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Crónica sobre bicentenario de la campaña libertadora
Homenaje al Bicentenario.
Crónica sobre la Campaña Libertadora.
Por el escritor e historiador: Jaime A. Valcárcel Rodríguez.
Pertenezco a la sexta generación de mis Ancestros Rodríguez, como los constructores de los olvidados molinos de piedra movidos por agua, quiero aportar a “Motu proprio” esta síntesis, ya que para este importante aniversario, se esperaba que la Gobernación hubiese auspiciado un concurso de historiadores y estudiosos del tema, para honrar tan importante evento, y no existió la visión requerida.
Socotá, fundada el 19 de enero de 1.602 por Gonzalo Sánchez de Flandes, es tierra privilegiada por formar parte del esquema concebido por Bolívar y Santander, quienes unificaron sus tropas en cinco batallones y constituyeron un solo ejército adoptando la mejor estrategia para llegar a la capital, donde se centraba el poder esclavizante y oprobioso del yugo Español representado por el virrey Sámano.
Bolívar como genio americano y sus generales, desde ese escenario, vislumbraron la libertad de América y como gran estratega y calculador, conocía rutas marítimas, fluviales y caminos Reales, pero el más desconocido fue precisamente el que formaría la ruta libertadora comenzando desde: Tame, Paya, Pisba, -Socotá, Socha, Tasco, Corrales, Gámeza, Tópaga, Tutazá, Belén, Cerinza, Santa Rosa de Viterbo, Duitama, Corrales de Bonza, Pantano de Vargas y Puente de Boyacá.
En el Bicentenario evoco como síntesis apoteósica esta página épica, que enmarca nuestra Epopeya en doradas letras con sello propio, que es una expresión palpitante de sus gentes, y al consagrarlo en este aniversario con emotivos sentimientos patrios, lo inmortalizamos.
El tema de los MOLINOS DE PIEDRA, fue algo novedoso para Bolívar y el ejército libertador, puesto que no conocían algo similar.
Para propios y extraños quiero describir que nos ubicamos en el profundo valle de GUATATAMO (Socotá), cuyo límite oriental es el Tambor, un peñón milenario cuya leyenda cuenta que dentro de él había un palacio encantado, sostenido por doradas arcadas (hoy extraen carbón por toneladas), allí se escuchaban los ecos de un tambor en noches plenilunadas, y luego la fascinación de áurea orquesta de líricas notas, quizás de duendes, ninfas, mangarrias o hadas, y a sus pies se bañaban en Pozo azul de aguas embrujadas. Siguiendo el cauce del río Arzobispo de transparentes y cantarinas aguas, antes de encontrarse con el río Pailas, tenía dominio mi Bistatarabuelo Patricio de Jesús Rodríguez, un terrateniente que había heredado propiedades hasta más adelante del lejano Chipaviejo y el Oso; él con mi Tatarabuelo homónimo suyo, por el año 1.785 construyeron el primer molino de la Región. Aquel visionario e ingenioso ancestro, ideó toda la logística para adelantar tan ambiciosa y difícil empresa. Dentro de sus tierras, en Corral de Piedra, encontró la clase apropiada de material, e instruyo a sus pedreros, quienes tallaban moles entre un metro, 1.10 mt. de diámetro por 0.60 mt. Y 0.80 de espesor y 0.08 y 0.16 de diámetro en el orificio del centro, con un peso de 1.8 y 1.5 toneladas. Con 150 obreros las trasladaban por terrenos de 45 y más grados de inclinación, exigiendo gran habilidad y heroísmo, convirtiéndose en una verdadera odisea, que finalizaba con un festival costumbrista, que hizo historia y se llamó: “las corridas de piedra”, naciendo así la primera industria harinera del País, porque se molía trigo, cebada y maíz.
Del primer molino, sus últimos dueños son los herederos de Agustín Rodríguez, y por el paso inexpugnable del tiempo, entre árboles, se le observa cual anciano decrépito y nostálgico amenazando derrumbarse. Esta reliquia como otros de menor edad, tienen el peso de la ingratitud e indolencia de 7 generaciones. Muy cerca de este existe afortunadamente funcionando otro molino, que es patrimonio ancestral y esta administrado por una bistataranieta Cornelia Rodríguez F.
El segundo molino fue construido por un hermano de aquel ancestro, por el año 1.800, que fue vendido y orgullosamente ostenta el nombre de “La casa de los Molinos” de Quebradas, que fue el refugio donde se hospedo y revivió la Libertad.
Allí, el 2 de julio de 1.819 arribó el general Joaquín Paris, el 3 el general Santander, el 4 el general Bolívar. La anfitriona fue doña Cleotilde Escobar de Niño, que con otras hermosas damas lugareñas danzaron con el Libertador y el estado Mayor, amenizados con chirrinche de Chusvitá, al son de guitarras, tiples y carracas. El jefe del estado Mayor general Carlos Sublette, pernoctó el día 5 en la Vereda de Aposentos, en casa de doña Avelina Vega.
En estas históricas fechas libertarias, mi bistatarabuelo con su hijo, ofrecieron a Bolívar 80 cargas de amasijo, un delicioso, clásico y nutritivo pan campesino, porque era el único poseedor de los depósitos de harina. Asi mismo donó 100 reces, también mulares, caballares y armas. Por esta sorpresa Bolívar lo condecoró de capitán y a su hijo de Teniente. Ellos y otros líderes de Aposentos, Cómezas, Coscatibá, Parpa y Mausa, los acompañaron y fueron testigos en Socha del apoteósico recibimiento en el templo, que por vehementes arengas del cura Romero, el pueblo se desvistió para vestir la extenuada y harapienta libertad.
Es útil reseñar como un paréntesis, para que los lectores traten de dimensionar un día de toda la abrumadora exigencia del trajín para alimentar 3.200 hombres con tres comidas cuando era posible: Se sacrificaban 6 o 7 reces, se preparaban 12 a 15 bultos de papas, 12 arrobas de arroz, 12 a 15 cargas de pan, de manera que la habilidad y destreza del equipo de rancheros no se nombra para nada (por no desdibujar el estilo de la épica e historia). Imagínense que la tropa la mitad tenía alpargatas y los restantes descalzos, sus vestimentas eran de clima cálido y al cruzar el páramo entre 5 a 10 grados Celsius bajo cero en invierno, se convirtió en un atroz camposanto por amor a la patria.
La casa de Quebradas, fue el único amparo para esa odisea y los generales con algunos integrantes del Estado mayor, que descansaron bajo techo y a la tropa le tocaba hacer grupos para cubrirse con cueros de res ante toda carencia de carpas. Sabemos que sus armas eran machetes, lanzas, escopetas y algunos arcabuces (los fusiles de hoy), mientras el ejército Español tenía toda la logística de guerra en condiciones envidiables.
Quien caía herido, tenía alto riesgo de morir, porque se carecía de medicinas adecuadas y el equipo médico era mínimo, de manera que quiero hacer presente en sus mentes y corazones la dimensión del costo de nuestra Libertad.
La sumatoria de tantos acontecimientos épicos y apoteósicos de la Gesta emancipadora, constituyeron la época de oro para nuestra entrañable región y la Patria, y el costo que ya se ha expresado de tantos héroes caídos sin nombre ni apellido, que demostraron el valor y amor a la Patria y que las generaciones en sus fueros internos no han valorado la historia, porque lo más imperdonable que existe en la vida, es la ingratitud, pero en el Bicentenario, estos sitios históricos de manera específica, siguen en completo abandono ante la insensible mirada de los gobernantes Municipales y el Departamental. ¿Cuánto tiempo habrá que esperar para honrar con justicia la Historia?