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Al cumplirse 20 años de la muerte del emperador de Japón, al pedir la extrema derecha nipona la entrada en al club atómico.se suscita un dilema nacional
La muerte de Hirohito el día 7 de diciembre de 1988 -hace 20 años- sembró rencor y abrió viejas heridas. Sobre todo, al no aceptar el Emperador el ultimátum de rendición del Japón antes de Hiroshima y Nagasaki. Ultimamente los neo-imperialistas nipones han pedido la entrada de Tokio en el club nuclear, pero Obama les ha dicho ‘ no’ . De haber estado Reagan o Bush, en la Casa Blanca Tokio estarían sentados esos nuevos kamikazes de la derecha junto a Mac Cain(si hubiera ganado las elecciones norrteamericanads) en Washington, ante el mismo tablero de los botones rojos, para destruir a cualquier posible enemigo (y al mundo) con la histeria de siempre. Un anacronismo aún vigente.
Excepto los suyos, nadie lloró la muerte de Hirohito porque además es lógico que la gente muera a los 87 años. Desde el 19 de septiembre del año 87 un cáncer de duodeno roía las entrañas del emperador y estuvo 62 días en manos de los médicos de la ‘ Kunaicho’ , la Agencia de la Casa Imperial del Japón, que desplegó asimismo los grandes medios mediáticos para lavar su figura en cuanto muriera.
En parte pareció lo iba a conseguir, porque la gente se olvida de las viejas ofensas y se compadece en la hora duodécima. Pero los sobrevivientes de la infernal Era Imperial, las víctimas y sus hijos se opusieron tenazmente, especialmente los irradiados. Ahora con el mencionado intento de la derecha nipona de hacerse con la bomba antes de las elecciones, contemplamos otra vez la lucha de la Historia contra el silencio y los montajes del Olvido. Y esta es la historia la que hoy traemos a los lectores.
Hirohito, ¿criminal de guerra o héroe manipulado desde dentro y fuera?
El primer paso al frente contra ese intento de interesada compasión por el ilustre muerto lo dio Gran Bretaña en septiembre del 87, planteando este interrogante. ¿Sabía Hirohito lo que pasaba en los campos de concentración del Ejército Imperial en todo Asia? ¿Fue Hirohito un títere nada más en aquella horrible guerra de la jungla o en el Pacífico, donde los pilotos kamikaze morían con su nombre en los labios? ¿Sabía que sus ministros y generales se hacían el hara-kiri cuando perdían su favor o una batalla? ¿Por qué no aceptó el ultimatum de Roosevelt, Churchill y Stalin, tras la Conferencia de Potsdam antes de la aniquilación de Hiroshima y Nagasaki?.
Los tabloides británicos no habían olvidado estas cosas. La noticia de su enfermedad provocó en ‘ The Sun’ el siguiente titular: ‘ El infierno está esperando al demonio del Emperador’ . El texto era bastante irrelevante, aunque terminaba así: ‘ su enfermedad ha sido motivo de tristeza, en parte porque ha vivido tantos años pacíficamente, rodeado de orquídeas, pero también, para los enterados, porque iba a morir sin castigo por los crímenes más atroces de este siglo.
El ‘ Daily Star’ se atrevía a llamar al Emperador ‘ hijo decadente del diablo’ y matizaba este titular sensacionalista recordando ‘ las innumerables víctimas inmoladas con inexplicable brutalidad’ en nombre del Emperador, desde los años 30.
Las consecuencias diplomáticas del periodismo británico
La sensibilidad oficial nipona preparó una respuesta adecuada: Sir John Whitehead, embajador británico en Tokio, fue llamado por el ministro de Su Majestad Imperial, quien le entregó una enérgica nota de protesta. La embajada japonesa en Londres acogió las quejas de la numerosa colonia nipona, una de las más moderadas y prósperas de la gran ciudad. El periódico japonés de esa colonia respondió a favor del Emperador.
Pero cuando al fin murió éste, el debate del ‘ si sabía o no sabía’ ... se extendió a todos los países que los nipones conquistaron en Asia y el Pacífico durante la segunda guerra mundial.
La cuestión estaba mejor planteada y era más directa así: ¿Fue Hirohito un criminal de guerra que escapó al verdugo por un pelo o mejor dicho por la gracia del gobernador general de Japón, el general Douglas Mac Arthur?.Y esto no era ya interrogante sino una afirmación; Hiro Hito fue un peón movido por los militares del Pentágono desde la rendición hasta la muerte del ex-dios.convirtendose en el mejor de sus aliados en la guerra fría.
En Gran Bretaña desde que se anunció el cáncer del Emperador, éste y su imperio volvieron, pues, a la actualidad en los mismos términos que cuando se murió. La Asociación de la Estrella Birmana, la Federación Nacional de Prisioneros de Guerra en Asia y muchas otras de ex -cautivos, denunciaron en voz alta, como una ignominia, la noticia de que el Príncipe Felipe de Edimburgo iba a acudir a los funerales en representación de la Reina. La arrogancia y el espíritu solidario de los Windsor con todas las monarquías reinantes hacían una vez más su aparición.
En la Cámara de los Comunes inglesa más de veinte diputados laboristas, liberales y conservadores se levantaron para que el ‘ speaker’ hiciera constar por escrito su protesta contra el Palacio de Buckingham. El Reverendo Richard Harris, obispo de Oxford, también colocó en situación neutra la decisión de palacio en nombre de la Iglesia de Inglaterra, cuya cabeza es la Reina. ‘ Sólo Dios puede juzgar la culpabilidad personal del Emperador Hirohito. Pero el emperador fue el jefe de Estado de una nación que libró una cruel guerra de agresión a consecuencia de la cual murieron millones de seres humanos -dijo el prelado. La iglesia, como tal, se situaba en una posición ecléctica. Reconocía la cruel guerra de agresión, pero a Hiro-Hito como culpable, sólo Dios podía juzgarlo.
La reacción norteamericana fue la normal de esos días:en principio, callarse. Afloraba a la superficie el viejo remordimiento de muchos, el sentido de culpabilidad por las consecuencias destructoras de las bombas que empujaron después a Hirohito a la rendición, a sabiendas de que a él se le respetaría algo más que la vida. El propio Mac Arthur le había hecho llegar la promesa.
No obstante, si el pueblo y los medios de comunicación norteamericanos mantuvieron en general el silencio, tras el anuncio de su fallecimiento, Ronald Reagan no lo hizo y dijo que Hirohito había jugado un ‘ papel heroico’ al terminar las hostilidades mediante un gesto único. George Bush padre, quien asistió a los funerales del Emperador, declaró que personalmente él no tenía ningún remordimiento de conciencia para ir a Tokio y que ningún veterano de la campaña del Pacífico debía tenerlo. Típico.
¿Por qué no impidió la guerra de agresión de sus ejércitos en Asia?
En Londres, a la muerte del Emperador, Souzoke Uno, ministro del Exterior nipón, aceptó que el argumento de que Hirohito no era criminal de guerra porque exigió la rendición incondicional a sus generales y entonces el otro interrogante de la prensa fue más contundente: si Hiro Hito, estaba en manos de los clanes de los militares en 1945, entonces ¿por qué no evitó la guerra desde el principio, quince años antes, sino que se fue apoderando de todo Asia y no detuvo la mano que dirigió el crimen de Hiroshima y Nagasaki?
La respuesta, según Souzoke Uno, fue que ‘ la práctica constitucional establecida en Japón era que el Emperador desempañaba su papel como estadista con el consejo imperial y en la asistencia de sus ministros, y él jamás acostumbraba a rechazar las decisiones que éstos tomaban’ .
Los periodistas japoneses que no vivieron la segunda guerra mundial fueron casi agredidos en la calle al tratar de plantear subjetivamente el papel del Emperador durante la contienda. En ‘ Asahi Shimbun’ , el periódico de más tiraje en el país, tuvo que poner vigilancia en su puerta después de un editorial en que se exponía el tema de la siguiente forma: ‘ No hay duda de que el Emperador no fue legalmente responsable por lo que ocurría durante la guerra, pero queda abierta al debate la pregunta de si Hirohito fue responsable moralmente.’
La BBC-TV: el emperador tras el Mito de los fabricantes de imágenes
Con este título la BBC-TV encargó un programa al conocido escritor Edward Behr. Autor de ‘ El último emperador’ , de China, y de cuya obra el cineasta Bertolucci construyó un magnífico filme galardonado con cinco Oscar.Pero esto aunque no se refería al Japón mostraba un conocimiento profundo del alma oriental.
Behr abrió el programa diciendo a los telespectadores que ‘ hay abundante documentación que demuestra que Hiro Hito no fue ni el títere pasivo que se ha dicho, ni el pacifista que los fabricantes de imágenes han hecho de él.’ El programa exhibió una impresionante abundancia de documentos gráficos, desde Hirohito montado sobre un caballo blanco revistando las tropas antes de que partieran a la conquista de China en 1931, hasta el mismo personaje con los jefes de la Casa Real, algunos de ellos incluidos éstos en las listas de criminales de guerra.
La producción la vendió la BBC a más de doce países, pero la NHK, TV nacional nipona, no quiso oír hablar de ella y además, prohibió la entrada de los periodistas británicos a sus archivos. La TBS, TV comercial de Tokio, se mostró interesada, pero declinó, tras recibir amenazas de muerte de la extrema derecha.
Lo que dijo Behr era todo cierto, pero a veces se quedó corto
En síntesis Edward Behr contó la invasión de Manchuria (norte de China)
en 1931 por las tropas imperiales y aunque Hirohito se desmarcó después de cualquier guerra de agresión, era él quien imponía las condecoraciones a los jefes del Ejército Imperial a su regreso del continente (como Franco hizo con la Legión Condor alemana, que destruyó Guernica). En 1936, tras un minigolpe militar de salón protagonizado por ambiciosos oficiales jóvenes, Hirohito, -según Behr- decidió dar carta blanca a los altos mandos para su campaña de Asia.
Behr no mencionó la Unidad 731, de guerra química y biológica, que utilizaba prisioneros como cobayas humanos inoculándoles microbios de enfermedades nuevas y letales de laboratorio y enterraban después los restos de los cobayas en cementerios clandestinos. Ni contó la institución inventada por Tokio de las casas de reconfort para las tropas niponas, por todo Asia, a cargo de jovencitas de países enemigos (unas 300.000), convertidas en prostitutas obligadas que seguían a las fuerzas militares en sus conquistas. Había una mayoría de coreanas y por eso Japón sigue teniendo mala prensa allí.
Las preguntas clave son:¿por qué no aceptó el emperador la rendición antes de Hirosghima?¿por que inició una guerra contra China en los años 30?
Respecto al ataque por sorpresa de la marina japonesa contra la base norteamericana de Pearl Harbour en diciembre de 1941, Behr sostuvo que fue el general Sugiyama, jefe del Estado Mayor del ejército imperial, quien ‘ discutió largamente con Hirohito el meticuloso plan para después ponerlo en práctica.
’ En esto es cierto que hubo una pasividad irresponsable de los altos mandos militares norteamericanos, pero el culpable más directo fue la alta diplomacia nipona en Washington. El ataque en sí fue una ‘ operación’ militar muy complicada, que el espionaje militar norteamericano en líneas generales detectó. La poderosa flota japonesa no puede desaparecer sin dejar rastro y engañar a todos los de la Inteligentsia americana durante quince días. Pero Washington hizo poco por evitar la operación de Tojo y sus portaviones.
En realidad Estados Unidos necesitaba ser el agredido ante el pueblo norteamericano neutralista y el mundo. La capacidad militar de Japón se menospreciaba en el Pentágono. El daño que podía causar sería -según los estrategas- mínimo. Luego la reacción norteamericana, aunque fuera desproporcionada, quedaría justificada. Después, sí, fue el día de ‘ Infamia’ etc... Ese tema es complejo y aún secreto por el lado norteamericano para salvar a Roosevelt de cualquier posible culpa.
El testimonio escrito de Behr sí decía después, que Hirohito hizo el juego a sus generales en la campaña de intoxicación que Tokio llevó a cabo astutamente a nivel de la casa Imperial para engañar a Roosevelt, en el sentido de que Japón no quería la guerra y que sus intenciones eran pacifistas. Pero la construcción de una poderosa flota, decía lo contrario.
El protagonista del repetido programa de la BBC añadió que era un hecho histórico comprobado, por ejemplo, la alegría y hasta las lágrimas de emoción poblando el rostro del Emperador cuando su secretario privado, Makis Kido, le notificó la caída en manos niponas de la colonia británica de Singapur, tras sangrienta lucha. Había testimonios. Había mensajes de felicitación, telegramas, etc... El Emperador consideraba la conquista de Asia como una victoria también personal.
Fue un programa de acusaciones: fue Hirohito el que personalmente se negó a conmutar la sentencia de muerte a tres aviadores norteamericanos de la escuadrilla del general Doolittle, que bombardeó Tokio en 1942 partiendo de un portaviones. Y cuando El Emperador se enteró de la conquista de Alejandría (Egipto), por las tropas del mariscal alemán Rommel, quería enviar un telegrama de felicitación a Hitler, cosa que desaconsejó un ministro aristocrático del Consejo Imperial.
McArthur le prometió librarle de la horca, desde antes de Hiroshima
Siguiendo con el programa de la BBC y para terminar, fue el general norteamericano McArthur, el héroe de Guadalcanal y un icono de la expansión norteamericana en el Pacífico, quien nombrado gobernador general de Japón, tras la rendición nipona, ni tan siquiera rebajó al Emperador de su condición de tal y maniobró para que no tuviera que sentarse en el banquillo de los criminales de guerra, al lado del ex-primer ministro Hideki Tojo y los otros, con excepción de los que pudieran ser útiles para los Estados Unidos en una eventual guerra biológica del futuro o fueran conocedores de secretos de la URSS, que ahora pasaban a ser aliados incondicionales de Washington y consejeros en la guerra fría-como hemos dicho´- contra el enemigo común: Stalin. El pasado no existía.
El gobernador general norteamericano sostenía que de juzgar al Emperador sobrevendría una guerra de guerrillas en Japón, lo cual era totalmente imposible porque después de los ensayos nucleares en carne japonesa y de la destrucción virtual de Tokio, por centenares de B-29 que hicieron, en número, más víctimas que las dos ciudades mártires, el país estaba sin moral para siquiera seguir. El número de suicidios subió hasta el paroxismo. Este punto de la exposición de Behr se prolongó mucho y ofreció hasta fotografías de esa destrucción e incluso los detalles más nimios de los entretelones de la pantomima del juicio contra los criminales de guerra. Según el almirante Tojo, nada se hizo ni se podía hacer en Japón contra la voluntad del Emperador, corroborando que hasta la decisión de atacar Pearl Harbour dependió de Hirohito.
Por supuesto estos puntos de vista de Behr a través de la BBC no fueron compartidos por la colonia japonesa. Tampoco estaban con Behr algunos eruditos, tal como Stephen Large, profesor de estudios nipones en la Facultad de Estudios Orientales (Cambridge), quien afirmaba haber encontrado 22 errores en lo dicho por Behr. Otros como Louis Allen, autor de ‘ Birmania, la guerra más larga, ’ desaprobaron el programa, incluyendo John Toland, premio Pulitzer por ‘ El Sol Naciente’ . Pero, los que protestaron contra Behr tenían siempre un interés editorial o histórico contra el programa de la BBC. Sus obras y tesis literarias o políticas hubieran sufrido si ellos lo aplaudían. Pero lo más contundente e irrefutable eran las fotos exhibidas y ni los japoneses de la colonia londinense se atrevieron a decir que eran un montaje y eso que quedaron en archivo muchas otras, como las de los efectos de la radiación en segunda generación de Hiroshima y Nagasaki, que a las autoridades inglesas no interesaban, y pusieron el veto...
Sin embargo el profesor de estudios japoneses de la Universidad de Queensland (Australia), Alan Rix, asumió la defensa del escritor, terminando con estas palabras: ‘ No cabe la menor duda de que Hirohito estaba perfectamente al corriente de lo que estaba ocurriendo y lo aprobaba’ . Sabía todo.
El libro azul del parlamento británico, una obra de referencia importante
Para encontrar información de todo eso tiempo no hay como buscar los Libros Blancos que suele publicar la Cámara de los Comunes inglesa sobre los más diversos temas. El que hemos encontrado a última hora para terminar de escribir este reportaje no es blanco sino azul, pero la sola lectura por encima muestra la mentalidad belicista de los jefes militares, políticos y científicos japoneses en los tiempos que tratamos.
La obra es de un técnico en la segunda guerra mundial a principios de 1943, cuando el Sol Naciente no tenía el menor síntoma de declinar. Lo escribió en Londres Harold Wheeler, antes de la masacre de Hiroshima. Tiene mucho de profecía.
No sienta una tesis: demuestra los hechos con cifras, noticias de pactos, nombres, con horrores comprobados. Sobre todo, nos muestra que el modelo elegido por Hirohito era el de Hitler y la Alemania nazi, a los cuales el Japón Imperial terminó por parecerse en todo. No en vano existía el Pacto Tripartito: el eje Alemania-Japón-Italia. A los cuales pudo haberse sumado Franco, el cual frenó sus ansias de imperio con el desembarco aliado en Africa del Norte, a principios de 1942. Justo a tiempo para que el timonel cambiara de rumbo y dejara a Hitler en la estacada, aunque él no frenó su despiadada represión hasta el final. Luego la estúpida política internacional le dio su bendición, sin necesidad de arrepentimiento. Era la guerra fría: ¡todos contra Stalin!.
Japón empleó en la conquista de China y del Pacífico, en una guerra también Blitz, casi 4.000.000 de hombres. Cuando al ministro del Exterior nipón Matsuoka -que comía en la mesa del Emperador- le preguntaron por el Nuevo Orden japonés que Tokio quería instaurar en todo Asia dijo: ‘ Eso lo hizo el Emperador no por el bien del Japón sino por el bien de la humanidad’ .
Japón soñaba como Berlín con el ‘ Lebensraum· (espacio vital) del ‘ Mein Kampf’ de Hitler y los generales nipones plagiaron el Anschluss nazi (anexión de Austria) con la conquista de Tailandia, Malasia británica, Singapur e Indochina. Aunque la resistencia heroica de Birmania y la actitud pacifista activa de Gandhi le salieron al paso, a pesar del colaboracionismo del político y líder indio Chandra Bose que se entendía con los invasores. Si las fuerzas imperiales del Japón hubieran conquistado la India, los aliados tenían perdida la guerra.
La política demográfica del Mikado (nombre que se le daba y se le da al imperio de Hirohito y que significa ‘ Puerta Sublime’ ), se basaba en matrimonios de japoneses puros que tuvieran muchos hijos. El Mikado contaba en 1940 con 105.226.000 súbditos de los que sólo estaban en el propio Japón 73.114.400, el resto se hallaba en países o colonias ocupadas por el Mikado. En la Dieta japonesa se veneraba a las familias numerosas a fin de que luego dieran sus hijos para poblar China, Indochina, el Pacífico y grandes espacios de Australia. Exactamente como Hitler: los soldados- colonos alemanes ocuparían los espacios de la inmensa Siberia.Sus aliados nipones ya habían poblado parte de Asia. Era idéntica a la ‘ penetración pacífica nazi’ . A las tropas seguían las familias de los colonos para habitar las islas o tierras conquistadas.
Fue el príncipe Konoye, de la casa Imperial del Japón, muy próximo al Emperador, el primer gobernador de Indochina, aliada al Japón. Habiendo dimitido Konoye, en julio 1941, ‘ recibió la orden del Emperador de volver a formar Gobierno en Indochina.. Era la imitación exacta de los Quisling nazis.
Al final hay una frase de Winston Churchill ante el Parlamento canadiense, después de la virtual caída de Birmania, que reza así: ‘ Hitler, Mussolini e Hirohito han sembrado vientos. Dejémosles que cosechen un tifón.’
De haber vivido hoy no hay duda de que hubiéramos constatado de sus propios labios, que Hirohito sabía. Han pasado 20 años, pero el crimen contra la humanidad no prescribe y es hora de no olvidar.
Editor