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Las nociones de izquierda y derecha son relativas y sus contenidos cambian. Los centros son aún más inciertos y movedizos. No obstante, todo movimiento sólo pueden ser caracterizado en su tiempo y su espacio
La práctica usual de la derecha ante la izquierda consiste en adscribir a esta última valores terribles. Una recurrencia judicativa que la derecha se adscribe con ciertos valores divinos y que a su entender la hacen mejor que el resto, ya que el mandato por la gracia de Dios es consubstancial al quehacer político. Pero, lógicamente, tal metodología axiológica no es neutral, debido a que para la derecha los valores se ordenan jerárquicamente, lo que suele implicar la afirmación de una superioridad con respecto a los de la orientación contraria.
Además, adjudicarse este valor positivo sugiere carencias en quien no lo posee. Es decir, son fundamentalmente morales y les es intrínseca la gradación que va desde lo óptimo hasta lo pésimo pasando por lo mejor, lo bueno, lo mediocre, lo malo y lo peor. Donde ellos son lo bueno y la izquierda lo malo. Y esto no es otra cosa que abandonar la neutralidad para incidir en la diatriba expresa. Y lo estamos viendo estos días en el Congreso, donde las derechas acusan a las izquierdas de traer consigo el fin del Estado, la ruina y la ruptura de España.
Todo esto para asustar al ciudadano corriente, cuando en realidad el valor predominante de la izquierda es la igualdad, ante la jerarquía que mueve a la derecha. O lo que es lo mismo la libertad real frente su orden impuesto.
La igualdad de los individuos humanos no es un ideal, ni tampoco una utopía, es una necesidad técnica. Y posible mediante la igualdad de oportunidades; pero este objetivo aterra a esas derechas reaccionarias, que tienden a postular discriminaciones injustificadas.
La pretensión izquierdista de encarnar la demanda de igualdad de oportunidades es para estos reaccionarios conservadores ser "progre". Tan vil manipulación del lenguaje es pura corruptela. La igualdad de oportunidades no la puede negar nadie. Ni la voluntad de imponerla. Y menos esta gente expoliadora, corrupta y sectaria.
Lo que resulta patético es esa manía cansina de autoapología conservadora. Elevando sus valores como superiores a los otros, situándose en absurdo elogio propio y la crítica desmedida ajena. Quieren jerarquía, pues bien, para ellos, porque ningún sometimiento es inicialmente grato.
Desde Marx, la producción teórica de la izquierda ha sido mucho más voluminosa y compartida por mayor número de intelectuales que la de la derecha
Pero claro, estos entusiastas de la España apolillada, para asustar y convencer al pueblo de su falaz visión, tiran del recurso histórico para corroborar su singular interpretación. Y cuentan con alegría y entusiasmo que la izquierda propiamente dicha, es sinónimo de dictadura, y se inventan discursos con actores como Venezuela, cuba, Rusia o el Frente Popular. Dónde es necesario un presunto salvador de la revolución como Napoleón, Pinochet o el mismo Franco, capaces de crear la suntuosa aristocracia familiar y militar de un estado represor y castigador. Con su natural abismo de desigualdad que separa al pueblo de las aristocracias. Esas clases privilegiadas y aún más enriquecidas, gracias al corrupto proceso de expoliación.
Y hablan de Lenin y de como condenó a las élites por explotadoras de los trabajadores, y de como él mismo engendró más desigualdad real de la que existía. Consignas propagandísticas que nada tienen que ver con el hecho real y actual de lo sociológico o político. Pero asusta, que es lo que buscan.
Es este pues un análisis conceptual que confirma su necedad. Existen progresistas igualitarios y no igualitarios, del mismo modo que hay conservadores igualitarios y autoritarios. La igualdad es un valor que no se opone, ni excluye, sino que es compatible y complementaria a todo elemento de la sociedad.
Exagerando el discurso, es verdad que algunos afirman que la derecha es el egoísmo interesado y la izquierda el altruismo filantrópico. Aunque tal interpretación no es una caracterización real, sino una dogmática descalificación de la derecha. No obstante, un examen sereno de la realidad contemporánea, con el más elemental balance sin apasionamientos nos indicaría que el mal no es patrimonio de unos, como tampoco lo es el bien de otros. Por eso no entiendo ese miedo exacerbado de la derecha que recurre a métodos poco dignos y muy sucios para que haya un Gobierno de coalición progresista, a no ser, claro está, que no sea tan desacertada esa tesis exagerada de que la izquierda es el bien absoluto para una sociedad.
En definitiva, a mi entender, son tan falsos los dilemas entre orden y justicia, jerarquía y libertad, conformismo e inconformismo, como lo son entre tradición y ciencia, nacionalismo y cosmopolitismo. Esto solo crea conflictos sociales de escasa luz lógica. Quizás los demagogos de derechas y sus medios de comunicación escribas no dejen nunca de aferrarse a tales manipulaciones; pero el pueblo, cada vez más preparado sabrá repudiarías por ideológicas en el peor sentido de la palabra.
Es necesario abandonar la pretensión moralista conservadora, tal vez atrayente para el acomodado, el pudiente y el borrico ignorante y buscar una conceptualización compatible únicamente con el momento histórico de una época ya que no aplicable a los nuevos tiempos y a su evidencia presente.