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La imprenta de la Patria en Cafayate
La Real imprenta de los Niños Expósitos
El escritor, historiador y periodista C. Galván Moreno, en su libro “El periodismo Argentino. Amplia y documentada historia desde sus orígenes hasta el presente”, que apareció en 1944, escribió sobre Salta lo siguiente: “Una añeja reliquia, en materia de prensa, fue la base del periodismo salteño. Aquella legendaria imprenta traída de Córdoba por los jesuitas, al finalizar el siglo XVIII (1764), transportada más tarde a Buenos Aires por el industrioso Virrey Vértiz (1780); convertida poco después en la célebre Imprenta de Niños Expósitos, por la cual se tiraron los primeros periódicos de Buenos Aires, fue llevada a su vez (1824), cuando descansaba ya vieja y abandonada a la ciudad de Salta. Allá terminó su gloriosa carrera en una forma harto marcial para ser lo que había sido”.
El último párrafo hace referencia a un hecho histórico ocurrido en 1867 cuando el caudillo catamarqueño Felipe Varela invade la ciudad de Salta. Los defensores, con pocas armas y menos municiones, pero con gran coraje, dispuestos a vender cara la derrota convierten en balas los tipos de imprenta de la vieja prensa arrumbada en algún lugar de la ciudad.
Don Francisco Centeno cuenta que los defensores, “jóvenes, la mayor parte de ellos, pero guapos y decididos manejaron con entusiasmo algunos cañoncitos, de cargar por la boca, que convenientemente colocados, disparaban proyectiles de imprenta y, semejando juego de bochas, rodaban por las calzadas invadidas por la nueva mazorca”.
El historiador Luis Arturo Torino en su obra “La invasión de Varela y el Gobierno de Ovejero”, nos cuenta que los tipos de imprenta de los Niños Expósitos, con que Rivadavia obsequió a Salta por el año 1824, fueron fundidos a falta de plomo, para hacer balas de cañón y fusil. Pero, la historia de la misma no terminó allí.
Ocaso y resurrección
Para Galván Moreno todo habría terminado para la imprenta entonces. Tanto es así que a manera de réquiem dice: “Los plomos de la vieja imprenta que, en signos de alfabeto lidiaron tan cruentas batallas contra la barbarie, volvieron a ser plomo que horadando las carnes de los forajidos, permitió a la plaza sostener su defensa durante dos días y salvarse”. Sin embargo, lo que quedó de la imprenta, la prensa, algunas cajas y otros elementos fueron adquiridos doce años después por el periodista don Tomás Agustín Arias Chavarría, quien los trasladó a Cafayate, donde continuó imprimiendo periódicos hasta el año 1928 en que fue empastelada por un grupo político.
El 27 de Junio de 1886 apareció en Cafayate el primer periódico departamental: “El Progreso”, cuyo director, impresor y redactor fue don Agustín Tomás Arias Chavarría. La Imprenta utilizada fue la de Los Niños Expósitos, que daría luz en 1891 “El Calchaquí” y en 1916 “La Verdad”.
En un folleto que apareció en el año 1956 Don Atilio Castelli sostiene, que después de sucesivas operaciones quedó como propietario de la imprenta don Clodomiro Villagran. Al fallecer éste en 1920, y a raíz del juicio sucesorio, el juez en lo Civil Dr. Alejandro Basan ordenó el remate de varios bienes del causante, entre ellos la imprenta. En la subasta resultó adjudicatario de esta reliquia histórica don Florentín Tilca.
Luego el 16 de Noviembre de 1944 –continúa Castelli- la histórica prensa fue enviada desde Cafayate a Buenos Aires a pedido de la Cámara de Industrias Gráficas de la Unión Industrial Argentina y fue exhibida en la Exposición del Libro Argentino.
En 1946 la imprenta regresa a Salta siendo su nuevo destino en calidad de préstamo el Museo histórico de la ciudad, quedando allí un tiempo sin que se le diera el valor histórico y la importancia merecida. Retirada de ahí por su propietario el señor Tilca, la prensa fue llevada al Centro Argentino de Socorros Mutuo y luego a la Escuela de Artes “Tomas Cabrera”. También estuvo en exhibición en el diario El Intransigente, con posterioridad en una casona de propiedad de don David Michel Torino, ubicada en la calle 20 de Febrero entre Güemes y Belgrano donde funcionó un tiempo el Comité Provincial de la Unión Cívica Radical del Pueblo. Años más tarde volvió a Cafayate donde se encuentra actualmente en el Museo del Vino, luego de haber sido donada a la municipalidad.
En torno a ella hay una rica historia: la de la Patria, Salta, del periodismo y de las luchas políticas. Algo que no pudo completar Galván Moreno y que le hubiera gustado hacerlo.
Cuna del periodismo Rioplatense y Salteño
La imprenta que cargaron en un puerto español en 1764 con destino al Río de la Plata, es la que hoy se exhibe en el Museo del Vino, en Cafayate. Es la cuna del periodismo rioplatense con el Telégrafo Mercantil en 1801 y del salteño con la Revista Mensual en 1824. Fue traída para el Colegio Monserrat de Córdoba y luego llevada a Buenos Aires, por el Virrey Vértiz como Real imprenta de los Niños Expósitos en el año 1780. Desde 1801 a 1810 imprimió además del Telégrafo Mercantil, dirigido por el pintoresco extremeño Cabello y Mesa, el Semanario de Agricultura del criollo Vieytes, el Correo de Comercio de Manuel Belgrano y la Gaceta de Buenos Aires, órgano de la Junta Revolucionaria de Mayo, donde se destacó la pluma de Mariano Moreno.
El progresista Virrey Vértiz, introductor de la imprenta en Buenos Aires – ochenta y dos arrobas pesaban los enseres de la misma- dice en sus memorias que la misma que se compró en el Colegio de Monserrat, donde estuvo un tiempo abandonada desde la expulsión de los jesuitas, fue de muy costosa recomposición. Lejos estuvo de pensar que esos tipos de plomo, serían los que en 1813 imprimieran la canción patriótica conocida como Himno Nacional Argentino.
En cuanto a los redactores de la Gaceta de Buenos Aires, que en ese tiempo se les decía editores, fueron el presbítero Alberti y luego Mariano Moreno hasta diciembre de 1810; desde esa fecha hasta marzo de 1811 lo fue el Deán Gregorio Funes; lo siguió hasta octubre de ese mismo año don Pedro José Agrelo; lo sucede hasta noviembre don Vicente Pazos Silva o Pazos Kanki; luego Bernardino Rivadavia designa co-redactor de la Gaceta de los viernes a Bernardo de Monteagudo y de los miércoles a Pazos Silva.
En abril de 1815 asume como redactor de la Gaceta el emigrado chileno Fray Camilo Enríquez. Desde 1816 hasta 1820 es redactor de la Gaceta el doctor Julián Alvarez. Lo sucede el camarista doctor Manuel Antonio de Castro, salteño, desde septiembre de 1820 hasta su cierre definitivo en 1821 en que se convierte en Boletín o Registro Oficial por resolución dictada por Bernardino Rivadavia.
Sintetizando podemos decir que el periodismo argentino nació al son de tambores de guerra, a dos semanas de la revolución del 25 de Mayo. El 2 de Junio, al mismo tiempo que forjaba ejércitos, la Junta dicta el decreto por el cual se ordena “salga a la luz un nuevo periódico semanal con el titulo de Gazeta de Buenos Aires, que se imprimirá en la imprenta de los Niños Expósitos”, la misma aparecería el 7 de Junio.
La Gaceta, según Galván Moreno, “fue el primer periódico netamente argentino. Es un verdadero monumento del periodismo nacional”.De ella ha dicho Zinny que es “el periódico de más importancia y que necesariamente tendrá que consultarse para escribir la historia de Sud América”
Juan Carter sostiene que el contenido de este periódico (La Gazeta) “registra, salvo raras excepciones, la historia del país en parte, y la local casi en su totalidad, de la época comprendida por el periódico, que es, puede decirse, nuestra primera época de
vida revolucionaria y el comienzo de la siguiente que es la de transformación social”. José Torres Revello opina… “era una valiente voz humana que anunciaba el nacimiento de nuestra amada patria; era la libertad que luchaba en letras de moldes contra todo un pasado”.
Es bastante significativo que Mariano Moreno se haya servido de una pequeña imprenta, traída por los jesuitas al país, llevada luego a Buenos Aires por el Virrey Vértiz para publicar el primer periódico de la revolución, íntimamente ligado con los principios de nuestra nacionalidad. La misma volvió a imprimir tres años después de cerrarse La Gaceta, en Salta, cuyo último redactor fue un ilustre hijo de la ciudad, el doctor Manuel Antonio Castro, donde fue llevada por el hijo del Gobernador Arenales y
un joven imprentero, que había aprendido el oficio en Estados Unidos y que sería uno de nuestros grandes poetas gauchescos: Hilario Ascasubi.
Ascasubi: imprentero y periodista
En el invierno de 1824 una tropa de carretas, lentas, pesadas y crujientes avanzan lentamente por caminos cordobeses. Vienen de Buenos Aires y van a Salta.
Llevan armas y una imprenta para el gobierno del General Arenales. Entre los pocos pasajeros va un joven de 18 años, “de pelo alborotado y rebelde, de fácil sonrisa, vivos los ojos y ademán desenvuelto”. De piel blanca y tostada por el sol, de bigote y barba incipiente que, al atardecer, llegando a las cercanías de la Posta de Fraile Muerto, se vuelve pensativo. Es que por allí nació, en un verano lluvioso, allá por 1807. Se llama Hilario Ascasubi y como lo cuenta Ricardo Rojas, “a una de las viajeras del convoy, habían acometido los dolores del alumbramiento y no hubo más remedio que improvisar bajo una de las carretas el lecho puerperal.” “Parió allí la doliente –dice Rojas- dando a luz un gauchesco parvulillo a quien llamaron Hilario y, andando los tiempos supo mostrarse digno de aquella cuna presagiosa. Tal fue la natividad de Ascasubi sobre el salvaje lecho de herbazal pampeano. Bajo la noche augusta del desierto, una tolda de nubes encapotaba el cielo, de horizonte a horizonte y lejanos truenos retumbaban por el abovedado silencio”.
El mozo Ascasubi, que nació en la inmensidad, entre relinchos y relámpagos, estaba llamado a ser imprentero, periodista, guitarrero y guerrero, uno de nuestros mayores poetas gauchescos, comerciante y político; en esos momentos no era nada más que un muchacho andariego, sediento de viajes y aventuras. Fue así que dos años atrás llegó a Estados Unidos donde aprendió el oficio de tipógrafo por lo que fue contratado por el encargado de negocios en Salta.
Jorge Luis Borges escribió más de un siglo después que “Ascasubi y la Patria crecieron juntos. Le tocaron en suerte aquellos años del principio y del caos, no tan lejanos en el tiempo y casi inconcebibles ahora, en que el hombre compartía la tierra con la antigua soledad y la hacienda brava, y que nos dejan una sensación de multiplicidad y vértigo, ya que en aquel desmantelado escenario cada uno tenia que ser mucho”.
La Imprenta viajera
El imprentero Ascasubi, cuando llego a Salta, fue recibido con afecto y curiosidad. Uno de sus biógrafos por antonomasia Manuel Mujica Lainez recuerda que en ese momento, Salta era una ciudad que conservaba intacto el contraste de señoril sencillez y auténtico lujo que diera sello durante la dominación hispana, donde aún se levantan en ella las nobles iglesias que fueron demolidas más tarde. Relata también que un religioso fervor decoraba la ciudad de geométrico aspecto, alineada en el Valle de Lerma, y a poco que el visitante se asomara a patios y capillas, percibía por doquier idéntico olor a sahumerios.
Por allí anduvo y pasó el joven Hilario Ascasubi. Contratado como profesor imprentero –según el contrato firmado con Victorino Sola delegado comercial de Salta en Buenos Aires- tenia que imprimir todo lo que el gobernador le mande. En cuanto a las impresiones que ocurran de particulares, la utilidad será propia del profesor, que podrá enseñar y hacer trabajar al mismo tiempo para obras del gobierno y suyas, tres o mas jóvenes.
A todo esto la imprenta utilizada era la de los Niños Expósitos, la misma que imprimió el Telégrafo Mercantil, El Semanario de Agricultura, La Gaceta de Buenos Aires y el Himno Nacional. La que compraron a España los jesuitas del Duarte Quiroz de Córdoba y que luego el Virrey Vértiz llevó a Buenos Aires. Don Miguel Solá, historiador y periodista cuenta que la primera imprenta salteña se instaló con materiales de la Imprenta de los Niños Expósitos, adquiridos en 1824 por el Agente del Gobierno de Salta. Don Victorino Solá aclara que si bien en su libro “La imprenta de Salta” dijo que la prensa, tipos y útiles fueron cedidos gratuitamente por Don Manuel García, Ministro de Hacienda, interpretando los términos del Presidente Rivadavia y una referencia de José Arenales, hijo del general Gobernador de Salta, con posterioridad está en condiciones de rectificar este acierto. En efecto, según Solá los materiales adquiridos por la provincia de Salta fueron pagados a un precio reducido (cuatrocientos cincuenta y siete pesos) lo cual no le resta exactitud a las palabras de Arenales, quien en sus noticias históricas dice que Salta tuvo imprenta “gracias a la literalidad del Gobierno de Buenos Aires”.
La Imprenta de la Patria
El mismo Arenales que se hizo imprentero y redactor al lado de Ascasubi, al que luego reemplazó, escribió que con el nombre de “Imprenta de la Patria” se instalo la primera imprenta salteña, que comenzó a trabajar bajo la dirección de Hilario Ascasubi.
“La primera impresión que dio a luz –continua Arenales- fue la revista Mensual que no pasó de nueve o diez números y cuya redacción costó al que escribe uno de los más amargos disgustos que haya experimentado en su vida”. ¿Cuál fue? Lo veremos a su tiempo.
Pero ahora nos centraremos en la personalidad del Joven Ascasubi, en su espíritu chacotón, su pluma cáustica, propia de su edad, que poco y nada tiene que ver con el poeta de años posteriores, el soldado que se hizo bajo el mando de “Manco” Paz, el amigo de Juan Lavalle o el admirador de Musset, o el fino y sociable diplomático que frecuentaba las reuniones de los grupos selectos de la sociedad francesa. Algunos de sus biógrafos entienden que Ascasubi maduro rápidamente con la experiencia salteña y que de aquí salió periodista y poeta como con Paz salió soldado.
De como una pieza clave de la Historia llegó a los Valles Calchaquíes
Los primeros periodistas
Manuel Mujica Lainez en su libro “La vida de Aniceto El Gallo (una biografía de Hilario Ascasubi)” dice que el 20 de septiembre de 1824 –y al precio de un real apareció la Revista Mensual de Salta, el primer periódico impreso en esta provincia, que a partir del número 5 se llamó La Revista de Salta y que solo duraría tres números mas, ya que el ultimo aparecería el 5 de marzo de 1825. Era su redactor Don José de Arenales, hijo del gobernador. Comenta “Manucho” (apodo de Mujica Lainez) que José
Ildefonso, soldado como su padre, había sido ayudante de San Martín, con quien realizó las campañas de Chile y del Perú. En 1833, siendo teniente coronel graduado de artillería e ingeniero encargado del Departamento Topográfico de Buenos Aires, publicó sus importantes “Noticias Históricas y Descriptivas sobre el Gran País del Chaco y Río Bermejo”. Sosegado, estudioso y dado a las minucias, su carácter no pudo avenirse con el de Ascasubi –jovial, dicharachero, astuto y maquinador de chascos. Si a ello sumamos sus desavenencias con el propio gobernador, un veterano de las guerras por la independencia, militar recto y severo, su cesantía como imprentero era inevitable, lo que ocurrió en 1825.
Por otra parte, el doctor Teodoro Sánchez de Bustamante, quien –según una información de la propia Revista- llego a Salta el 29 de septiembre de 1824, “después de un largo viaje desde Córdoba para hacerse cargo de la Secretaria de Gobierno de la Provincia, fue también redactor de la Revista Mensual”.
Contenido de la Revista
Mujica Lainez, que declara haber podido consultar la única colección de la Revista que se conoce en el país, sostiene que este periódico estuvo dedicado, en gran parte, a comentar la organización del Congreso Unitario de Buenos Aires como también a exponer sus puntos de vista sobre el mismo con diversos artículos en los que no escatima aplausos y elogios. En sus columnas se insertaron asimismo escritos reproducidos de periódicos porteños, especialmente de El Argos que saludó con alabanzas la fundación de la Revista Mensual. El Argos fue redactado por el Deán Funes, Ignacio Núñez, Santiago Wilde y la Sociedad Literaria y es considerado como un bello exponente –“una luminaria”- del periodismo de esa época (1821-1825).
Bajo el titulo de “Provincias Unidas del Río de la Plata”, El Argos dice lo siguiente: “Nos es altamente satisfactorio dar principio a este articulo felicitando a la provincia de Salta por el interesante periódico que por primera vez ha aparecido en ella, bajo el titulo de Revista Mensual. Las ideas de que sus ilustrados escritores acreditan hallarse animados, y que hacen entrever en sus primeros trabajos, inducen a esperar los más felices resultados a favor de la civilización y de la prosperidad general”. El periódico La Revista Mensual reproducía y comentaba los decretos y resoluciones del gobierno de Salta, las causas civiles y criminales, las noticias del Alto y Bajo Perú, donde hasta diciembre que fue la Batalla de Ayacucho, se vivían horas de profundas tensiones y aprestos bélicos entre patriotas y realistas que terminarían al año siguiente con la derrota y muerte de Olañeta. Todas estas cuestiones que tanto interesaban a los salteños se alternaban con notas lugareñas, como por ejemplo: el comportamiento del pueblo durante las fiestas de carnaval.
Los tres primeros
Si bien de la colección de la Revista que consultó Mujica Lainez no se “advierten rastros de Ascasubi en los artículos y graves editoriales”, se puede aceptar como posible que allí comenzó su carrera, como con interesante argumento lo apunta Miguel Solá. Con lo cual podríamos sostener que el primer imprentero del norte fue Ascasubi y el primero que hizo periodismo en Salta fue José Ildefonso Arenales, quien había nacido en 1798 en Cochabamba y fuera un eficaz colaborador de su padre el gobernador Arenales en la obra cultural que éste desarrolló en nuestra provincia.
Con respecto al primer periodista salteño, los investigadores y estudiosos del tema coinciden en la figura de Manuel Antonio de Castro, jurista, orador, catedrático, legislador y prócer de la Independencia, que fuera gobernador de Córdoba, como así también el último redactor que tuvo la gloriosa Gazeta que expiró en 1821 por decisión de Bernardino Rivadavia. Hizo su bautismo en la prensa como director y redactor de “El Observador Americano”, periódico creado para defender las ideas del Congreso de
Tucumán en 1816.
Aclarados estos aspectos, que considero esenciales para una introducción al periodismo salteño, en relación con la primera imprenta que se instaló en el Cabildo en 1824 y que fuera la gloriosa de los Niños Expósitos que está en Cafayate, estamos en condiciones de valorar lo que con ella se realizó, como también la meritoria actuación que tuvieron los cafayateños que se interesaron por cuidar y proteger esta reliquia.
Los primeros trabajos en Salta
Cuando la Imprenta de los Niños Expósitos se instaló en Salta en 1824 se la rebautizo como la Imprenta de la Patria. En ella, además de la Revista Mensual, luego de Salta, se editaron hasta 1867 –en que sus tipos de plomo fueron fundidos en balas numerosas publicaciones. Como periódico, a la Revista lo sucedió “El Pregón de Salta” que apareció el 25 de Mayo de 1826, siendo su redactor el doctor Pedro Buitrago. Según Miguel Solá la colección consta de trece números. Tenía ocho páginas a dos columnas.
En el número cuatro publica numerosos documentos oficiales sobre la actuación del general Arenales. En el cinco, bajo el epígrafe “Mensajero Argentino”, redactado por Juan Cruz Varela, Agustín Delgado, Valentín Alsina y Francisco Pico reproduce un artículo donde “El Mensajero…”, defensor apasionado del partido Unitario polemizó apasionadamente con El Tribuno, opositor del gobierno de Rivadavia que redactaban Manuel Dorrego y Mariano Moreno.
También para esa época aparece el “Diario de los movimientos y operaciones del Ejército que ha libertado la provincia”. Para Miguel Solá no se trata de un periódico sino de un diario militar dado a la prensa, y en el que se informa de la caída del gobierno que justamente había introducido la imprenta en la provincia de Salta. Este diario consignado por Antonio Zinny estaba redactado por partidiarios del doctor José Ignacio de Gorriti, quien sucedió en el gobierno a Arenales que tuvo que refugiarse en Bolivia.
El 2 de abril de 1931 apareció el semanario “la Diana de Salta”, editado por la Imprenta de la Patria, con los tipos de plomo de la Imprenta de los Niños Expósitos. La colección consta de un prospecto y cuatro números. Solá afirma que desde la desaparición de la Diana de Salta, no pudo ver realizados sus propósitos de permanencia en la plaza por largo tiempo, durante la época de Rosas solamente aparece con algunos números “El Desengaño de los Salteños” que ve la luz en 1845.
Es decir que en la Imprenta de la Patria desde su instalación en el Cabildo en 1824 hasta su cierre en 1867, con su posterior traslado a Cafayate en 1874, se imprimieron pocos periódicos y si numerosos trabajos relacionados con la actividad gubernamental. Después de la batalla de Caseros comienzan a instalarse y a funcionar en Salta dos o tres imprentas donde se tiran publicaciones como El Comercio, El Bermejo y La Libertad en el Orden. La imprenta de la Patria se convierte en imprenta del Estado o imprenta Oficial. Y es a ella a la cual apela el gobernador Sixto Ovejero cuando se produce la invasión de Varela, convirtiendo sus tipos de plomo en balas para combatir a la montonera.
Durante el tiempo que la Imprenta de la Patria estuvo en la ciudad de Salta, desde 1824 a 1874, no solamente tiró ejemplares de periódicos o revistas, boletines oficiales y papelería gubernamental, algunos libros y folletos y otros variados impresos, sino que también funcionó como una especie de lo que hoy llamaríamos aula-taller. Es que de acuerdo a las cláusulas del contrato que Ascasubi firmó con Victorino Solá (representante del Gobierno de Salta) estaba facultado “a enseñar y hacer trabajar al mismo tiempo para obras del gobierno y mías (de Ascasubi) tres o más jóvenes que el señor gobernador me entregue”. En otro párrafo del convenio legal, rescatado por Zinny, se dice textualmente lo siguiente: “En las impresiones que ocurran de particulares, la utilidad será propia del profesor, siendo respectivamente a cargo de ambos los gastos de papel, tinta, etc.”. Debemos destacar que cuando el gobernador Arenales dispone el relevo de Ascasubi, confía la imprenta publica, su conservación y mantenimiento a Roque Jacinto del Castillo, y a Eusebio Palacios las tareas de compositor, como consta en un documento oficial del 11 de noviembre de 1825 que rescató para la prosperidad Mujica Lainez en su libro “Vida de Aniceto El Gallo”, uno de tantos seudónimos que uso el bardo gauchesco. Cabe asimismo imaginar que así como aprendieron el noble oficio Castillo y Palacios lo deben haber emulado otros jóvenes salteños, algunos futuros imprenteros que aparecieron después de la caída de Rosas como prósperos cuenta propistas.
En cuanto al primer periódico que aparece en Salta después de Caseros llamado “La Organización”, abiertamente urquicista, algunos autores lo dan como impreso en la prensa oficial, pero si nos fijamos en la primera plana del mismo veremos que abajo del titulo dice: “Este periódico se publica por la imprenta de Alvarez y Compañía. Se publicaran en él los documentos oficiales, a virtud del convenio al efecto con el Eximo Gobierno de la Provincia, sin embargo el periódico no es oficial”. La imprenta oficial de la Patria convertida en imprenta del Estado, que seguirá así hasta su desmantelamiento tipográfico ocurrido con la Invasión de Varela. Al pasar los años lo que quedó de la gloriosa reliquia fue rescatado por el cafayateño Agustín Arias Chavarría confundida como rezago entre los hierros viejos de una herrería de ese tiempo en la ciudad de Salta, de acuerdo al interesante trabajo que publicó en un folleto y a pedido de Florentin Tilca el señor Atilio Castelli y que llegó a nuestras manos por gentileza del doctor Luis Martinez, profesor de la Universidad.
Entonces desde 1867, con la invasión de Varela hasta 1874, en que la rescata Arias Chavarria se pierden los rastros de la Imprenta de la Patria que, al final aparece entre un montón de hierros abandonados y a la venta ¿Cómo llego allí? Probablemente al ser dada de baja por el gobierno ¿Cuál?, no sabemos – fue tirada, regalada o vendida a un herrero como un montón de hierros viejos, inútiles y sin mayor valor.
Su llegada a los Valles Calchaquíes
En las últimas décadas del siglo XIX, Cafayate comienza a crecer y se va convirtiendo en capital de los Valles Calchaquíes. “En consecuencia –apunta Atilio Castelli- fue cuando don Tomas Agustín Arias, periodista, entendió que era necesaria una imprenta en el pueblo de Cafayate, teniendo en cuenta la población existente, vida social de familias importantes, el intercambio comercial, como así también las inquietudes literarias y artísticas de la época. “Además, para ese mismo tiempo no solamente era importante para su posición geográfica pues era el lugar donde llegaban de paso por el antiguo camino del Inca los viajeros, comerciantes, viajantes, conductores de ganado (arrieros) con destino a Bolivia, Perú, Chile, Buenos Aires y otras provincias”.
El Progreso y El Calchaquí
El sacerdote Felipe A. Pelanda López, en su libro “Ojos Mansos”, de recuerdos y tradiciones de un “Valle que sabe de Encantos”, cuenta lo siguiente:
“La maquina prensa de la Imprenta de los Niños Expósitos que llegara a Cafayate por medio de don Tomas Arias Chavarria y que salvara don Florentino Tilca guardándola como reliquia tantos años y que hoy enriquece el Museo del Vino, fue el instrumento válido para la primera publicación periodística aparecida en Cafayate”. Se titulo “El Progreso” y contó como director y columnista al Vicario foráneo don Julián Toscazo y como editor responsable al señor Arias Chavarria, también periodista. El Progreso vio la luz en 1886 y cesó el 27 de junio del mismo año.
Luego en 1891 aparece “El Calchaquí”, de corta duración. Sin embargo como lo consigna Pelanda López el mismo reaparece en 1910 bajo la dirección de Guillermo Bustos. En sus memorias inéditas que cita Pelanda López, don Juan Biella consigna que El Calchaquí en esta segunda etapa adquiere un estilo periodístico combativo.
Tanto es así que “quedo en el recuerdo colectivo – enfatiza Biella- que casi se llego a provocar un duelo a pistola a causa de un sueltito de carácter social que decía:
“Llegaron las gallegadas
Como las loradas
Para consolar
A las desesperadas”.
“Alguien que se sintió como nombrado se alzó en armas. Afortunadamente no llegó la sangre al río porque hubo una rectificación o aclaración del autor del verso que satirizaba a algunos extranjeros casaderos que llegaron al pueblo. Luego El Calchaquí
desaparece por segunda vez”.
La Verdad y La Unión
Siguiendo el relato de Pelanda López, éste recuerda que en 1912 nace en Cafayate “La Unión Calchaquí”, la que termina su ciclo en 1916 para dar paso al semanario “La Verdad” que ostenta como lema: “Defensor de los intereses generales de los Valles Calchaquíes”. Esto aconteció en enero de 1916. Tenía como director a don Belisario Medina; como administrador a D.J. Folque y luego a don Calixto Meléndez”.
En estos periódicos, apunta el cura cafayateño hicieron sus primeras armas los hermanos Michel Torino, uno de los cuales, don David, fundador en Salta del diario El Intransigente llegó a ostentar la distinción honorífica de “Héroe de la Libertad de Prensa otorgada por la novena conferencia del congreso Interamericano de Prensa reunida en México en 1953 más el premio Maria Moors de Cabot de los Estados Unidos; el premio “Severo Vacaro” (1955-1956) y Diploma de Adhesión de la Asociación de Periodistas del Perú”.
Entre los años 1915 y 1916 aparece en Cafayate “La Voz del Valle”, órgano del partido político Unión Provincial, conservador. Su director fue don Nicolás Villalba.
Consigna Pelanda López que La Voz del Valle se mostraba sumamente agresiva hacia iniciativas y personas pertenecientes o simpatizantes con la Unión Cívica Radical.
En 1918 la encarnizada lucha política de ese entonces se ensañó contra La Verdad y pagó los platos rotos la reliquia histórica de la imprenta traída por Arias Chavarria ya que fue empastelada. Pasaron los años y la recuperó para el recuerdo histórico don Florentino Tilca, quien la cedió a la Municipalidad de Cafayate en el año 1979 cuando era intendente don Julio Octavio Ruiz Moreno.
Don Florentino o Florentin Tilca, apodado “El Cacique” por su arrastre popular como lo recuerda Pelanda López, fue radical y amigo de los Michel Torino, tanto que don David al frente de El Intransigente tuvo un tiempo la imprenta en exposición en el local del diario y con posterioridad en una casona de su propiedad en calle 20 de Febrero entre Belgrano y Güemes desde donde fue trasladada con posterioridad a Cafayate.
La donación y el reposo final (Nota VII)
El sábado 13 de enero de 1979 la Imprenta de la Patria es recibida con honores en la Municipalidad de Cafayate. Al acto, en que don Florentin Tilca la dona a la intendencia, asisten el entonces gobernador de Salta, don Roberto Augusto Ulloa, el Ministro de Bienestar Social don Marcelo Coll, el intendente de Cafayate, don Julio Octavio Ruiz Moreno y su esposa Mónica de Lorenzi, el director de turismo don Juan Carlos Abdala Ibáñez, otras autoridades, invitados especiales y numeroso público. El intendente Ruiz Moreno, quién declara inaugurada la “Sala Imprenta de Niños Expósitos”, en homenaje justamente al primer nombre que tuvo la impresora –toda una reliquia- cuenta algunos aspectos de la larga historia de la misma, desde su llegada al país en 1765, su posterior traslado a Buenos Aires en 1780 – en una carreta tirada por bueyes- donde el 21 de noviembre de ese año queda instalada como Real Imprenta de los niños Expósitos que, en 1824, será traída a Salta por el gobierno de Arenales donde permanecerá hasta 1874, año en el que el periodista Agustín Arias Chavarria la llevara a Cafayate, donde hoy se encuentra. Se recordará también que la “Imprenta de los Niños Expósitos” tirara el primer periódico que se publico en el Virreinato del Río de la Plata, “El Telégrafo Mercantil”, como también el primero que vio la luz en Salta, “La Revista Mensual”.
El padre Pelanda López recuerda en su libro “Ojos Mansos” que el último diario que salio de la Imprenta fue “La Verdad” que dirigía Florentin Tilca, quien le regalo algunos ejemplares diciéndole: “¿En que manos podrían estar mejor que en las suyas?”, a lo que el sacerdote respondió: “¿Dónde podrían estar mejor que en Cafayate que los vio nacer, crecer y morir?”. Y se los dejo al pueblo.