¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que George Best escriba una noticia?
Lo que se han perdido los delincuentes de ayer por no ser contemporaneos con la tv de hoy
A Samantha y Julieta, aquellas indomables niñas del caso Cóppola, la gente aún las para en la calle y les piden autógrafos. Condenaron a Fendrich, aquel tesorero del Banco de Santa Fe y al concluir el juicio los que estaban en la calle lo aplaudían. Frente a la casa de Maradona, el diego más famoso, se reunían un montón de pibes para animar al ídolo y vivar al manager no menos conocido. A Barreda, aquel asesino de su esposa e hijas hay quienes lo admiran y aún reclaman su libertad definitiva. Es un fenómeno difícil de explicar, pero aparentemente todo lo que pasa en la TV genera alguna adhesión.
Lo mismo si canta, reclama por los derechos humanos, llama a la guerra santa se pelea con su marido por la tenencia de un pibe, vende droga, es víctima de un abuso sexual, lucha por que le aumenten a los jubilados, le otorgan el Premio Nobel de Química, da un golpe a un banco, bate un record de permanencia en la bañera o es sorprendido arreglando un retorno en el senado.
Chorros, asesinos, muchachas de vidas livianas, corruptos hubo siempre. Los casos mas sonados aparecían en la portada del desaparecido diario Critica y si el tipo era una asesino serial, como el petiso orejudo; alguien que había cometido un horrendo crimen, como el matador de Martita Stutz o que había eliminado a toda su familia como Mateo Banks, no faltaba tampoco el retrato lleno de flechas dirigidas a los ojos, las orejas, la boca donde se marcaban las huellas de su degeneración.
"A VECES, LE JURO, PIENSO EN LO QUE SE PERDIERON, LOS MALANDRAS DE NUESTRO TIEMPO Y SE ME CAEN LOS LAGRIMONES
También se contaban otras historias como la de “Mate Cocido” o Bairoleto, de la banda mafiosa de Ágata Galiffi, las hazañas del “Pibe Cabeza”; o los duelos de Vilariño, el rey del boleto, con el archifamoso comisario Meneses.
Pero no se recuerda de nadie que haya tendido un pasacalle ante la vieja cárcel de Caseros, por ejemplo, firmado por las fans de Robledo Puch o el círculo de amigos de Catalino Domínguez, el asesino de su madre.
“¡Como cambio todo! – reflexionó el reo de la cortada de Varela en Villa Soldati sentado en el bodegón “Los Amigos” frente a un café, una medialuna y un pucho mal apagado – a veces, le juro pienso en lo que se perdieron los malandras de nuestro tiempo y se me caen los lagrimones. ¿Se acuerda del petiso orejudo? Nació horrible, el mate como un melón, las orejas puntiagudas, no lo quería ni la vieja; mataba a los pibes metiéndoles clavos en la cabeza; era tan despreciable que lo amasijaron los mismos presos en Ushuaia.¡Mire si viviera hoy! Estaría en todos lo programas de televisión, seria tapa de revistas, tendría juicio en vivo, en directo y con sponsor. Y cuando se lo llevaron para el sur, entre una nube de cables, micrófonos y movileros, no solo lo despediría una multitud sino que alguien le gritaría: ¡Bien Petiso! ¡ÍDOLO!