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El Negro Ton

02/04/2010 23:40 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Las anecdotas pintan de lindos colores las circunstancias que ilustran la historia de los paises, los pueblos y las entidades. Una pintorezca anecdota, la historia del Club Social y Deportivo "El Ciclón", de la ciudad de Carmen de Patagones

Las anécdotas de los pueblos son, por lo general, simpáticas, jugosas, entretenidas.

Pueden ser serias y dramáticas como así también cómicas, risueñas y hasta algo ridículas.

Lo bueno es que son recordadas por muchísimo tiempo.

Lo mismo sucede con las entidades que componen esos pueblos.

Especialmente si esas instituciones se las puede calificar como entidad pobre como la nuestra, de ciudad pobre como la nuestra, de provincia pobre como la nuestra, de país pobre como el nuestro.

Allí esas anécdotas pueden ser aún más simpáticas de lo que imaginamos al leer la introducción de este cuento.

Yo era muy joven aún, casi un niño, cuando el club que seguíamos mis amigos y yo, con pasión inusitada, por los campos de fútbol de nuestra ciudad y nos habíamos comprometido a seguirlo también por donde su destino indicara.

En esos años existía en este lugar del mundo, un club deportivo cuyo nombre era “El Ciclón”, cuya actividad central, como no podía ser de otra forma, era el fútbol.

Antes de continuar debo aclarar que este club ya no existe más, debido a vicisitudes económicas y de otras índoles, luego de muchas décadas de heroica trayectoria, según lo que nosotros mismos creíamos, un buen día dejó de existir.

Completaba su denominación de “deportivo” ya que además del dominguero fútbol, en sus precarias instalaciones se practicaba un entretenido deporte en el que los hombres mayores de la vecindad

practicaban su deporte favorito: el juego de “las bochas”, en el saloncito social apasionantes concursos de “truco” y "mus" y de vez en cuando, alguna carrera de bicicletas alrededor de la plaza central del pueblo.

Bailes para las épocas de Navidad y Año Nuevo y, por supuesto, para los divertidísimos carnavales que se desarrollaban por aquí en esa época. Ese era nuestro club social y deportivo “El Ciclón”.

La diferencia con respecto a los domingos comparándolos con los días normales era, en horas de la tarde un bullanguerío indescriptible, si a “El Ciclón” les había ido bien en el encuentro futbolístico.

Felicidad en forma de interminables bocinazos de automóvil, risas, carcajadas, jarana dentro del estadio (hay que recordar que en ese tiempo como así también en estos momentos, se permite el ingreso de automóviles al estadio. Claro, previo pago de la entrada del vehículo) hasta varias horas después.

Los otros dos clubes de la ciudad tenían la misma condición que el nuestro: eran clubes pobres, aunque a la pobreza de nuestro club, nunca la hubiéramos aceptado. “El Ciclón” era nuestro primer gran amor y nuestro principal motivo para ser felices.

“El Ciclón” fue un club que raramente hubiese perdido un torneo de fútbol en nuestra ciudad.

Al comenzar un nuevo año deportivo era el principal candidato para obtener el torneo.

Los clubes contrarios y sus hinchadas se resignaban por anticipado especulando con el resultado final de la contienda y haciendo las cuentas necesarias para pelear por el segundo puesto.

“El Ciclón” nunca había tenido la oportunidad de participar en un torneo nacional de fútbol, tampoco en uno provincial.

Tuvo, si, la oportunidad de participar, hasta donde pudo, de un torneo regional.

Una participación que le insumió la cantidad de dos semanas, o sea, dos partidos: uno de local y otro de visitante. Del resultado global de ambos partidos, prefiero ni acordarme…

Un día, hace ya muchas décadas, nuestro club obtuvo, más por casualidad que por méritos deportivos, los derechos para la participación en un regional de fútbol.

Nuestra algarabía era indescriptible ante la perspectiva de ganar el torneo y pasábamos horas tratando de encontrar las razones necesarias para explicarnos el triunfo final. Eso era en el grupo.

En lo personal, en lo interior de cada uno de nosotros bien sabíamos que no sería tan fácil. Más bien sería imposible el lograr semejante triunfo.

Especialmente cuando no enteramos de que equipo sería nuestro rival en el encuentro.

Se trataba de un club de una importante ciudad vecina, se llamaba “Estrella de las Bahía” y eran sus jugadores, ni más ni menos que “semiprofesionales” con todo lo que la palabreja significaba.

Personalmente, esperaba que un golpe de suerte permitiera que no ocurriera el enfrentamiento.

Que alguien, desde el “más allá” lo impidiera. Que una “mano mágica”, al menos lo “postergara para siempre”.

El “golpe de suerte” no sucedió, desde el “más allá” no hubo ninguna orden y no hubo ninguna “mano mágica” que acudiera en ayuda de “El Ciclón”.

Una nochecita de otoño de un día sábado 1964 arribaba a la ciudad, en un antiguo (nuevo, en ese momento) y recordado “Camello” propiedad de una empresa de transportes de la “Bahía”, la delegación de “Estrellas de la Bahía”.

Por lógica deducción el ómnibus estaciona en la vereda frente al club "El Ciclón" que poseía un comedor adonde los jugadores iban a cenar para luego retirarse al hotel descansar.

Al otro día tendrían un trascendental encuentro de fútbol en el estadio de "El Ciclón" en la periferia de la ciudad.

Gran parte de la población atestaba la vereda alrededor del vehículo con la curiosidad lógica y la inquietud por conocer a los integrantes de un equipo participante en un evento para el que esta ciudad no estaba acostumbrada. Minutos después de haber arribado, comenzaron a apearse los integrantes de la delegación visitante.

Todos ellos portaban una amplia sonrisa para con todos aquellos que los esperábamos.

Una sonrisa entre amistosa y de excesiva confianza en el resultado deportivo del día siguiente.

Yo los miraba descender, primero un hombre delgado y algo canoso que supuse era el director técnico del equipo, luego dos señores calvos y regordetes que entendí eran dirigentes de “Estrella…” después de lo cual comenzaron a bajar los jugadores uno a uno, todos con sus equipos de gimnasia de color negro azabache, todas personas comunes, como nosotros. Ninguno tenía cuatro piernas o tres ojos. No tendríamos que temer.

El último en bajar… un hombre que causó nuestra admiración. Le calculé 30 años de edad.

Era un hombre altísimo, cerca de dos metros de estatura un físico excelentemente proporcionado, ni un gramo de grasa de más en ninguna parte de su cuerpo y lo que era más impresionante, era un hombre de raza negra pero tan negro que nunca en nuestra ciudad se hubiese visto, hasta ese momento una persona de tal negror de piel.

Combinado su color más el color de su ropa, se lo podía divisar bien solo cuando sonreía, por el blanco perfecto de sus dientes.

Los integrantes del equipo visitante cenaron y luego se dedicaron a atender a los curiosos de la localidad que los acogía y conversar un poco con todos nosotros haciendo relaciones que les permitiera, en el día de mañana, no tener tanta oposición desde el público.

Allí me enteré que al negro sus compañeros le denominaban “Ton” y que “Ton” era el disminutivo de Washington.

Cuyo apellido era, curiosamente, de origen vascuence; Zuloaga, o sea Washington Zuloaga, originario de la República Oriental del Uruguay y desde muy chico habitante de la importante ciudad de donde provenía este prestigioso equipo de fútbol, la ciudad de La Bahía.

Esta sería aproximadamente la primera parte de esta historia, la segunda comenzaría así.

Todos los domingos yo y la “barra” asistíamos a la cancha en la cual le correspondía jugar a "El Ciclón", aunque lo más interesante ocurría cuando nuestro equipo jugaba de local en la humilde cancha que poseía en el recordado barrio de La Loma. Allí el estadio era el más cómodo.

Dos filas de tablones de unos diez metros de largo oficiaba de “tribuna local” estaba ubicada a la altura de una de las áreas grandes de la cancha y ese lugar era el preferido de este grupo de hinchas.

Nos sentábamos todos juntos en el tablón superior y desde allí apreciábamos todo el partido.

El lugar, para nosotros era privilegiado, un tiempo podíamos observar a nuestra ferrea defensa: Ferreyros, Navarrete, Pallera, Barún y al arquero Cassero.

En el otro tiempo al temible ataque: el velocísimo “Choco” Guasqui, el fuerte Saboya y el no menos veloz Prospiri, y de vez en cuando al medio campo: Maldón, Acedevo, Pastorini.

Que equipazo!!!, con él no le temíamos a ningún rival, pero… esto?... esto era otra cosa.

Llegábamos a la cancha y rápidamente nos ubicábamos en nuestro lugar preferido y como detalle especial, siempre, en cada partido se ubicaba en el tablón del nivel inferior y justo debajo nuestro, un anciano que, obviamente, también quería disfrutar del buen fútbol de nuestro equipo.

El hombre, de unos setenta años (ex-socio fundador del club) aparecía, se sentaba en el tablón, en completo silencio y sin compartir nada con aquellos que lo rodeábamos. Ni siquiera un simple saludo o una seña con sus manos. Durante el partido casi no dejaba reflejar su estado de ánimo.

Solo un pequeño, casi imperceptible gesto de desagrado cuando algo no salía como él lo esperaba o un minúsculo, breve gesto de alegría cuando veía que algo resultaba bien, especialmente nuestros goles.

Disfrutaba el partido y así como había llegado, se retiraba de la vista de todos nosotros y del estadio, pero nunca una palabra fuera de lugar, nunca un insulto, nunca un reproche, respetando a todo el mundo y especialmente a los integrantes del equipo contrario.

El hombre era todo un ejemplo especialmente para nosotros a quienes permanentemente se nos “escapaban” algunos improperios para con los jugadores rivales o el árbitro.

Ese día algo cambió, para nuestra sorpresa y beneplácito.

A la hora acordada, las 15 de ese otoño complaciente, todos los hinchas estábamos en los lugares de costumbre, preparándonos para disfrutar un interesante partido de fútbol.

A las 15.30, los equipos salían a la cancha.

Primeros los de “Estrella de la Bahía”, quienes recibían con una nerviosa sonrisa todos los abucheos, silbidos, reprobación que, lógicamente, esperaban.

Casi de inmediato los integrantes del equipo de “El Ciclón”, todos sacando pecho e intentando, de esa manera, impresionar e intimidar a los rivales.

Ambos equipos se juntaron en el centro de la cancha.

Dieron las “hurras” (publicamente, no como ahora, que los jugadores se esconden para realizar ese gesto tan caballerezco y conmovedor), se saludaron amablemente y se ubicaron de determinada forma en el campo de juego dispuestos a comenzar la contienda.

Yo observaba como de soslayo al jugador rival que tanto había impresionado a los simpatizantes locales.

Lo observé y me imaginé una verdadera “tarde negra” para nosotros, de la mano de “Ton” Zuloaga, al verlo saltar y ensayar unas velocísimas corridas cortas en forma de precalentamiento, unos saltos impresionantes, dignos de un atleta que practicase el “salto en alto”, "salto en largo" y todos los demás saltos.

No sé… se me antojó una verdadera “tragedia” en el estadio de "El Ciclón", esa tarde.

Segundos después, el árbitro decreta el comienzo del partido, los jugadores de “Estrella…”, al principio hacían gala de un estado físico y deportivo tremendamente superior al de nuestro equipo, pero ya está dicho, fue solo al principio.

Después el nuestro tomó posesión de la pelota por unos minutos y parecía ser que los rivales se “achicaban”… empezaba a mandar "El Ciclón". Estaba todo bastante bien para nosotros. Mis amigos y yo nos mirábamos sin comprender mucho lo que estábamos viendo.

De repente, el “cinco” de los rivales captura el balón en medio de la cancha, sin mirar y en forma de “pared” se lo sede a la derecha al “siete” de “Estrella…” el renombrado “Ton”…este toma la pelota y con una velocidad inusitada deja como un poste, parado en la cancha a nuestro “3”, Ferreyros, un terrible e implacable marcador.

Tal vez nuestro valor nunca haya sabido por donde pasó “Ton”, tal vez todavía hoy se lo esté preguntando.

Cuando lo notó, el negro ya estaba frente a nuestro arquero, Cassero, a quién no tuvo demasiadas dificultades para dejar en el camino… silencio absoluto en el estadio… 0 – 1. No habían pasado aún los diez minutos de juego.

Dos minutos después una jugada casi calcada, copia de la jugada de 0 – 1, esta vez el negro elude a Ferreyros, a Pallera y al arquero Cassero0 – 2

“Ton” agachó la cabeza y marchó al centro de la cancha a recomenzar el juego, su actitud era como de pena y respeto hacia la hinchada local que veía como el conjunto visitante se encontraba con grandes facilidades a la hora de buscar el gol.

Pena también por la verdadera lluvia de goles que se aproximaba en contra de “El Ciclón”, en el estadio de nuestra institución.

Pasaron unos diez minutos más, promediaba el primer tiempo. Nuevamente “Ton” captura la pelota y vuelve a emprender veloz carrera hacia el arco rival. El negro enfrenta una vez más a Ferreyros.

Esta vez nuestro valor debe haber pensado: “… no, negro… esta vez no…”, cuando “Ton” está por dejar nuevamente en el camino a Ferreyros, éste que lo venía midiendo, se le tira a los pies… bah!... a los pies no, a las piernas.

Desde todos los rincones del estadio se escucha un CRRRASH!!! potente, seco… como el que hace una madera al quebrarse.

La planta del pie de Ferreyros y los tapones de su botín derecho se clavaron a la altura de la rodilla de “Ton”, el negro quedó tendido en el suelo, inmóvil, casi muerto.

Sus compañeros se acercaron rápidamente para asistirlo. “Ton” Lloraba y se quejaba, conmovía escuchar como el hombre se quejaba y se lamentaba.

Mientras el árbitro se acercaba rápidamente a Ferreyros y realizaba en su propia cara, ampulosos gestos (todavía no se habían inventado las tarjetas rojas y amarillas)que no dejaban dudas de que nuestro jugador se tenía que retirar expulsado.

Decretaba el fin de su participación y posiblemente su no participación en el siguiente partido.

Como siempre sucede, los hinchas locales reaccionaron como reaccionan todos los hinchas del mundo, interpretando que el jugador maltratado está fingiendo para sacar sus réditos.

Unos de aquellos que así lo creyó fue el anciano que mencioné antes y que en cada partido muy poco expresara, esta vez expresó.

Con rapidez se paró en el lugar donde estaba y gritó a “Ton” con todas sus fuerzas:

“… que chillás, jetón!!!, ... que llorás!!!… si a los negros no les duele!!!…”


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Ingeles (10 noticias)
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