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Penales de mujeres. ¡Vaya diferencia! Y, ¡qué actitud frente al maldito destino!
La cantidad de presidios femeninos dependientes del Servicio Penitenciario Federal ante la de los masculinos es ínfima. En Buenos Aires, sólo uno, que se encuentra ubicado en las afueras, en la localidad de Ezeiza, la Unidad Nº3.
Otro se encuentra en la ciudad de Santa Rosa, capital de la provincia de La Pampa, en el interior del país.
A este último, es al que me aparecí en el medio de la noche, para sorpresa y apuro de los cuidadores, que no atinaban a terminar de ponerse sus uniformes, pues ya casi estaban por irse a la cama.
No tenía intención alguna de, aviesamente, encontrar alguna infracción. Habría sido no sólo una actitud deshonesta de mi parte, sino también la posibilidad de someterme a mi misma a una situación conflictiva y perturbadora. Si algo estaba mal, no era necesario aparecer de improviso.
Las cosas se pueden ocultar una hora o dos, pero no durante dos o tres días seguidos, cuando una se planta ahí, en las entrañas del lugar, en un aula, o en un pequeño y reducido espacio cerca del patio durante más de doce horas. Y mantiene entrevistas con los reclusos que duran como mínimo cuarenta y cinco minutos.
Las visitas siempre estaban programadas, lo que no estaba establecido era el horario, ni la duración. Yo era nueva en el cargo, por primera vez lo ejercía una mujer, lo que para las autoridades carcelarias, era desconcertante.
Debo aclarar, que en aquel momento mis pasos eran absolutamente impredecibles, lo que los descolocaba aún más.
Mientras corrían a buscar al Director, sin esperarlo siquiera ingresé con la que le sucedía en el cargo, para su nerviosismo y tratando de calmarla. No era Torquemada.
Ya había visitado varias veces el penal de Ezeiza y tenía conciencia, de que las mujeres, tienen otra actitud frente al encierro
Ya había visitado varias veces el penal de Ezeiza y tenía conciencia, de que las mujeres, tienen otra actitud frente al encierro.
El miedo, que existe igual que en los hombres, en ellas cede ante la resignación. Esto se traduce en una especie de mansedumbre y aquietamiento, que sólo lo otorga el “coraje” frente a la espera del final de la condena.
Por supuesto que todo estaba en perfectas condiciones, la higiene, las internas, algunas charlando, compartiendo un cigarrillo, otra durmiendo con su bebe en un cuarto separado, casi como en una casa de familia.
Las había jugando juegos de mesa, haciendo manualidades y otras se aprestaban para dormir o ya lo hacían.
Es inexplicable, transmitir la expresión de sus rostros cuando una llega para ver como están, para preguntarles si necesitan algo, para comentarles que vendrá al día siguiente y que vayan pensando si tienen alguna inquietud que se les pueda resolver. Realmente inexplicable.
En el penal de Ezeiza, mucho más grande, mucho más poblado, quizás, no haya tanta paz cansina como en La Pampa, pero la actitud, es la misma tanto en cuanto al ‘coraje’ como al trabajo.
Las presas trabajan prácticamente todas, son hábiles y laboriosas, si no hay trabajo lo inventan. Y no lo hacen para tener CONDUCTA, eso va de suyo, lo más importante, es que no quieren no hacer nada. Y más necesario aún, es que su trabajo de frutos.
Esto es, lo que producen se vende y eso pasa a engrosar su ‘peculio’, un ingreso mensual que se les adjudica. Como la mayoría tienen hijos, a ellos lo destinan.
Generalmente, lo que más sufren es la lejanía con sus críos y tratan de compensarlo con arduas labores para ayudar a su sustento.
Así como las mujeres hemos ganado terreno en muchos campos en estos últimos tiempos. En la delincuencia esto también se ve reflejado.
Hembras que son cabeza de familia, o simplemente que son usadas por sus compañeros para sus tropelías, y de estas hay muchísimas doy fe, para que purguen sus penas, han incrementado notablemente la cantidad de reclusas en esta época.
Esto se traduce en una especie de mansedumbre y aquietamiento, que sólo lo otorga el “coraje” frente a la espera del final de la condena
Una tristísima estadística y un poco meritorio logro.