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En Buenos Aires, República Argentina, es más que frecuente escuchar que las mujeres decimos “ya no hay hombres…”
Y nos asiste razón, pero nadie explica el porqué. Se me hace que es demasiado doloroso, bastante bochornoso y una verdad que nos lastima tanto, que no la podemos decir en voz alta.
Hace treinta y cinco años, la cifra era igualitaria. Jóvenes efebos y princesitas, compartíamos nuestras esperanzas, nuestros amores, nuestros desvelos.
Pero luego, todas nuestras ilusiones de cambiar el mundo, de hacerlo mejor, fueron tronchadas por señores adustos, duros y crueles.
Eran épocas de lecturas ávidas, de solidaridad, de trabajos comunitarios, de ayudar al que menos tenía… ya se sabe que cuando uno es joven se siente casi eterno, omnipotente, con la fuerza de un titán.Los peligros no eran de la partida, aunque algunos padres nos prevenían.
¡Era tal la urgencia, tanta la necesidad!
No se medían las consecuencias, no se pensaba que eso era una lucha y que estaba en contra de los intereses de unos necios.
A contramano de unas personas que suponían que pensar era un delito, que ayudar a los pobres era subversivo, que leer era peligroso. Y ‘estas’ estaban en el poder.
Hace treinta y cinco años, la cifra era igualitaria. Jóvenes efebos y princesitas, compartíamos nuestras esperanzas, nuestros amores, nuestros desvelos
Muchos de aquellos jovencitos equivocaron el camino, tomaron las armas, lucharon en vano una guerra perdida de inicio.
La violencia nunca es buena venga de donde venga. Siempre es un error irreparable.
Y llegaron las represalias. No era necesario integrar ningún partido político, ¡vaya si lo sé!...
Pero otros, muchísimos amigos, bienintencionados, sensibles, humanitarios, cuya única arma era la palabra amable, el gesto cariñoso, la convicción profunda, fueron arrancados de la escena de un plumazo artero.
Algunos pensarán sobre estos últimos, todavía hoy en día, ¡Algo habrán hecho!
¡Por supuesto qué sí! ¡Actuaron como buenos cristianos!
Tal vez en otra época se los habría beatificado, ¡ja! ¡Qué ironía la de la historia!
La violencia nunca es buena venga de donde venga. Siempre es un error irreparable
Y sí, nos falta casi toda una generación, por eso señoras y señores… entre la gente de mi generación ya no hay hombres…