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El individuo no puede cambiar la sociedad. La sociedad sí puede generar cambios y debemos empezar por cambiar de enfoque nosotros mismos
En un mundo con una población de más de 7 mil millones de habitantes, el individuo tiene cada vez menos peso específico. Es una simple razón matemática. En los primeros años del siglo XIX, la población mundial era un poco más de mil millones. En el Siglo XXI, 200 años después, hemos sobrepasado los 7 mil millones. Cada vez debe ser mayor la habilidad y capacidad de un individuo para poder impactar al resto de la población. Por ello, será más esporádico. Por lo mismo, menos probable. A principios del siglo XIX, la escena global la acaparaba Napoleón, Bolívar, San Martin, entre otros.
La fuerza del colectivo en nuestros días está opacando al individuo. Y cada vez será más evidente. La búsqueda de los objetivos debe ser pensando en un logro colectivo. La sinergia es un mecanismo ideal para lograrlo, pero tiene una falencia grande, no sabemos cuál es el logro colectivo que buscamos. Logramos metas individualistas, pero no colectivas. De ahí que si el colectivo es tan preponderante, como de hecho lo es, debemos tener presente que su crecimiento y evolución deben ser prioritarios.
El crecimiento económico es una constante. Mayor o menor. Cada periodo de tiempo, anual, mensual, lustros, décadas, el crecimiento del PIB es una constante. Este crecimiento debe generar riqueza y esta riqueza debe ser suficiente para que toda la sociedad en pleno evolucione, crezca, se desarrolle, en mayor o menor grado, hacia el logro de los objetivos comunes. Pero como comentaba en un artículo anterior, el portacomida no se eleva equitativamente. Lo hace inequitativamente y esa inequidad nos está agobiando. Nos está llevando al colapso.
¿Cuál puede ser un buen objetivo comunitario? La reducción de la inequidad. De hecho, no hay un objetivo mejor. Ese es el que todos nos debemos proponer como único y común. El objetivo de la sociedad actual es ser más equitativo. Es esta no solo una manera de que las sociedades perduren y que no colapsen, sino de crecer bien. De evolucionar. Los recursos públicos y privados deben ir a favorecer a los que menos tienen para cerrar las brechas. La generación de riqueza debe estar dirigida a disminuir la desigualdad en la sociedad actual.
El cambio debe empezar con un cambio de enfoque. Y comienza por nosotros mismos. El interés del colectivo deber primar sobre el del individuo. En épocas de crisis este simple axioma es evidente. Y nadie lo cuestiona. La famosa frase de John F. Kennedy el día de su posesión en Enero de 1961 no tendría sentido entonces: “no preguntes lo que tu país puede hacer por ti, pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”. El individuo en función de lo colectivo. Todos los recursos deben estar dirigidos para sacar adelante un objetivo común. En nuestros días, este objetivo debe ser la disminución de la desigualdad para lograr la salvación de la sociedad ya que la inequidad es un ancla que está pasando factura. Y debemos disminuirla. Y debemos empezar por lo poco, pero hacerlo ya. Todos hacia un fin único y común.
Una sociedad actual con algún nivel de pobreza absoluta no se puede llamar ni desarrollada, ni en vías de desarrollo. Se debería llamar en vías de extinción. No va a perdurar en el tiempo porque, más temprano que tarde, todos lo que se sienten excluidos, como los campesinos de Colombia por estos días en protesta, van a tomar la rienda de su futuro.
Se nos acaba el tiempo. Pero, ¿cómo…? ¿Cómo disminuimos la inequidad? ¿Cómo distribuimos la riqueza y a través de ella, generamos equidad? ¿Cómo evitamos que en vez de generar riqueza, amasemos fortunas?... la inequidad tiene causas que se repiten en un mismo ciclo. Es decir, son causa y efecto al mismo tiempo. Es un círculo vicioso. Usted puede decir que la falta de educación es causa de inequidad. Pero si lo expresa al revés, es igualmente cierto. Lo bueno, lo único bueno, de los círculos viciosos es que para romperlos, usted puede empezar cortando por cualquier lado. El efecto inmediato será el mismo.
Existen factores que atentan contra este objetivo común de disminuir la inequidad o la desigualdad. Menciono algunos, como desinterés, mezquindad, despilfarro, ruindad, incultura, …. en este último factor, la incultura, me refiero más a la incultura de los llamados cultos, que es un caldo de cultivo para la corrupción. Y ahora llego a este último aspecto, la corrupción, igualmente factor que atenta contra la disminución de la inequidad de manera grave. Podemos mencionar otros, pero hasta ahí se ve lo que hay que atacar.
Estos factores que atentan contra la disminución de la inequidad son propios de los seres humanos. No son propios de leyes de mercado o de políticas gubernamentales o empresariales. Son actitudes propias de la especie humana. Entonces, ¿dónde está el primer paso para romper con el círculo vicioso? En la especie humana. ¡En nosotros mismos! Y si es tan simple, ¿Por qué no lo hacemos? ¿Por qué no rompemos el círculo vicioso? Bueno, simple también, porque somos mezquinos, ruines, desinteresados, incultos, ….
Pero volvamos a las preguntas iniciales, dejando de lado las bajezas humanas. Pensando que queremos, o mejor, que debemos hacer algo… ¿cómo? ¿Por dónde empezar? ¿Si tenemos claro el diagnóstico, dónde romper el círculo vicioso?....