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La tecnología es importante para la sociedad y para la economía. Definirá nuestro futuro y el de nuestros hijos. Les ayudará y acompañará. El cambio tecnológico es el motor del avance económico y social, hoy más que nunca.
Los cambios tecnológicos son como "explosiones", son latidos que proporcionan el impulso necesario para la evolución. Y ese cambio se ha acelerado en tiempos recientes: las "explosiones" son mucho más frecuentes. El corazón late más rápido.
La humanidad se ha dotado de un método perfecto para desarrollar tecnología. Combina lo que se hace en el mundo de la investigación pública y lo que hacen las empresas tradicionales y las startups. La parte pública la forman las universidades y centros de investigación, que incluyen las agencias de los gobiernos y los hospitales investigadores (efectivamente, los doctores que nos atienden cuando enfermamos también investigan).
En este escrito, hago una pequeña aportación relativa a estas entidades de perfil público, para mostrar su importante contribución a la creación de tecnología en el mundo.
Sin temor a equivocarnos, podemos decir que miles y miles de las soluciones tecnológicas de las que disfrutamos han sido creadas por ese sistema colectivo perfecto del cual nuestra humanidad se ha dotado: la investigación pública mundial.
Efectivamente, son miles y miles. No estoy exagerando. Consultemos por ejemplo los datos de la Association of University Technology Managers (AUTM), la mayor agrupación mundial en el ámbito de la transferencia de tecnología. La forman más de 3.000 personas que representan a 800 universidades, centros de investigación, hospitales investigadores y agencias gubernamentales de todo el mundo.
En los últimos 25 años, el trabajo de los investigadores de esas 800 instituciones ha dado lugar a 380.000 invenciones y 80.000 patentes (no todas las invenciones se patentan, por diversos motivos). Para que podáis apreciar la inmensidad de esa cifra, debéis recordar que en España se aprueban menos de 2.000 patentes cada año, incluyendo las que registran todas las empresas.
Pero, vuelvo a los datos de la AUTM. Los investigadores de sus 800 instituciones han creado 11.000 empresas en el último cuarto de siglo. Desde 1980, en colaboración con el sector privado, han desarrollado 200 medicamentos y vacunas. En un solo año (2017), esas 800 entidades gastaron 68.200 millones de dólares en I+D, generaron 24.998 invenciones y solicitaron 15.335 patentes.
Gracias al trabajo de sus profesionales encargados de la llamada transferencia de tecnología en esas instituciones, en ese mismo año, todo lo anterior resultó en 7.849 contratos con empresas (que otorgan a esas empresas derechos sobre las patentes), se crearon 1.080 compañías y 755 nuevos productos. Y, repito, estos datos son sólo de las 800 instituciones que están asociadas a la AUTM. Recordad que hay miles de universidades en el mundo (algunas fuentes dicen que son unas 28.000).
Os expongo algunos ejemplos de cosas que han salido de la investigación de perfil público: la penicilina, el GPS, la resonancia magnética nuclear, Internet y la web, los principales compuestos que se usan en quimioterapia contra el cáncer (carboplatin y paclitaxel), la primera hoja de cálculo, la bebida Gatorade, la pantalla táctil o el asistente Siri de Apple (sí, también tienen su origen en la investigación pública), la solución contra el raquitismo, la vacuna de la hepatitis B, la vacuna de la terrible Polio, el ADN recombinante, invención ésta que creó todo el gran sector de la biotecnología mundial, etc.
La humanidad se ha dotado pues de un instrumento colectivo tremendamente eficiente para crear conocimiento y tecnología: el mundo de la Ciencia. Y una parte importante de esa Ciencia se desarrolla en las universidades.
Pero, por otra parte, además de crear tecnología de forma directa, hoy algunas universidades se han estructurado para forjar y generar personas emprendedoras, que crean startups tecnológicas. Un número cada vez mayor de universidades estimulan a sus estudiantes para que aporten soluciones a los problemas y necesidades de las personas, creando empresas emergentes. A finales de siglo pasado, se hizo un estudio que tuvo un gran impacto y cambió la percepción sobre el papel de las universidades en su entorno. Fue un análisis del Banco de Boston relativo a las empresas creadas por los antiguos alumnos del Massachusetts Institute of Technology MIT. El primer párrafo decía lo siguiente:
"Si las empresas fundadas por graduados y profesores del MIT formasen una nación independiente, los ingresos producidos por dichas empresas convertirían a esa supuesta nación en la 24ª economía más grande del mundo. Las 4.000 empresas surgidas del MIT emplean a 1, 1 millones de personas y tienen ventas mundiales anuales de 232 mil millones de dólares".
Nuevos estudios, el último de 2015, llevados a cabo ahora por el Martin Trust Center for MIT Entrepreneurship, han actualizado los datos relativos al papel de los estudiantes de esa institución en la formación de startups. Son todavía más abrumadores.
La estimación actual es que los estudiantes del MIT son responsables de la creación de unas 30.000 empresas activas, con 4, 6 millones de empleados y cuya facturación equivale a la décima economía mundial.
Otras universidades consideran clave ese mismo indicador, ya que resume el papel de esas instituciones académicas en la generación de actividad económica. Es el caso de Technion en Israel, Tsinghua en China o Stanford.
El estudio de la Universidad de Stanford decía que, desde 1930, sus alumnos habían creado 39.900 empresas. Algunas de ellas son las siguientes: Tesla, Google, Instagram, Netflix, Linkedin, Cisco, eBay, Yahoo, Hewlett-Packard, Dolby, Logitech, Nike, Silicon Graphics, Sun Microsystems...
Con todos estos datos, estudios y referencias es muy evidente que el futuro pasa por los centros de investigación, las universidades y sus estudiantes.