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Nada más triste que cuando se juntan el hambre y el frío, la ola polar que azota al país en estos días está golpeando muy duro en los hogares de gente con escasoz recursos
El sol es justiciero, me dijo cierta ves un amigo, cuando veníamos viajando y viendo la gente durmiendo en las estaciones del tren, acobijados en una vieja manta, tirados en el piso, sin más colchón que unos cartones.
El calor es parejo para todos, solía decirme, las personas de dinero no sufren el frío, con buenos abrigos, calefacción, casas bien construidas, se mueven en modernos vehículos, bien alimentados, no sufren el frío.
Veíamos cómo algunos pobres en la indigencia total, buscaban acomodarse en los lugares desde donde salía el calor del subterráneo, se acostaban sobre unas rejas que eran cómo una especie de respiración por donde salía el aíre caliente.
Veíamos gente durmiendo en el piso, en los corredores, niños y adolescentes apiñados para pasarse un poco de calor los unos a los otros. Esa es la realidad para muchas personas que ya han perdido todo, a quienes siquiera les queda la dignidad.
Son los pobres argentinos, muchos ahora viven al borde de las vías del ferrocarril, allí construyen sus casas con cartones, e improvisan los techos con bolsas de nai
Los pobres argentinos, que mueren de hambre en una tierra prodigia, rica y fértil, pero parese ser que a ellos no les llegó el reparto a la hora de distribuir, bajo un cielo celeste con hermosos copos blancos de nieve que quisiera sacar al hombre de su ignorancia y transportarlo a la cima de un bienestar lejano y que se esconde hasta transformar lo bello en un cruel castigo de blanco pesar.
Esa es mi tierra, esa es Argentina, esos son los millones de techos pobres que renacen cuando llega el sol, que brotan cómo la hierba y reviven una ves más creyendo que aún es posible vivir, crecer y morir.