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En pocas palabras quiero dejar establecido que no creo en la memoria cuando es selectiva, porque no evoca un hecho completo, y este factor, combinado con el tiempo, resulta en una ecuación que simplifica pero no resuelve nada
Con esto quiero significar que cuando hablamos de memoria, de juicio y castigo a los culpables, en el imaginario colectivo se representan siempre las mismas figuras, las que han sido sobredimensionadas en su rol de únicos “autores intelectuales” del ridículamente denominado Proceso de Reorganización Nacional. Esta práctica deja afuera a muchos de los que se abrigan en las sombras y niegan su pasado carroñero.
En lo personal me cuesta mucho pensar en aquellos militares, tan entrenados en la respuesta primaria frente al estímulo, a la ejecución de la orden sin que medie razonamiento alguno, como los únicos personajes que elucubraron y comandaron la nefasta dictadura. Resulta cómodo para los intereses de muchos y variados sectores que la culpabilidad recaiga siempre en los mismos nombres. Es lo mismo que simplificar todo el movimiento nazi en la única figura de Hitler.
Sin los sectores sociales que adhieren a esa ideología de derecha y la una forma de ponerla en práctica, ningún proceso nefasto para la humanidad hubiese sido posible. Esta clase de crímenes no son cosas de un hombre sólo, ni siquiera de un grupo sectorial. Cuentan siempre con la complicidad y el apoyo de otros sectores que, prolijamente y desde sus cómodas guaridas, accionan para que la fuerza de choque ejecute y se exponga. No podemos olvidar aquí el oportuno asesoramiento del gran país del norte que sostiene el "sueño americano" gracias a la pesadilla de otros pueblos.
Todos sabemos cuáles son esos actores sociales, tan honorables y respetados: representantes de la industria, de las familias patricias terratenientes, del clero, de la Justicia, de la medicina, del periodismo, de la farándula, del comercio, de la educación, de la política y personas comunes que aún hoy defienden aquel tiempo de horror con argumentos ridículos y seniles.
Pensar en responsabilizar de la dictadura únicamente a sujetos 'menores' como Massera, Agosti, Videla, Bignone, Galtieri y su séquito de mercenarios salvajes, es quedarse con una visión parcial de la dimensión real del odio de aquella época y es pensar que con esos juicios alcanza para cerrar algún capítulo histórico. Estos personajes - muertos o devenidos hoy en vejetes abominables - respondieron a su simple esencia militar, es decir, cumplieron con un mandato del que fueron ejecutores pero no espontáneos ideólogos. Fueron los sanguinarios verdugos pero no los jueces de aquel terrible proceso. Sin estos perros, de todas formas, la rabia continúa.
Muchos de los grandes responsables de ese período de terror y masacre sistemática siguen aún en nuestros días, mostrándose alegremente en los medios, opinando sobre lo que debería hacerse en el país, añorando abiertamente aquellos viejos tiempos de saqueo nacional y de bonanza para los socios de la dictadura. Algunos son encumbrados periodistas, otras son “divas” de la televisión o el teatro, otros son poderosos industriales o dueños de medios, otros exhiben símbolos religiosos que suponen un alto grado de espiritualidad, muchos son destacados personajes de la cultura. Todos ellos, en algún rincón de su esperanza, conservan la ilusión de que algún día nos olvidemos de todo, que seamos nuevamente un pueblo débil y manso, que bajemos los brazos y entreguemos la bandera de la democracia que tanta sangre nos costó.
Yo les recomendaría que abandonen la vigilia porque ese día no va a volver, porque la posta ha de pasar siempre a manos firmes y dispuestas, porque hay más de 30.000 razones para que aquello no suceda NUNCA MÁS, y porque hay cosas que no podrán hacer desaparecer jamás: LA MEMORIA, LA VERDAD Y LA JUSTICIA.