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Jorge Lanata en su programa DDT dijo una frase que deja para la reflección y hasta para la indignación. Pensemos: ¿Qué somos: consumidores o consumidos?
En un reportaje que hacía el periodista Jorge Lanata a un representante de la Defensoría del Pueblo de Capital Federal, éste deslizó un comentario que quedó dando vueltas en mi cabeza: “… el que no es consumidor, es consumido.”
En el momento de escucharla, sentí que era una exageración. Pronunciada únicamente para resaltar el tema del que estaban hablando, pero a lo largo de las horas llegué a la conclusión lamentable, de que no sólo era razonable sino más que exacta: en nuestra sociedad nos fagocitamos unos a otros con una dedicación casi caníbal.
La falta de medios económicos que permitan cubrir mínimamente la canasta básica, convierte a las personas en carne de cañón: basta con escarbar un poco la realidad social de los pueblos sumergidos para comprobarlo. No es ninguna novedad que las grandes corporaciones farmacéuticas usan a los chicos, hijos de familias carenciadas, como conejillos de indias en las pruebas de medicamentos, generalmente sin informar las contraindicaciones ni las reacciones adversas que las drogas en cuestión puedan tener. También llegan a los adultos y juegan con la ilusión de aquel que está en espera de la cura milagrosa que un simple placebo nunca les va a traer.
Basta con escarbar un poco la realidad social de los pueblos sumergidos para comprobarlo
Este sector social también es fagocitado por los políticos que los usan y abusan en campañas, prometiendo pan y comida de por vida o regalándoles a cambio de un posible voto electrodomésticos que ni siquiera pueden usar porque no tienen para comprar el tubo de gas para hacerlo funcionar o la electricidad a la que enchufarlo.
Si vamos al grupo de clase media, con consumo medido y hasta estable, también es fagocitado por las empresas con las que están obligadas a tratar, ya sean de telefonía móvil, t.v. por cable, prepagas médicas, etc.
La clase medio alta es fagocitada por el gran monstruo que es el estado y el anhelo de poder, entre otras cosas.
Somos una sociedad de consumo consumida por si misma. Realmente, el hombre que ocupaba el eslabón más alto en la cadena alimenticia, hoy es su propia tajada de carne al asador.