¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que María Rosa Meléndez escriba una noticia?
Alfonsina y el amor. “Alguna vez andando por la vida, por piedad, por amor, como se da una fuente sin reservas, yo di mi corazón…” Y esa entrega piadosa e íntegra que surge de lo más profundo de su esencia femenina, incomprendida y agraviada -”Hombre, yo quiero que mi mal comprendas…”
La huella de Alfonsina
1, 971. 4° 6° del Normal N°4. Bachillerato en Letras. Hora de Literatura. La profesora nos asigna como tarea preparar una clase especial sobre Alfonsina Storni. Es la época de las diapositivas. Iluminamos con imágenes una bella poesía. Pero no nos conforma. Hacemos algo más: visitamos a Alejandro Storni. Una conversación con su hijo, nos abre un corredor hacia la “escritora de América” que no se cerrará jamás. El hombre recuerda especialmente los días de docencia de su madre. Alude a las grandes actrices argentinas que estudiaron teatro con ella en el Lavardén…”Algunas- nos dice- no lo mencionan nunca porque se trataba de una escuela de doble escolaridad adonde asistían los niños más pobres…como si eso les diera vergüenza…”
Pasaron mucho más de treinta años de estos recuerdos ya empalidecidos. Sin embargo, junto al libro ajado, aún conservo aquella marca de emocionada admiración que, indeleble, grabó en mi ser, la imagen de Alfonsina.
Alfonsina y la docencia. Ejerce en la escuela nocturna de adultos, enseñando el castellano. No la asignatura “Lengua”, como si la nuestra no tuviera un nombre y una historia, sino “Castellano”, el claro idioma que va dulcificando con su decir poético y afirmando con su preciso apego a la verdad. Enseña teatro a los niños y escribe obras para ellos, porque la docencia es creación, camino nuevo: Blanco…Negro…Blanco” y “El Dios de los Pájaros”, sembrando valores profundos. Sería cuestión de desempolvarlos para que nos sigan inspirando.
Alfonsina y el amor. “Alguna vez andando por la vida, por piedad, por amor, como se da una fuente sin reservas, yo di mi corazón…” Y esa entrega piadosa e íntegra que surge de lo más profundo de su esencia femenina, incomprendida y agraviada -”Hombre, yo quiero que mi mal comprendas…”, “Por un miserable muero de ternura…”, ”…tú me quieres nívea, tú me quieres blanca, tú me quieres alba…”- abre dos caminos: el deseo de lo ideal: “Ahora quiero amar algo lejano… Algún hombre divino…”; “”Quiero un alma, es un alma lo que busco en la vida…”; “un deseo divino me devora…”, y la rebelde lucha por la libertad humana, que no encontrará reposo en toda su trayectoria poética y se constituirá en un tópico, que se inicia casi tímidamente, como una inquietud que despierta en el seno de su experiencia de vida: “¿Qué diría la gente, recortada y vacía, si en un día fortuito, por ultrafantasía, me tiñera el cabello de plateado y violeta, usara peplo griego, cambiara la peineta por cintillo de flores: miosotis o jazmines, cantara por las calles al compás de violines, o dijera mis versos recorriendo las plazas, libertando mi gusto de vulgares mordazas?”…Finalmente, ha resistido la crítica, hasta en el teatro Cervantes, con la mismísima presencia del presidente de la Nación, Alvear; ha resistido el escándalo en su vida personal mucho más allá del límite que impone la época, porque ha sido fiel a sí misma. Suavemente descubre que simplemente “…pensarlo me da un poco de risa.” Sólo quiere liberarse de ese “hombre pequeñito que la tuvo en su jaula de convenciones mal disimuladas, a quien amó “…hasta llorar, hasta morirme…hasta odiar….hasta la locura…”, liberarse de la vulgaridad – “vulgaridad, vulgaridad me acosa”- Y así camina su trayecto poético, entre la búsqueda y el espanto, el cansancio de su “ misión de rosa” y el tema al que entregó sus más bellas páginas, la naturaleza, una naturaleza preñada de sentimientos juveniles, femeninos, puros, que llega del “dulce tiempo de sierras cordobesas…” y de “la dulce San Juan…” marcando el tiempo con …”vagas melancolías…” y presentimientos…, enfrentada con la tristeza de la ciudad y sus “…calles derechas, agrisadas e iguales…”.
Alfonsina mujer total.
Alfonsina de pronto seductora – “Desde mi asiento, inexpresiva espío, sin mirar casi, su perfil de cobre. ¿Me siente acaso? ¿Sabe que está sobre su tenso cuello este deseo mío de deslizar la mano suavemente por el hombro potente?”; “Al tímido amante le replico así: - te andaba buscando, creía morir”.
Alfonsina madre – “Se inicia y abre en ti, pero estás ciega para ampararlo…y sientes ya que morirás un día por aquel sin piedad que te deforma.”-
Alfonsina y el mar, como símbolo de la muerte, pero también Alfonsina y la flor – esa que el rosal tira, disimulado, sobre la cabeza del niño pobre para convertirlo en un Eros con “corona divina”; esa que es ella misma: “soy esa flor perdida que brota en tus riberas..”; que espera consecuente con su misión poética: “arbusto dame flores…me sabrán a licores…”; y también la misma muerte.inmensidad-amor que “florece su campo de nomeolvides…”, la misma que, “nodriza fina”, tiene “dientes de flores”, porque su mismo corazón era “una flor de espuma, un pétalo de nieve…” entre la primavera y la desilusión, esperanza y desencanto, como símbolo de la vida que permanece, arrastra y fecunda. Por lo tanto, Alfonsina, mujer sáfica, mujer ineludible en el camino de la búsqueda poética, que nos invita a una relectura menos frívola, de su interpretación cósmica de la vida y de la muerte.
María Rosa Meléndez