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El club atletico Rosario Central, perdió 3 a 0 con All Boys, en un partido que le costó la categoría
Nada pudo hacer el equipo rosarino, aunque en el segundo tiempo, por momentos, tubo a su rival en un arco, quien con un arquero, que fué figura, no le permitió conectar la pelota en su valla.
Grande fué el desconcierto de la hinchada que no podía creer lo que se estaba viviendo y por último se desencadenó lo peor; el enfrentamiento de los barras bravas con la policía, el despojo a los jugadores, el destrozo de su propio club, y todo ese desenfreno que hace del fútbol, una ves más, no un deporte para la familia; sino una locura incontrolable.
Los lamentables hechos son la muestra de donde proviene el verdadero problema en el fútbol Argentino, los jugadores no son los únicos culpables, son los dirigentes; quienes hacen trato con las barras bravas, las cuales, cómo un búmerang, se vuelven en contra del mismo club, destrozando todo a su paso, amenazando a jugadores, y dejando ese sabor amargo, que tiene que ver con lo corrupto, con lo prohibido y lo que se realiza bajo cuerda.
Lo que deja al niño, hincha del club, con ganas de ir a la cancha, a la familia; con el deseo de compartir una bella velada, y al verdadero hincha con el amargo sabor de la derrota, pero no la derrota de los goles, sino la peor de todas; la derrota ante su propia frustración.