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Una muerte más. Otro que tenía mucho por hacer aún. No debía irse, tenía que quedarse un rato más. Siento una terrible pena, me invade, me deshace luego del gesto sonriente que me poseyó en un primer momento.
No, no tengo que estar contenta. No puedo estarlo, aunque en el fondo también siga sonriendo un poco. Se fue un hijo de puta, uno de aquellos a quienes había que enviarle la felicitación el dos de agosto con las postales de Barcelona.
Los fantasmas de la ESMA derramaron una gota de sangre que hizo las veces de lágrima. No podía morirse. Tenía que aguantar. Tenía que sufrir, que agonizar, que pagar muchos años más. Aunque la deuda fuera impagable.
Se fue impune, este repugnante personaje se fue impune. Cuántos lo estarán llorando con tristeza real (real de genuina y, porqué no, de "realeza"). Cuántos pimpollos de repugnancia que perfuman con ese putrefacto olor... ¿Qué estará sintiendo Jorge Rafael en este momento? ¿Estará angustiado? ¿Sentirá un nudo en la panza como el del pueblo cuando murió Néstor? ¿La oligarquía, cómo estará? ¿Y Jorge Omar? ¿Ernestina, cómo permitió que Clarín utilizara su nombre asociado al término "horror" con todos los favores recibidos? A muchos se les fue un ídolo. No los acompaño en el sentimiento, al menos no en ese sentido.
¿Cómo va a morirse con esa liviandad? ¿Cómo se va a ir así como si nada, como si fuera cualquier tipo más? ¿Quién se cree que es para retirarse tranquilo de esta tierra que se tiñó de rojo gracias a, entre otros, él? ¿En qué habrá pensado antes de morir? ¿Se habrá imaginado torturando angelitos?
Qué favorcito te hizo "el Carlos", ¿no? Qué barata la sacaste, basura.
Con lo que le agradaba que la gente sufriera, ¿por qué no se reservó algo de eso (o mucho de eso) para él? ¿O sólo quería darle "placer" a los demás? Quizás era un altruista de corazón y lo estamos prejuzgando...
Ya leí y escuché comentarios al estilo "dios se acordó de nuestro país y empezó a hacer limpieza", haciendo clara alusión a la muerte de Kirchner, casi metiéndolos en la misma bolsa.
No era el momento de ninguno de los dos. Ambos se fueron apresuradamente. Uno, llevándose mucho para dar. El otro, llevándose mucho para devolver, aunque es sabido que hay deudas que son imposibles de saldar.