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El desarrollo de la ciencia, la tecnología, la informática, es en este presente fundamental para ubicar a un país entre los más poderosos del mundo
Ricardo Osvaldo Rufino mir1959@live.com.ar
Siempre he pensando y me he interrogado sobre el grado de veracidad que encierra la frase "Argentina es un país rico". ¿Es así? ¿O esta generalizada creencia sólo es un mito?
Considero que hoy la riqueza de una nación no se sustenta tanto en la posesión de recursos naturales (que nuestro país posee en cantidad), sino en el grado y en el nivel de tecnología que logra incorporar a sus procesos productivos. El desarrollo de la ciencia, la tecnología, la informática, es en este presente fundamental para ubicar a un país entre los más poderosos del mundo, al menos en términos económicos. Hoy en este universo que avanza con sus tentáculos tecnológicos, científicos e informáticos a pasos agigantados, un chip vale lo que diez o veinte vacas. Hoy el valor agregado que se le pueda colocar a una materia prima (trigo, maíz, soja, lo que sea) es lo que genera riqueza monetaria. Hoy el conocimiento es el valor más preciado.
Una opinión para reflexionar emitió Daniel Filmus cuando era ministro de Educación de la Nación. Aseveró lo siguiente: "En la Argentina en los últimos 30 años no ha habido una cultura de la excelencia, ni del esfuerzo, ni del trabajo. Tenés un desarrollo y una cultura que está mucho más vinculada a lo que los argentinos llaman el zafe, o sea, pasar de grado, que al éxito basado en el esfuerzo, el trabajo y la investigación. El tema es como introducir la cultura de la calidad". Su pensamiento hacía referencia al terreno de la educación, claro, pero sus palabras podrían ampliarse a otros campos de la vida nacional...
Algunos especialistas argumentan que el requisito fundamental para crecer es ser "competitivos", pero precisamente para ser competitiva una nación debe contar con un alto desarrollo de su educación, ciencia y tecnología.
Además, debe contar con políticas sustentables que se extiendan en el tiempo y superen los plazos breves de una sola administración. En definitiva, un estado debe ser previsible e integrarse al mundo, pero hacerlo partiendo de la base de defender sus propios intereses, como lo hace el gobierno argentino actual.
Al respecto, el economista Jorge Todesca escribió un libro en 2006 titulado, precisamente, “El mito del país rico”. Su punto de vista es muy interesante: señala que la desigual distribución del ingreso es la primera asignatura pendiente de la Argentina y dice que "no sólo es un problema social sino también un fenómeno económico importante con vistas al crecimiento porque limita las posibilidades de ampliar el mercado interno y porque concentra el consumo más dinámico en los sectores de ingreso más alto". El ex vice ministro de Economía de la Nación, durante el gobierno de Eduardo Duhalde, es concluyente y afirma en su libro que "mientras esa Argentina exista será difícil afirmar que somos un país rico". La Argentina de la injusta y desigual distribución.
A ver, pongamos el tema en perspectiva: un economista de derecha seguramente dirá que para crecer y ser considerados un país rico deberemos tener equilibrio fiscal, esto es bajar el gasto estatal, tener continuidad en las políticas de fondo, integrarnos al mundo, ser competitivos, expandir la educación y desarrollar la ciencia y la tecnología, etc., etc.
Y un economista de izquierda, sin negar estos ítems, seguramente hará hincapié en mejorar de manera decisiva la distribución del ingreso.
Dos visiones, dos puntos de vista, con el mismo objetivo: que la Argentina crezca y, aprovechando los recursos naturales y humanos que indudablemente posee, deje de ser únicamente una promesa incumplida y se convierta verdaderamente en un país rico.