¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Guardiana escriba una noticia?
Noche de infierno, la temperatura no ha cedido en todo el día, sube, sube…
Hoy ha sido un día agobiante, en la ciudad el calor nos aplasta y no piensa aflojar, dicen los que saben que en los próximos días será aún peor.
¡Señor! ¡Qué martirio!
El consumo de energía eléctrica se ha disparado en forma exponencial, la sociedad de consumo nos ha plagado de acondicionadores de aire, ventiladores, refrescadores, refrigeradores y todos los ‘aparastores’ habidos y por haber que se puedan imaginar, para combatir este fuego.
Yo, fiel a mi costumbre, consumo poco… tengo sólo uno de esos artefactos eléctricos, que habitualmente no prendo porque me molesta el ruido… soy un bicho bastante raro. Sí soporto, el ventilador de techo de mi dormitorio, que enciendo en el mínimo, las noches de mayor agobio, sobre todo porque mi casal de gatos, amantísimos ellos, no entienden que su piel de visón me acalora más de la cuenta cuando se pega a la mía en amorosa actitud.
Ayer noche, a la 1.30 de la madrugada, se cortó la electricidad…Era previsible, el sistema colapsa… no tomamos conciencia… no aprendemos… los recursos naturales están menguando…
Antes, parece tan lejano ese ‘antes’…, hacía tanto o más calor. Y no pasaba nada, todos sobrevivíamos. Abanicos improvisados, bebidas enfriadas a barras de hielo o simplemente del famoso congelador, de la común heladera.
¡Perdón! Sólo fue una digresión… ¡a lo que iba!
Cuando era más joven, los cortes de luz, me provocaban angustia. Vivía en un barrio residencial, tranquilo, de calles angostitas, donde veía crecer a mis críos, sin peligros de autos circulando.
El consumo de energía eléctrica se ha disparado en forma exponencial,
De casas bajas, con un inmenso parque cercano, donde reinaban la paz y el silencio.
Hoy en día, que los niños ya son hombres, me he mudado a un barrio del centro de la ciudad. Mi departamento está muy cerca del cielo y el silencio sigue siendo una cualidad apreciable.
Gracias a ello, ayer cuando reinó la oscuridad, por primera vez en la vida, no me angustié…
Salí a mi hermoso balcón, tan cerca de las estrellas, corría una brisa placentera y me saludé con mi vecina de en frente, que hacía lo mismo que yo. Las dos en silencio compartimos un cigarrillo a la luz de la luna.
Miraba pasar uno que otro auto, a jóvenes que llegaban a sus departamentos y rezongaban entre risas, por tener que subir cuatro y seis pisos por escalera… claro, los ascensores, sin energía se declaran en huelga.
No había ordenador, ni televisión, ni música… sólo el silencio, la oscuridad, las luces de la calle, la de los departamentos lejanos y la de las estrellas…
¡Qué maravilla! Fue un momento delicioso, esos que brindan la felicidad de las pequeñas cosas…
Era previsible, el sistema colapsa… no tomamos conciencia… no aprendemos… los recursos naturales están menguando…