfrazando de ‘error’, lo que a todas luces no es una equivocación sino un tiro a la espalda de los inocentes. Amén, de constituirse una burla en materia de explicación.
Hoy en día, como dijera Discepolín, da lo mismo un burro que un gran profesor, por algo duerme la Biblia junto al calefón. Estamos rodeados de ratas cabronas y lauchas endemoniadas. De dirigentes corruptos (que son casi todos), como de Periodistas que dejan demasiado que desear. Muy raros son los profesionales, de la disciplina que se trate que no estén contaminados, pero a la par, dichos diestros no figuran en ninguna nómina de consideración, puesto que no ganan suculentas sumas de dinero; no comen en lugares prominentes a cambio de canjes mal habidos y menúes nauseabundos disfrazados de glamour. Ya que, por lo general, no integran las editoriales consustanciadas con los grandes pooles nacidos en los honorables pasillos donde se consume el poder.
El núcleo de hoy es uno de los millones de botones que han servido solo para muestras, pero nunca para determinar razones y valorarlas en el campo de la justicia. Más allá de los merecimientos deportivos, de las trayectorias, de las convocatorias y de todo otro análisis que se pudiera suponer, vale decir, en primer orden, que el arbitraje argentino (y no me interesa en absoluto compararlo con nadie) es solo una suerte de prostitución exacerbada de maquiavélicas y demoníacas manipulaciones, que solo están dirigidas a un mismo negocio en particular. Lo que nadie duda, en absoluto, es la oscuridad que siempre ha encerrado al referato desde tiempos remotos. Varias son las finales que podría citarse a lo largo de la historia que dejaron como resultas una mancha imposible de borrar. Vemos en cada torneo la insolencia personificada en cada acto, en cada gesto, en cada sanción, en cada excusa que se suelta a través de un periodismo complaciente, más entretenido en sacar a relucir viajes, comidas y prebendas, que a transitar por el camino debido. Tanto a unos como a otros, ya no le entran balas y, todos se agrupan para devorarse vivo a todo aquel que ose de crítico a sus operaciones. Entre dirigentes y periodistas deportivos hacen del fútbol, principalmente, una suerte de Operación Triunfo.
Claro ha quedado en el desarrollo de la última fecha del torneo Clausura 2009 de la división superior del balompié argentino, la vejación arbitral que se llevó a cabo en el encuentro que se dirimió el título. No cabe la más mínima duda que Huracán fue vilmente despojado, a mano armada, a cara descubierta, delante de todo aquel que quisiera observar. Que se llevó a cabo con la más absoluta impunidad, y lo que es peor, con saña, con burla y con total despotismo.
Pues permítame decirle, que no tiene posibilidad alguna de explicar, cómo se puede ser tan infeliz con un silbato en la mano. Si tiene un poco de vergüenza… váyase de una vez
Muy mal hacen los dirigentes, jugadores, simpatizantes de Huracán en dejar que el agua siga corriendo debajo el puente. Al globo, le escupieron los derechos, le robaron la ilusión, le desgarraron la vestimenta delante de todos. Fue mucho peor que mojarle la oreja al matón de la otra cuadra. Mucho peor. Si la gente de Parque Patricios deja pasar esto, creyendo que vestirse de sumiso es tener hidalguía, entonces es cierto aquello, que reza: “Al que se viste de alfombra es muy bueno que lo pisen.” Además de hacerle flaco favor al resto.
Cansados se está de que los árbitros se libren de sus porquerías con la vieja y maldita frase de que cualquiera comete errores. Brazenas, le pegó un tiro al corazón quemero y lo hirió de muerte. Tarea que tanto él como sus colegas repiten domingo tras domingo. A renglón seguido dijo que se equivocó para los dos en claro tono de burla. Se equivocó solo para Huracán. Le mató el trabajo de un torneo, bajo una vida de espera y sacrificios de treinta y seis años. Brazenas, es peor que un soplón del Harlem.
Por ello, es bueno tener en cuenta el mundo en que vivimos, donde se ha perdido toda suerte de código y de respeto. ¿Qué quiere decir esto? Que, no vaya a ser cosa que a alguien se le ocurra hacer justicia por mano propia. Porque tanto está yendo el cántaro a la fuente, en materia de abusos descontrolados de dirigentes políticos y deportivos; de sanciones pecaminosas y reiteradas de jueces y árbitros, que termine provocando que alguien se le salga la chaveta y comience una cuenta regresiva sobre la humanidad de un referí. Porque claro está, que los sentimientos defraudados se corresponden luego con una reacción sádica a la que nadie podría controlar y de la que ningún ser humano está exento.
Brazenas, renuncie. Hágale un bien alguna vez al fútbol y a su familia y no la arriesgue más a comentarios non santos ni a exposiciones que no merecen. Busque otro camino, distinto al que usted terminó de manchar un domingo de Julio de 2009. Pues permítame decirle, que no tiene posibilidad alguna de explicar, cómo se puede ser tan infeliz con un silbato en la mano. Si tiene un poco de vergüenza… váyase de una vez.
Al globo, le escupieron los derechos, le robaron la ilusión, le desgarraron la vestimenta delante de todos