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Mis Canes Y Yo

22/10/2021 11:11 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

No se puede adoptar un animalito y luego dejarlo en la calle para que sobre viva solo. Eso es in humano

La vida de una persona está unida a acontecimientos increíbles desde la más tierna infancia, a su vida de adulto mayor. Este enriquecimiento de estos acontecimientos, se multiplica por mucho como experiencia de vida, cuando se la comparte con una mascota, cualquier mascota, pero creo es mas enriquecedora cuando la interrelación con esta mascota, está ligada a adoptarla observando su crecimiento, desarrollándose variados acontecimientos de distinta naturaleza, desde su lactancia hasta su edad mayor.Estos fueron los casos de mis canes de casa particular durante mi niñez preferentemente, mi adolescencia y también mi edad adulta.

Observar cuando ya nace por ejemplo un perrito, es un acontecimiento mayor, destacando su especial comportamiento durante los primeros meses de vida; reacciones puramente tiernas, de seres totalmente inocentes que necesitan ser protegidos, criados y dirigidos, que desarrolla la capacidad de expresión de nuestros sentimientos; de la sensibilidad, de la ternura, del sentido frente a los juegos, de la inteligencia, del amor; que aunque sea un nivel básico, nos prepara como partícipes, para aplicar estas experiencias ante posteriores acontecimientos, en nuestras futuras familias, señora, hijos, nietos.

También nos da experiencias y sensaciones únicas, que ningún otro acontecimiento, permitiría estimular, pensando que un can, es mucho más dependiente, que la independencia de un felino; y también más fiel que cualquier otra mascota.

Y comencé a recordar acontecimientos que tenía muy escondidos en mi memoria. Vivía mi familia, arrendando casa cerca de Renca los primeros años, mi madre Cristina, mi padre Carlos, mi hermano willy de unos 8 años, yo Nelson de aproximadamente 4 años y una nueva integrante de la familia.

En esos años mis padres tenían una hermosa perra de color café, de tres o cuatro años llamada Diana, semejante a la perrita llamada reina, de la película “La Dama y el Vagabundo” producida por Walt Disney.

Tenía esta perra una característica especial, su gran sentido de protección y que no se separaba de donde dormía el más chico de los niños, en su cuna, vigilando en todo momento su alta fragilidad al entorno en su descanso. Tampoco permitía que se acercara nadie a donde se encontraba descansando la niña, ladrándole a cualquier desconocido mientras se encontraba en el patio, para un sector relativamente alejado de la casa.

La perra cumplía cabalmente su misión de resguardar a la pequeña inocente. Posteriormente, mis padres compraron un terreno en Lo Prado para construir por etapas de acuerdo a la disponibilidad económica, en un barrio totalmente nuevo, y con muy pocas personas viviendo en el lugar, que no disponía de comodidades y de vecinos cercanos, de modo que Diana, mantenía alejados con sus continuos ladridos, a cualquier extraño que pudiese amenazar a la pequeña.

Diana tuvo dos perritos, el Rin y el Kaiser. Pero el primero se adaptó más a la familia, y se desplazaba entre la casa de mi Abuelita Lucila, que se ubicaba a dos cuadras y la casa de mis padres. El Rin tenía la cualidad especial, que se hacía querer, aunque muchas veces se quedaba mayor tiempo en la casa de mi abuela que mi casa, y eso dificultaba su relación conmigo y con la casa de mis padres, surgiendo peleas y dificultades con esta mascota.

Uno de sus atributos era que exhibía una manifestación de simpatía semejante a una sonrisa, como la de un ser humano, con sus hermosísimos dientes blancos, destacándolos al abrir y cerrar de sus mandíbulas, en un juego cautivador, como sabiendo que agradaba con su supuesta sonrisa, para aquellos que la observaban.

Pasado unos cinco años, llegó a la casa un nuevo componente canino, tipo Fox Terrier, bajo, blanco, muy bravo, para su tamaño y extremadamente valiente para enfrentarse con mascotas caninas de mucho mayor dimensión.

Como perro de poca edad, no más allá de cuatro meses se comportaba con mucha energía, y llegó un momento que destruía todo lo que podía del hogar, desde zapatos, carteras, sillones, tapices, colchones, etc, y desgraciadamente mis padres determinaron que Boby debía dejar la casa.

Esto, para mis siete u ocho años de de dad, constituía la acción más inhumana que pudiese efectuarse. Entonces, uno de los primos mayores adolescentes llamado Jorge, se ofreció trasladar al Boby, a varios kilómetros de distancia de la casa, para el sector de Pudahuel, cerca de la Estrella.

Pasaron varias semanas, de la desaparición de Boby, y yo que aún era niño, la pase llorando la mayoría de esos días, porque el perro para mí, simplemente había desaparecido, se había perdido, porque era obvio, que los autores intelectuales de “botar” al Boby, no le contarían a cualquiera, lo que realmente había ocurrido, con la desaparición del perro.

Hasta que ocurrió lo inesperado. Después de tres o cuatro semanas, un día por la mañana que yo siempre despertaba temprano para ir a la escuela, el Boby inexplicablemente apareció en el frontis de la puerta de entrada lloriqueando, con hambre, con frío, miedo y sed probablemente, pero absolutamente seguro que esa puerta era su antigua casa, de donde había desaparecido.

Es una costumbre fea traer un perrito a la casa y luego botarlo a la calle

Boby fue aceptado nuevamente por la familia, con todas sus características, pero que en el lapsus de esas semanas, había cambiado conductualmente y no se comportaba de la forma destructora que lo había hecho previamente. No estaba dispuesto a que lo echaran nuevamente de la casa, donde vivía. Comenzaba un nuevo periplo, de adaptación y aceptación de comportamientos conductuales. Entre ellos estaba, ladrarles a unos vecinos niños que no eran precisamente deseados como amistades, porque tocaban el timbre de la casa, golpeaban la puerta y salían arrancando, es decir eran unos verdaderos demonios y Boby, ante cualquier llamado de atención les ladraba y correteaba continuamente, para que no molestaran en la casa.

Sin embargo, uno de las personas adultas que pertenecían al grupo que molestaba a las personas de la casa, era un señor que manejaba una cortapluma, que amenazaba al Boby las veces que podía y que los perros saben guardar en su memoria como “enemigos”, para posteriormente atacarlo, ladrarle y seguirlo continuamente.

Boby un día lo observé, con un enorme tajo sangrante en su lomo, que lo cubría de lado a lado de su cuerpo. Había sido atacado por una cortapluma como la que tenía el ´personaje ya descrito. Y la familia sabía de quién era y donde vivía esta persona. Pero el daño ya estaba hecho. La herida era rectilínea de tamaño mayor y superaba los 20 cms de extensión. El animal tenía un fuerte dolor en su espalda y se rascaba el lomo para tranquilizarse, y para calmarse, comenzó a morderse su piel cortada, arrancándola de un solo tirón, levantando cerca de 80 cms2 de piel, que andaba ahora arrastrando por el suelo, por todo el frente de su lomo en una herida descomunal y sufriente para el perro.

No quedó otra opción, que conseguirse alguna herramienta de trabajo de mi Papá llamada tijera de cortar lata y explicarle al Boby, que tendría que armarse de valor, porque nosotros no éramos familia que dispusiese de dinero para una visita al veterinario, y yo tuve que tomar la determinación con sólo once o doce años de edad, recortar toda la piel que sobraba del animal levantándole los 80 cms2 de su lomo, observando que el animal, no emitía ni el más mínimo dolor ni queja, por la piel casi completa que le corté de su lomo; un grandioso y valiente perro.

Al cabo de varias semanas de sanar, nuevamente entró a su actividad normal, y donde se veía que había un gran grupo de perros de mayor tamaño, peleando con uno solo, era seguro que el Boby estaba en el medio de la batahola, defendiéndose como podía, quien peleaba contra todos.

Junto con sus varias sobrevidas, también sobrevivió a un señor de más de cien kilos que manejaba una moto y desafortunadamente lo atropelló, nuevamente agonizando por varias semanas nuevamente sin fallecer.

Quien lo fuera a creer, pero también boby fue parte de la historia política de este país, y cuando llegó el golpe de estado el 11 de septiembre de 1973, los militares de la época, por esos primeros días del golpe, envenenaron una gran cantidad de perros de barrios que no eran perros vagos, entre ellos mi Boby, que estuvo agonizando cerca de una semana antes de fallecer, he hicimos todo lo que pudimos dentro de nuestros escasos recursos económicos para evitar su muerte, que ocurrió una madrugada, cuando ya sus fuerzas se habían agotado.

Tuve que despedir de esta vida a mi perro, con el dolor de mi corazón y creo también de mis padres, hermanos y hermanas que también aprendieron a amarlo. Después al otro día, la ceremonia de entierro de Boby en el patio de mi casa fue una ceremonia llena de dolor y lágrimas, que aún hoy recuerdo, por un gran animal que nos encantó la vida.

Muchos años después ya casado con mi señora Nancy y mis hijos, Marco, Claudio y Karen nos hicimos cargo nuevamente, de una hermosa perra, recogida de la calle que desparasitamos y recuperamos en Puente Alto: la Grencha. Tipo raza mestiza pastor alemán de tamaño medio de color café, que criamos y nos la llevamos a nuestra nueva casa en Maipú. Hermosa perra y cariñosa, que nos entrego su inmenso cariño, pero que termino enferma y tuvimos que sacrificarla porque se contagió con aquella enfermedad que pierde su movilidad de las piernas traseras, llamada distemper y se arrastraba heriendo su piernas traseras.

Luego recogimos al Terry, un Golden Retriebe de gran tamaño, ya viejo en el mismo vecindario, cerca del Año Nuevo del 2011, de 12 años de edad aproximadamente, que tenía además un tumor de gran tamaño en su pierna trasera izquierda, que se le extrajo medicamente; pero le volvieron a salir en su estomago una serie de nuevos tumores, que le sangraban profusamente, porque probablemente su enfermedad estaba ya extendida.

Era un perro extraordinariamente educado, nunca hacia sus necesidades en cualquiera parte; nunca entraba cuando no se le invitaba; defendía a sus amos cuando estos eran atacados por otros perros sin ningún temor, aunque ya tenía una serie de limitaciones físicas. Era un gran y querido animal, que también está en nuestro recuerdo, por el año de vida extraordinario que nos entregó a la familia.

Lamento mucho que sus antiguos dueños lo hayan dejado marchar y lo abandonaran. Así en el país se encuentran miles de perros abandonados, que fueron comprados por dueños y amos, que luego los dejaron en cualquier parte.

Ello forma parte de un trato inhumano, y de una vileza sin nombre, que esas pobres mascotas sean abandonadas en la calle, luego de adquirirlas para acompañar a algún hijo y la familia. Ahora solo alimentadas por personas en la calle que algunas veces le den su comida, no constituye ninguna ayuda real para el animal, porque necesita ayuda integral, que además les entregue cariño, cuidados, la salud correspondiente y el integrarse a una familia que los acoja como miembros.

Estoy seguro, que ellos le recompensarán extraordinariamente, con una gran entrega, amor y compañía; pero definitivamente, estos sentimientos de la mascota, serán inmensamente mayores, si usted los rescata de la calle, donde nunca debieron llegar.

Escrito por Nelson Castro Q.

Gracias a Dios

Para Nuevopolítico Blog

Stgo, Chile, 22 de Octubre del 2021.


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