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Hay una cosa que no logro entender, en un mundo que pretende evolucionar hacia la vida vegetal, es decir; no carnívora. Sucede algo que, por lo visto, nadie lo percibe. Se trata del mosquito
Resulta que gran parte de la humanidad pretende avanzar hacia un mundo más justo y vegetariano, lo cual parece ser muy oportuno para los animales que día a día llenan las suculentas mesas de los humanos con sus propias vidas.
Pero disertando sobre vidas, me llama la atención que la mayoría de los insectos que desaparecen y son controlados hasta hacerlos desaparecer son precisamente los que se alimentan con vegetales. Es decir, los que cultivan alimentos en huertas y sembrados de hortalizas y granos se ocupan de eliminar lo que para ellos resultan las plagas que destruyen sus cultivos.
Sin embargo, nadie se ocupa del mosquito, el cual es quizás el único que se alimenta de sangre humana, o que por lo menos lo hace por placer.
El mosquito es una plaga, apestosa, enfermiza que trasmite horribles enfermedades, es despiadado, ingenioso. Sin embargo el que muere es el caracol, limpio, manso, vegetariano, quien por el delito de comerse una planta de acelga debe pagar con su vida.
El mosquito derrama sangre humana y animal, ataca a las mascotas, deja su ponzoña. Se reproduce indiscriminadamente en cualquier charco sucio. Pica y pica hasta explotar de sangre sin tener un mínimo de piedad por sus víctimas. Sin embargo muere la oruga, que no puede volar, y apenas se arrastra para llenar su pancita de alguna suculenta hortaliza.
Mueren las cochinillas, los pulgones, la hormiga y un sin fin de insectos vegetarianos y sin embargo como una carcajada del destino, el mosquito hasta duerme con los humanos. Se los puede encontrar en el baño, en la cocina, debajo de las mesas o en los rincones.
Luego al apagar la luz se hacen presente picoteando la nariz, los cachetes, la frente y ni que hablar en verano que la gente suele dormir semi desnudas. No perdonan a los bebes, ni a personas ancianas, ellos son como pequeños caníbales insaciables que se pasean por los jardines y hacen vuelos rapantes aterrizando sobre la espalda desnuda y sudorosa de alguien cortando el pasto en verano.
Sin embargo gozan de gran impunidad, mientras las pobres y desafortunadas langostas por el solo hecho de ser vegetarianas, como si fuese un delito comer, deben ser exterminadas.
Es para pensar, ¿O será que el mosquito vivo deja más ganancias que el mosquino muerto? Porque me había olvidado que existen múltiples de productos para protegernos de dichos insectos molestos los cuales dejan muy buenas ganancias y hacen importantes aportes a los gobiernos de turno.
Carlos Polleé