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Mitos y verdades de los críos que dejamos en instituciones para poder ir a trabajar
En estas épocas, cuando las mamás nos vemos obligadas a salir a trabajar, que nos alimenten la culpa por dejar a nuestros hijos en las guarderías es realmente pernicioso.
Honestamente no me gusta disentir con los colaboradores de este medio de comunicación, pero realmente el artículo publicado acerca de las opiniones vertidas por la psicoanalista y psiquiatra infantil Eulàlia Torras de Beà, me han puesto en una situación más que incomoda.
Lo he pensado mucho, y no puedo callar ante lo leído. Yo también soy madre de tres hijos, hoy hombres.
Cuando bebés, no tuve más remedio que llevarlos a una guardería, necesitaba trabajar para mantenerlos, era un imponderable.
En aquél momento, también un prestigioso psiquiatra de nuestro país, ya fallecido, el Dr. Arnaldo Rascovsky, decía que los cinco primeros años de los niños eran fundamentales, que debían permanecer ‘pegados’ a sus madres.
Desde ya que a una madre no le resulta nada fácil, dejar a sus vástagos en una guardería, se siente culpable, sufre. Pero la opción es de hierro, con amor y besos, no se alimenta, no se viste, no se paga por pañales.
Yo también tengo experiencia, mis tres hijos son sanos mentalmente, estudiosos, exitosos, ¡FELICES!
Trabajan, tienen pareja, tienen amor, amigos, salud, y los tres fueron de muy pequeñitos a guardería.
Por supuesto que fui muy cuidadosa al elegirlas, y tuve las puertas abiertas para ingresar en ellas en el momento que quisiera, a la hora que fuera, controlar sus comidas, su trato y su bienestar.
Desde ya que a una madre no le resulta nada fácil, dejar a sus vástagos en una guardería, se siente culpable, sufre
Siempre pensé que entre optar por tener una persona en casa que los cuidara, que podía tener un mal día como cualquiera de nosotras, era preferible que ese amoroso cuidado se repartiera entre varias mujeres, porque entre ellas mismas, equilibrarían el resultado.
No me equivoqué. Así fue.
Nanas cariñosas, tiernas, solícitas, atentas al primer llanto, al primer desvelo. Incluso me enseñaron cosas que de primeriza desconocía.
Aquietaron mi culpa, me hicieron sentir paz, calmaron mi alma. Mis hijos estaban en buenas manos.
Por otro lado, la pediatra que los atendía, una profesional sabia y excelente amiga, me explicaba que el contacto con otros niños, iba inmunizando a los míos de los famosos gérmenes… un crío encerrado en una burbuja, cuando sale al afuera es mucho más propenso a las afecciones.
Y les aseguro, mis hijos no tienen ninguna psicopatología por más hallazgos en neurociencias y psicología evolutiva que lo diga.
Así que ¡por favor, no alimenten más la culpa!, es perverso, bastante tienen las jóvenes madres con el trabajo y sus hijos, como para cargar con ella…