Era un día donde el cielo dejaba ver sus crepúsculos de azul dorado, un día cómo cualquiera, sin mucho para pedir, ni poco para reprochar. Ella estaba allí con muchas ganas de llorar, había cierta amistad familiar, suficiente cómo para que pudiera confiar en mi. Yo era un simple laico cristiano, que solía tener siempre a mano una Biblia, en la cual me gustaba meditar y además enseñar.

La mujer tenía algo que decir, pero sus palabras apenas si se podían oír, el dolor la embolvía y tragaba saliva antes de pronunciar palabra; pues, su hijo estaba preso. El jóven ya no era un menor y aparentemente le cabían varios años de prición.

La familia estaba destrozada, ya habían pasado por circunstancias dolorósas a causa de la conducta del jóven; pero esto ya era demasiado. Primero fué las drogas, caer de una realidad que a veces, casi sería mejor ignorar, descubrir que si, que aquellas sospechas no eran infundadas, verlo, descubrirlo, hasta al fin aceptar que es un consumidor.

Nada peor que comprobarlo, verlo con tus propios ojos, encerrado en el baño para poder inhalar, el mundo parece desplomarse encima de ti, como una realidad que buscabas no poder aceptar.

Por suerte hay amigos en la vida que pueden ayudar, dar contención, o por lo menos saber escuchar. El jóven, que vamos a llamar; Cury, para conservar su identidad, comenzó a transitar los caminos de la delincuencia, lentamente se animaba a algo peor.

Pasaron los años, pasaron los distintos tratamientos, charlas y reabilitación; pero su situación no mejoraba, aunque tenía un trabajo estable, Cury, continuaba en el delito, siendo así, que más de una vez estuvo detenido en alguna comisaría.

La mujer pensó que ahora, una ves más, sería cómo las otras veces, un tiempo encerrado y luego recuperaría la libertad. Pero no fué así, esta vuelta al jóven se le había ido la mano, nadie supo que pasó. ¿Porque de pronto esa conducta lo transformó en lo peor que se podía esperar?

De a poco se conoció la verdad, pues era imposible ocultar, las víctimas fueron apareciendo en escena, dando su testimonio y al fin se supo lo que este joven había sido en los últimos años.

Violación...violación...violación, la sentencia parecía resonar en los pasillos, conmoción... los medios de comunicación; una y otra ves hacían conocer el veredicto.

Estuve en el juicio, cómo testigo de que el joven tenía problemas con las adicciones, soporte los insultos de las víctimas, sus furias, sus amenazas. Si... el dolor justificaba aquellos arrebatos. Aunque yo no tenía nada que ver en todo eso, solo fuí testigo de verlo caer lentamente en las garras de las drogas. Para nada justificable una conducta así.

Las violaciones fueron reiteradas y seriales, por lo cual la sentencia daban más de treinta años, así fue que por pedido de la familia y de el mismo, lo fuí a visitar a la comisaría donde junto con otros presos les comunicaba las enseñansas de la Biblia.

Yo había sido un comunicador de la Palabra de Dios en otras cáceles durante muchos años, no se porque fué así, no había sido mi elección, las circunstancias me llevaron allí. En lo personal sólo entre en una comisaría para hacer algún trámite y nada más; pero ahora tenía una misión. Misión que no muchos irían a comprender, misión que me llevarían a otras cárceles y me harían conocer otras historias. Este relato continuara.