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El enviado de Marx a las Pampas

24/04/2012 15:50 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

imagepor Daniel Cecchini

Corren los últimos días de 1872 o, quizás, los primeros de 1873 cuando desembarca en el Puerto de Buenos Aires un joven de 22 años. Los papeles que presenta ante las autoridades lo identifican como Raymond Wilmart de Glymes d'Hollbecq, nacido el 11 de julio de 1850 en Jodigne-Souvraine, Bélgica. Quienes registran su ingreso al país (y que apenas pueden escribir su nombre) no saben que es el vástago díscolo de una familia noble y mucho menos pueden imaginar que su venida nada tiene que ver (o sí, pero ni siquiera él lo sabe) con hacer esa América que habita el sueño de la mayoría de los inmigrantes, sino que trae una misión bien diferente: visitar la embrionaria sección local de la Asociación Internacional del Trabajo (AIT). En otras palabras, hacer contacto con los exóticos integrantes de la Primera Internacional Comunista en las pampas argentinas. Porque Raimundo Wilmart –como terminará llamándose– es el enviado de Carlos Marx a la Argentina y el objetivo de su viaje es hacer la revolución socialista en estas tierras.

En algunas de las páginas de su excelente Marx en la Argentina (Siglo XXI Editores, 2007), Horacio Tarcus redescubre, desde una óptica distante del relato canónico que hegemoniza las narraciones de la historia oficial de la forja de la patria, las vicisitudes y el periplo personal e ideológico de uno de los juristas más brillantes del país. Y publica por primera vez las tres cartas encabezadas con un afectuoso "Cher citoyen" que ese hombre, Raimundo Wilmart –elogiado en vida y tras su muerte, en 1937, por lo más granado del establishment local–, le escribió al inventor del socialismo científico para dar cuenta de su tarea revolucionaria en Buenos Aires.

Pesadillas de revolución. Wilmart toma contacto con las ideas de Marx en Burdeos, donde conoce a Paul Lafargue, casado con Laura, la mayor de las hijas del autor de El Capital. Convencido militante comunista, participa del Congreso que la AIT realiza en La Haya, Holanda, en septiembre de 1872, donde se le encomienda viajar a Buenos Aires. En 1873, la sección argentina de la AIT tiene unos 250 miembros y publica un periódico, El Trabajador, cuyos ejemplares están hoy perdidos.

Pero la realidad local dista mucho de parecerse a la de las encendidas luchas proletarias europeas de las que proviene el joven revolucionario belga. "En tres cartas sucesivas a Marx, Wilmart informa de la situación argentina, pasando del entusiasmo inicial al desánimo", dice Tarcus. En la segunda de ellas, fechada el 27 de mayo de 1873, el enviado de Marx se queja de los militantes que va conociendo y que, para colmo de un internacionalista, están divididos (inmigrantes, como él, casi todos ellos) por nacionalidades: "Salvo la mitad de la sección francesa y de dos o tres españoles, no hay nada que pueda servir entre nosotros, y como decía un viejo de Junio, no se habría perseguido a los internacionalistas franceses si hubieran sido tan tímidos como nosotros. Comienzo a creer que no hay nada que hacer con los elementos de aquí. Hay demasiadas posibilidades de hacerse pequeño patrón y de explotar a los obreros recién desembarcados como para que se piense en actuar de alguna manera", le escribe.

En la tercera, del 14 de junio de 1873, dice: "Van mal las cosas por aquí: sesiones vacías, falta de buena voluntad. Otros tres (miembros) acaban de partir, el diario no ha aparecido a lo largo del mes último. El número que debía salir mañana, no aparecerá antes del 20. Los fondos faltan (...). No debemos desanimarnos nunca, pero hace falta mucha paciencia para soplar siempre sobre las cenizas que no quieren volver a encenderse".

Su desilusión –que pronto dejará lugar al desprecio– llega al clímax luego de repartir ejemplares de El Capital entre algunos comunistas locales en cuyas potencialidades confiaba. "Hasta ahora no se me ha dicho nada de El Capital y yo creo que ninguno terminó la lectura, pues nadie se toma el trabajo de pensar en este país. Para remediarlo, yo trataría de dar a las ideas y las teorías que allí están expresadas, una forma compatible con el aprendizaje oral, lo que no es muy fácil", le dice a Marx en su última carta. Si esto no es desprecio mezclado con una quimérica ilusión, es difícil definir qué es.

Completamente desanimado, Wilmart empieza a planificar su retorno a Europa e incluso le pone fecha al viaje. Sin embargo, nunca llegará a embarcarse. No sólo se quedará para siempre en la Argentina sino que también se pasará (casi, pero no del todo; o tal vez todo lo contrario, pensando en lo posible) a la vereda ideológica de enfrente.

Pegame y decime Marta. A principios de 1874, una enfermedad pulmonar lo obliga a viajar a Córdoba para someterse a un tratamiento médico. Allí pronto cambiará su historia: estudia Derecho y se casa con Carlota Correa Cáceres, una joven de la alta sociedad local, y luego se traslada a Mendoza, donde primero ejerce como juez civil y, más tarde, como camarista.

Cuando regresa a Buenos Aires, en 1899, es otro hombre: se dedica plenamente a la actividad privada y se hace cargo de la cátedra de Derecho Romano de la Facultad de Derecho de la UBA.

Tarcus rescata una anécdota que muestra por dónde anda entonces su pensamiento político. En 1900 integra el jurado que desaprueba la tesis doctoral de Alfredo Palacios sobre la miseria. Allí, el futuro senador socialista se refiere a "la influencia desmoralizadora de las fábricas". Wilmart le responde con una anotación donde pone en claro su confianza en el papel civilizador del capitalismo (o, quizás, en una necesaria etapa para la revolución):

"Fíjese señor Palacios, que esas mujeres de las fábricas tendrán un trabajo tan duro y penoso como quiera, pero en su limpieza y hábitos intelectuales y sociales, así como en sus costumbres y vida de familia, no admiten comparación con esas desocupadas de antaño, a quienes se llama, con injusta dureza, el chinaje. La industria, aun con el proletariado, es un progreso y una evolución; más adelantados están los que las fomentan que los que propenden a mantenernos en estado pastoril".

Palacios se quedará con la sangre en el ojo. Años más tarde, al publicar esta tesis con el título de La miseria. Estudio administrativo-legal, recordará la crítica de Wilmart, de quien dirá, en una irónica nota al pie, que "en otra época dio algún trabajo a las autoridades francesas por el hecho de haberse declarado socialista".

Raymond Wilmart tuvo seis hijos y murió el 26 de septiembre de 1937. Fue enterrado en el cementerio de La Recoleta donde, al cumplirse un siglo de su nacimiento, se descubrió una placa que lo describe como "notable jurisconsulto, académico, maestro del derecho romano, vindicador de la libertad humana". Nada dice, en cambio, de su militancia comunista ni de sus sueños revolucionarios.

Las cartas que le escribió Marx están perdidas para siempre. Una de sus hijas, Angélica Wilmart de Rodríguez (mujer de comunión diaria), las quemó, cuenta Tarcus, "temiendo que ese testimonio comprometiese la memoria de su padre y el honor de su familia".

Miradas al Sur

image Las cartas rescatadas por Horacio Tarcus de Wilmart a Marx

Estos testimonios permanecieron hasta ahora inéditas en castellano. Wilmart le escribe a Marx desde Buenos Aires explicando por qué no ve ninguna posibilidad para el marxismo en este país.

Ver Cartas / Ocultar ▼▲

Buenos Aires, 14 junio 1873296 C[alle] Chacabuco

Querido

Por mi última le remití la segunda de las letras de cambio de £8 a vuestra ciudad, y espero que Ud. no tendrá dificultad en enviar a Lisboa o a Madrid las pequeñas sumas que yo ahí debía.

No sé dónde he guardado la carta que escribí ayer para Ud., y no tengo sino el tiempo justo para enviarle una dirección de Londres, donde no tendrá más que remitirme lo que tenga para enviarme de fascículos, libros o folletos. No olvide atar el paquete con un buen cordel antes de envolverlo. La Aduana abre los paquetes, pero no los vuelve a cerrar y el contenido podría desparramarse o extraviarse.

He visto en la Gazette des Tribunaux el proceso de París: ¡qué comedia! No sé hasta ahora nada del de Toulouse (se refiere a los procesos judiciales a los comuneros de 1871).

Van mal las cosas por aquí: sesiones vacías, falta de buena voluntad. Otros tres acaban de partir, el diario no ha aparecido a lo largo del mes último. El número que debía salir mañana no aparecerá antes del 20. Los fondos faltan y hemos debido pagar entre 8 la impresión del último.

No debemos desanimarnos nunca, pero hace falta mucha paciencia para soplar siempre sobre las cenizas que no quieren volver a encenderse. Si estoy bien informado, España va muy mal (se refiere a la crisis que atraviesa entonces la Federación Española) y tengo la impresión de que es así en todas partes. Pensar que los españoles hubieran podido hacer tanto en su momento, y que ni siquiera alertaron al movimiento internacional.

Le estrecho afectuosamente la mano así como a su buena familia y a los amigos,

R. Wilmart

Buenos Aires, 27 mayo 1873

Querido ciudadano

Por el último paquete inglés he remitido una letra de cambio de £8 a la vista sobre C. de Murrieta OC a fin de hacer llegar £6 a Monteiro, £1 a Fontaine (los dos de Lisboa), £10 a José Mesa, reservándose usted los 10 restantes para cubrir el envío de 18 fascículos: hoy he dirigido la segunda, por si acaso la primera se hubiese extraviado.

Estaba en un error cuando decía que faltaba un fascículo Nº 2. Marchamos siempre muy lentamente. Ayer se trataba del crédito mutual, hoy de la educación mutual. Venimos de cursos de dibujo, de aritmética y de lenguas, lo que no es para nada posible en las condiciones en que nos encontramos.

Hay algunos días en que yo mismo me sorprendí de encontrar una reunión de propietarios de tierras en nuestra sala. Hace poco más o menos un año y medio, una parte de los miembros había imaginado especular corporativamente sobre las tierras y a tal efecto hemos comprado en las afueras de 2 cuadras (la cuadra tiene 150 varas de lado). Esto podría servirnos de campamento, me han asegurado, en caso de fiebre amarilla o de cólera. Esto es sin duda por lo que ellos me habían rechazado un artículo sobre la especulación de tierras y la carestía de los alquileres que de ella resulte.

Salvo la mitad de la sección francesa y de dos o tres españoles, no hay nada que pueda servir entre nosotros, y como decía un viejo de Junio, no se habría perseguido a los internacionales franceses si hubieran sido tan tímidos como nosotros. Comienzo a creer como Picard que no hay nada que hacer con los elementos de aquí. Hay demasiadas posibilidades de hacerse pequeño patrón y de explotar a los obreros recién desembarcados como para que se piense en actuar de alguna manera. No obstante, fue votada una proposición, encargando al Consejo Federal preparar los medios para crear la Federación de Oficios.

No conozco más que dos sociedades (la de los carpinteros y la de los sastres) y hemos tenido el talento de indisponernos con ellos a propósito de la sala que se les había prestado anteriormente gratis y de la cual casi los hemos puesto en la puerta.

El diario tiene 250 abonados, con 500 puede andar. Mientras tanto, buscamos los 250$ m/c que nos faltan cada vez. Es enojoso que no recibamos ninguna correspondencia de NY, ni de otra parte. Esto nos ayudaría a ponernos al paso con los trabajadores de otros países. Mientras tanto, le repito que no hay motivos para creer en la existencia de ninguna correspondencia con los 140 del Jura. Además, el día en que se pruebe que tales intrigas han tenido lugar, pronta justicia será hecha, puesto que sobre este capítulo la inmensa mayoría estaría contra los intrigantes.

Después del número conteniendo la decisión del C[onsejo] G[eneral], en lugar de esos que se negaron a reconocer las decisiones de los Congresos, soy yo el que no ha recibido más La Emancipación, de suerte que estoy plenamente a ciegas. Como le decía en mi última, me abonaría con gusto al Volkstaat.

Hasta ahora no se me ha dicho nada de El Capital y yo creo que ninguno terminó la lectura, pues nadie se toma el trabajo de pensar en este país. Para remediarlo, yo trataría de dar a las ideas y las teorías que allá están expresadas, una forma compatible con el aprendizaje oral, lo que no es muy fácil.

En cuanto a mí, estoy deseando retornar a Europa y espero con impaciencia el mes de febrero del año que viene. Si tuviera todo pago, sin duda me largo el 30 de ese mes.

Hay en Montevideo un español expulsado, el doctor Guisasola, médico. Estoy en correspondencia con él y veo que quisiera poder retornar a Europa; él tiene una excelente clientela y, si él parte, sería quizá bueno que Lafargue lo suceda si sigue deseando volver a América.

Hay en la provincia de E. Ríos una revuelta federalista que resiste hasta el presente, pero que no puede traer ningún cambio, porque la Constitución es federal y la única diferencia es que unos son partidarios de Buenos Aires y los otros, de las provincias. Es un resto de viejas luchas que se perpetúan por la magia de los nombres propios. Toda la política en este país es asunto de personalidades y apenas podrán creer en Europa que no solamente hay rivalidades entre los Estados sino también entre las provincias. Poco falta para que los europeos sean tratados como los bárbaros en Roma y es lo más natural darnos el sobrenombre de "gringos". Mucho de prejuicio de campo y de odio contra la Península Madre. Una desigualdad espantosa, desprecio por los negros; no se va con un obrero, se les pega a los criados y se es de una crueldad indignante. Se encuentra totalmente natural matar a los prisioneros. En el campo hay una desbandada desenfrenada. Sin la afluencia de extranjeros no habría ningún progreso posible, no se sabría otra cosa que montar a caballo.

No habiendo podido ocuparme de los despachos, le escribiré por el paquete francés.

Todo suyo y de vuestra familia

R. Wilmart 296 Chacabuco

publicadas en Pagina|12 15 de julio de 2007


Sobre esta noticia

Autor:
Garua (45 noticias)
Fuente:
garuax2.blogspot.com.ar
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Reportaje
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