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La odisea de los venezolanos para tratar de conseguir alimentos
Ayer, tal como lo hago desde hace demasiado tiempo, salí de madrugada a realizar la cola para, tratar de obtener alguno de los casi inexistentes productos regulados de la dieta diaria. Es indescifrable tener que combinar el agotamiento, la frustración, la rabia y la impotencia, de nuestro día a día, con la Esperanza y la Fe, que obliga nuestra cristiandad. Al llegar al supermercado, un centenar de personas más diligentes que yo, “disfrutaban” en penumbras, tratando de adivinar qué productos serían vendidos, y comentando las vicisitudes por las que había pasado para obtener un sitio relativamente privilegiado en la cola; desde el que recibió el empujón del amigo que tiene moto, hasta quienes ocupaban los primeros puestos, cuyo aspecto denotaba su pernocta in situ. Así pues, con la disciplina del caso, habían tres colas: una de los residentes del sector debidamente acreditados, una de los “tercera edad” y una de los demás. Tuve oportunidad de recorrer varias veces las diferentes colas y escuchar comentarios impublicables sobre la forma en que cada persona o grupo, resolvería el asunto, si tuviera en sus manos hacerlo. Para no quedarme atrás, a quien me quiso escuchar, le dije que a mi juicio el problema era la “guerra económica”, obteniendo por respuesta de algunos una mirada compasiva creyéndome desquiciado, o afectado por el madrugonazo, otros se ponían en guardia pensando que era una trampa que les tendía; y quienes si captaban la intención del comentario manifestaban con risueña cara, “tu te la das de jodedor”. Pude entonces constatar aquella prédica de una señora, otrora Jefa del Gobierno del Distrito Federal, de cuyo nombre no quiero acordarme, referente a la “felicidad que supone realizar esta actividad porque haces nuevas amistades”; yo no tuve esa suerte a pesar de haber permanecido allí cuatro horas, porque siendo las nueve y media de la mañana, “El SEGURIDAD” del supermercado nos pidió atención a los maltrechos formados para decirnos con clara e inteligible vos, “SE PUEDEN IR, PORQUE LA CAVA CON LA MERCANCIA NO LLEGO”. Porque sé que algunos no me creerán, les juro que nadie protestó. Al marcharse, unos recogieron sus sillitas, otros sus cartones y/o las bolsas sobre las que descansaban, y nos miramos sin hablarnos, compadeciéndonos recíprocamente y en silencio, avergonzados de haber perdido miserablemente el tiempo, cuales mendigos a las puertas de un Templo que no tuvo visitantes. Al llegar a la casa, donde me esperaban con ansiedad y poco optimismo, les dije que estaban vendiendo azúcar, café y harina, pero que no había Punto y yo no tenía afectivo, evitando asì que mis seres queridos sigan envenenando sus mentes, culpando al gobierno de todo lo malo como dicen los gringos, ya que al no haber Punto el responsable es el Banco capitalista y no el pobrecito régimen. Ta bueno ya vale….