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Perder el miedo y confiar tenía que formar parte del “piense, sea original, escriba, lea, siga escribiendo y confíe” ¿y por qué no? Volví a empezar. Malinowski, Durkheim, Weber y tantos otros le mostraron el mundo sociológico donde morir son valores individuales y vivir los valores colectivos
Planté un árbol, de hecho, para ser exactos voy por el tercero. Un limonero, un naranjo y un eucalipto australiano decoran mi pequeño jardín (alquilado). Ahora debería pasar a la segunda fase del famoso mito de lo que uno debe hacer en la vida “plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo”. En el orden de la vida sin que los años me pesen y sin cigüeñas a la vista, ahora toca sumergirse en la aventura de escribir un libro. Hace años unos y otros me repetían la misma frase “tienes que escribir un libro”, y por suerte del autor y desgracia del protagonista no me faltaban historias, pero me faltaba valentía. Hasta que llegó el día. Marcada por el famoso mito, empecé a escribir. Una novela debía ser, ¿por qué? No lo supe. Escrita en tercera persona, ¿por qué? Para ocultar la primera persona, quizás. Las líneas aparecían y la historia iba cogiendo la forma que mi mente veía con claridad. Pensaba e imaginada forzando la originalidad, escribía y leía para seguir escribiendo.
“Marta se llamaba, una chica joven que, si saber cuando, se perdió entre la sociedad. Buscaba una salida sin exigir felicidad, entrando en un mundo psicológico que la marcaba mientras pensaba en un mundo filosófico ante un mundo judicial que la cuestionaba. Aquella tarde entró en el edificio más antiguo de Barcelona, observó la puerta de madera y al agarrar el pomo sintió su peso. Accedió a la biblioteca donde empezaría a trabajar. Colocaba libros, los registraba, abría cajas con nuevas adquisiciones y los observaba en las estanterías de madera que se perdían a lo largo de los pasillos. René, Malinowski, Durkheim, Weber y tantos otros le mostraron el mundo sociológico donde morir son valores individuales y vivir los valores colectivos”.
Una historia más no aporta nada a nadie, o quizás sí, cuando la situación muestra una solución, sin embargo, ¡necesitaba intriga! Debía ser así, pero el sentimiento de la protagonista era más profundo que cualquier trama. Además, contar una historia en tercera persona era cansado, demasiado forzado, ¿y por qué no? Volví a empezar.
La segunda parte del mito la consigues si tienes confianza
“Yo, una chica joven que, sin saber cómo, me perdí entre la sociedad”.
Era más directo y ese debía ser el mensaje de las ideas. ¿y la trama? Seguía sin aparecer. Volví a pensar e imaginar forzando la originalidad, escribía y volvía a leer para seguir escribiendo. Por aquél entonces, ya había pasado más de 1 año. ¿qué faltaba? ¿Cuál debía ser la solución? Una palabra lo definió: confianza. Perder el miedo y confiar tenía que formar parte del “piense, sea original, escriba, lea, siga escribiendo y confíe”. ¿y por qué no? Volví a empezar un Diario:
“12 de mayo de 2016
Ha pasado un año y sigo siendo una chica joven perdida entre la sociedad. Esta vez he cerrado la puerta de la habitación. Sólo pido un poco de tranquilidad. Creo que esta vez sí debo empezar a escribir y quizás gritar. Mi mano sobre el folio de esta libreta con su aroma impreso me hace sonreír. Llega a ser emocionante el olor de un libro nuevo, una libreta o aquella librería antigua que por muchos años que pasen y por mucho que la tecnología nos rodee su olor siempre perdura. Queda en la memoria el olor a folios cuando de niños volvíamos al Colegio y todavía hoy al recordarlo nos provoca una sonrisa. Ahora no puede haber vuelta atrás, ahora debo tener el valor suficiente. Ahora vivo como una espectadora sin ser la protagonista. Ese debe ser mi objetivo para evitar que me hieran y entender cómo empezó todo.”
Planté un árbol. Un limonero débil que por poco murió. Le di vitaminas, lo regué con cuidado y confié. Escribir un libro es la segunda parte del mito que consigues si tras crecer el árbol encuentras tu confianza.
Una historia más no aporta nada a nadie, o quizás sí