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De repente se escuchan disparos. Los comercios cierran y los coches dan media vuelta. La calle se vacía. En tan sólo unos minutos la situación puede degenerar en la capital libia.
"Vivimos a merced de hombres obsesionados con las armas, con la violencia y con el poder, en detrimento de la pobre gente como nosotros", lamenta Abdelalim al Haj Ali, que se ha quedado bloqueado con su hija en una pastelería, a la espera de que terminen los enfrentamientos entre dos grupos armados en la avenida comercial de Syahiya.
"La situación de nuestro país es dramática", lamenta este profesor de 48 años, mientras en la avenida se libra una batalla campal.
El ruido de los disparos se entremezcla con los chirridos de los neumáticos de las camionetas equipadas con cañones antiaéreos, arma predilecta de las milicias. Se ignora la razón de los combates y es difícil identificar a los protagonistas.
Los milicianos van variando las pegatinas de sus vehículos a medida que cambian de grupo o de intereses. Pero siempre las acompañan de alguna señal de pertenencia a un órgano oficial para simular cierta legitimidad, como el "ejército", el "ministerio del Interior" o el "estado mayor".
Desde la caída del régimen de Muamar Gadafi en 2011, los enfrentamientos son frecuentes, sobre todo por la noche, y también los retenes de las bandas criminales.
- Espejismo -
Los atascos en las calles de la capital brindan un espejismo de normalidad, pero en realidad desplazarse en Trípoli es arriesgado, especialmente por la noche.
Para protegerse del peligro, los libios intercambian información en las redes sociales.
"La carretera de Ghot Ashaal (oeste de Trípoli) no es segura, hay una banda criminal que roba coches bajo la amenaza de las armas", escribe un internauta en "Safe Path" ("Trayecto seguro"), una red creada hace varios meses en Facebook y que ya cuenta con más de 20.000 miembros.
"Tiroteos del lado de la carretera al Madar (en los suburbios de Trípoli). Pausa por el momento, pero cuenten con una segunda tanda", advierte otro.
Además de seguridad falta dinero. El país atraviesa una crisis de liquidez sin precedentes. Las colas delante de los bancos aumentan cotidianamente y a la mínima discusión estallan altercados.
El día a día de los libios se ha convertido en un calvario, con cortes eléctricos, de carburante o bombonas de gas, eso sin contar con que los precios están por las nubes.
El gobierno de unión nacional (GNA), dirigido por Fayez al Sarraj y respaldado por la ONU, se ha mostrado incapaz de garantizar el funcionamiento adecuado de los servicios públicos. La situación incluso ha empeorado desde su entrada en funciones en marzo de 2016.
- Triste aniversario -
"Es penoso ver cómo los libios viven en la oscuridad, la pobreza y el miedo constante cuando tienen un mar de petróleo en su subsuelo", lamenta Abdelalim.
"Los libios destruyen sistemáticamente su propio país y se lo reprochan a los demás. Hará falta mucho más que Sarraj (...) para reparar Libia", dice su hija Sara.
"Esperábamos que con él (el GNA) la situación mejorase (...) pero se ha deteriorado", protesta Mariam Abdalá, de 50 años y secretaria en una agencia de viajes.
"La gente está cansada y deprimida. El aniversario de la revolución (el 17 de febrero) se acerca pero nadie lo quiere celebrar", lamenta.
Tarek Megirisi, un analista libio, tacha de "grave" la situación económica. "Los productos básicos son cada vez más escasos y caros, y la escasez de liquidez se agrava", advierte.
Pese a todo, Selma Fathi, de 53 años, cree que todavía se puede ser optimista, que el país "se puede levantar de nuevo gracias a los jóvenes".