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Una hipotética comida entre los conspiradores criollos de Querétaro, conformada por platillos de la dieta novohispana de principios del siglo XIX
Por Arquéologo Ricardo Rincón Huarota
La otra noche estaba viendo en la tele, avasallado ya por el furor nacionalista que me provoca la celebración del Bicentenario, una vieja película mexicana sobre la Independencia. De llamar la atención fueron las escenas en torno a una de las reuniones de la conocida Conspiración de Querétaro, antecedente inmediato de la Revolución de Independencia. En ellas, se observaba a un grupo de criollos inconformes con el régimen colonial reunidos en 1810 en una casona queretana.
La película mostraba, asociados bajo el más absoluto sigilo, a los promotores de la conspiración, entre los que se encontraban el anfitrión, el Presbítero José María Sánchez; Ignacio Allende; Juan Aldama; el corregidor de la ciudad, Don Miguel Domínguez; su esposa, la llamada Corregidora, Doña Josefa Ortiz y, por supuesto, el Padre de la Patria, Don Miguel Hidalgo. Realmente estaba tan emocionado, que hasta la piel se me puso chinita, al ver caracterizada a esa constelación de ilustres conjurados que con gran solemnidad intercambiaban apasionados diálogos sobre las injustas condiciones sociopolíticas y económicas en la Nueva España y las soluciones para erradicar los maltratos infligidos por el poder virreinal a los grupos de indios, mestizos y mulatos.
Pero cuando estaba en el grado más alto mi fervor patrio, repentinamente me cruzaron por la mente extrañas ideas que conspiraron para distraer mi atención de la cinta. Pensé en lo agotadoras que debieron ser esas reuniones, por su extensión, clandestinidad y delicados temas que ahí se trataban. Esto llevó a plantearme, debo admitirlo, frívolas preguntas del tipo siguiente: ¿habrían comido algo nuestros próceres durante las reuniones? ¿Acaso se darían un break para comer o por lo menos tomar un lonchecito y recuperar así la energía perdida en el tratamiento de los asuntos de la Patria?
En la actualidad, a diferencia de aquella época, si estamos trabajando en equipo por muchas horas, para sofocar el hambre y no perder tiempo en salir a comer, tenemos la opción de pedir a domicilio comida china, pizza, sushi o hasta paella. Pero en aquel entonces ¿qué hubieran hecho, si es que las extenuantes reuniones les abrían el apetito? A juzgar por la austeridad de la mesa que aparecía en la película, no había nada, ni un pincho o botana, vamos, no había ni siquiera un vasito con agua. Pero bueno, generalmente en las películas nunca se ve comer a los personajes.
Di rienda suelta a mis fantasías, pensando que si yo hubiera sido el realizador de la cinta, quizá habría incorporado alguna escena breve en la que se viera a los conjurados compartir el pan y la sal, degustando platillos de esa época, después de sus relevantes deliberaciones. He aquí los diálogos:
Allende: Como que empezó a apretar un poco el hambre, ¿no cree usted señor cura?
Hidalgo: Si, Nacho, bastante, pero tendremos que esperar para comer una vez que salgamos. Recuerda que aún cuando en apariencia estamos en una tertulia literaria, no podemos realizar ágapes sin el riesgo de llamar la atención. Estas reuniones, mientras más discretas y menos visibles, mejor.
El puchero u olla podrida, las acelgas, las aceitunas rellenas y los guisos a base de carne de ganado mayor y menor, formaban parte de la dieta novohispana
La Corregidora: No se mortifique usted Don Miguel, previne esta situación y por eso desde anoche encargué a mis muchachas que me prepararan una olla podrida a la usanza tradicional, así como le gusta al señor Corregidor, con su carne de carnero, pollo, res y cerdo. Ya verá que rico nos va a caer el caldito. Mientras estábamos en la reunión, calladamente lo ingresaron, junto con las demás viandas, por la puerta de atrás. Don José nos hizo favor de facilitarnos su cocina y ya se está calentando.
El Corregidor. Espero que le hayan puesto suficientes verduras, garbanzos y arroz.
La Corregidora: Pierda usted cuidado, además viene con sus buenas lonjas de jamón, chorizo y longaniza. Entre tanto, empiecen picando estas olivas rellenas de camarón, picadillo de pescado y queso rallado.
Aldama: Padre José, abusando de su amabilidad, al entrar a su casa por ahí ví en un estante unas botellitas de vino, ¿no será de consagrar, verdad?
El Presbítero: Te asiste toda la razón Juan, son de un tinto riojano, recién desembarcaditas. En este mismo momento las estamos descorchando.
La corregidora : En cuanto ustedes digan, mando traer las acelgas con papas y los riñoncitos de vaca; pero les pido encarecidamente que guarden un huequito para el postre, que serán unos ricos barquillos almendrados, espolvoreados con azúcar, que yo misma preparé.
En estas divagaciones estaba cuando me quedé profundamente dormido. Al día siguiente, lamenté no ver el final de la película, pero sobre todo no haber visto la escena cumbre relativa al Grito libertario del 16 de septiembre de 1810. Me hubiera gustado ver también el momento en que fue descubierta la conspiración por las fuerzas realistas y cómo salen los emisarios rumbo a la Villa de Dolores para dar aviso a Hidalgo.
El día 15 en la noche, llegaron frente al párroco y le informaron las malas noticias. Eso les obligaba a adelantar el levantamiento armado que ya tenían programado. Cuentan algunas crónicas que a la llegada de los mensajeros, el cura de Dolores estaba cenando, por lo que siguiendo con mis frustrados sueños de director de cine, habría añadido a la película una escena de Hidalgo saboreando una cecina frita de vaca adornada con una hilera de alcaparras, antes de lanzar su famosa frase que, corregida según mi ficticio guión, sería: ¡ahora sí señores, habiendo comido como dios manda, a coger gachupines!
La Conspiración de Querétaro fue el antecedente inmediato de la Revolución de Independencia de 1810