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El es muy espontáneo, como ya lo anoté y ahora voy a contar una anécdota que tuvo con la pérdida de su guitarra, ya que una de mis crónicas es sobre las pérdidas y los milagros
Mi sobrino Alejandro, es un gran músico, es nieto de un gran poeta venezolano: José Parra, está casado con mi sobrina Mary. Él comenzó su carrera desde pequeñito, a los cuatro años, en la edad de Pre escolar, por esa razón me pregunto: ¿será que la música, el talento musical y la inclinación por las notas viene en la sangre? Y me tengo que contestar con un síiiii… La misma pregunta me la hice cuando escribí la crónica “La Orquesta más grande del Mundo”, que se la dedicaba a mi nieta Marilé, quien estudia música desde pequeñita y lleva cuatro años tocando el violín, ella asistió como violinista, a ese evento musical, realizado a finales del año pasado.
Marilé, también se dedica al piano, asiste al Conservatorio de música donde recibe clases de piano, en Barquisimeto, Estado Lara y practica con su papá: mi hijo Rafael Simón. Y en la familia de la niña, tanto paterna como materna, hay una cantidad increíble de músicos: hasta un tío abuelo: Ernesto Torrealba, que fue un prodigioso músico de arpa, estuvo casado con la famosa cantante Adilia Castillo y llevó su mensaje musical hasta en algunos films en la ciudad de México, y no solo destacó como artista, sino también como cantante y fino artesano. En la familia de Alejandro, también hay una cantidad increíble de músicos: su papá, su abuelo, tíos y primos. El comenzó su aprendizaje musical con su abuelo paterno, y cuando se inclinaba por el piano, en la casa del abuelo José Parra, este escribió la poesía “El Nieto”, pero en la casa de ese abuelo estaban tres nietos, que se peleaban sobre la inspiración de esa poesía: discutían: “Mi abuelo me la dedicó a mí”
-No, es para mí…
En realidad es una ejemplar pieza literaria que anexaré a esta crónica para que la disfruten mis lectores. Adelanto una estrofa de dicha poesía:
“Al atacar feroz mi pobre piano
Se oyen como diez pianos en pelea
Y si los sermoneo en buen cristiano,
Rabia, escupe y patea”
Mi opinión es que el inspirador fue Alejandro, no por ser malcriado, sino por ser muy gracioso, natural y espontáneo. Yo asistí a su matrimonio en La Pastora de Caracas, cuando se casó con mi sobrina Mary. Cuando llegamos a su casa, se puso muy serio, tomó la guitarra y dijo: “ahora voy a dedicar esta canción a mi amada esposa”. Yo le dije a mi hermano Alí: “es tan joven que da la impresión de ser un niño que acaba de hacer la primera comunión”
Continuo con la biografía de Alejandro, con las enseñanzas del abuelo se inicia en guitarra y piano, aunque también toca flauta, cuatro y clarinete. Estudió primaria en el grupo escolar República de Ecuador y la secundaria en el Liceo Aplicación de Caracas y se especializa en guitarra y piano en la Escuela José Ángel Lamas. También estudió en la escuela Prudencio Esaá y durante ocho años cursó estudios en la Escuela Experimental Pedagógica de Caracas, de donde egresa como profesor de música. Trabajó para el Ministerio de Educación, desempeñándose no solo en escuelas, colegios y liceos, sino que visitaba preescolares y casa-cunas, sonde descubrió que los niños a los seis meses ya tienen oído musical, y les colocaba maracas en sus manitos, para irles graduando la información de las notas musicales y lo conseguía. También enseñaba a sus sobrinos, como el abuelo había enseñado a sus nietos. Trabajaba también en las empresas de su suegro, mi hermano, y en una ocasión, en instalación de parques infantiles, en el oriente de Venezuela, nos visitó en Puerto Píritu y con las manos totalmente dañadas, se lamentaba: “si sigo montando parques, voy a perder mis manos y no podré tocar más”.
El es muy espontáneo, como ya lo anoté y ahora voy a contar una anécdota que tuvo con la pérdida de su guitarra, ya que una de mis crónicas es sobre las pérdidas y los milagros, escribiré también una anécdota de Mary, mi sobrina de sangre, por mi hermano Alí, fallecido hace algunos meses, víctimas él y su esposa del COVID19. Dios permita que estemos en la etapa final de esa pandemia.
Anécdota sobre la pérdida de una guitarra.
Mi sobrino, Alejandro, se preparaba para regresar a su casa, después de una jornada de trabajo. Salía de la calle y partía hacia Panteón, mete todo en su auto, y mientras, coloca la guitarra en el techo del auto, entra en él, lo prende y arranca, ni siquiera se dio cuenta de la guitarra, quería llegar rápido a ver a su princesa, como él llama a mi sobrina. Va manejando muy tranquilo, cuando ve por el retrovisor una señora que corría detrás del auto, haciéndole señales para que se detuviera, él piensa, “Eso es un truco, está en combinación con los ladrones para que me pare y me roben el auto; pero si ellos se creen muy inteligentes, yo no soy ningún pendejo” y aceleró más, pobre señora, corría más rápido y se veía muy cansada. El mira el espejo nuevamente y como es piadoso, se dice: “Me detendré y que sea lo que Dios quiera”
Cuando lo hace, ella jadeando le dice que cuando arrancó, se cayó la guitarra, que se rodó hacia atrás y ella la recogió. Se devuelven por la guitarra y él al recuperarla, le agradece mucho, pues como músico que es, ama su instrumento. No se le ocurre darle una propina, sino que le dice: “Le agradezco tanto, que pronto, con esta guitarra voy a llevarle una serenata”.
Pero no le pidió la dirección, al principio pecó de desconfiado y al final por despistado. No llevó la serenata: pero con seguridad, la señora se fue contente, porque ella había logrado “un milagro”.
Como lo ofrecí en el desarrollo de esta crónica, ahora va la anécdota de Mary: la pérdida de un teléfono.
Cuando se pierde un teléfono, es algo terrible hoy día, por la necesidad de uso de este aparato, sobre todo para los profesionales con agendas muy cargadas.
Mary mi sobrina, es empresaria, trabaja en las empresas de su padre en la Av. Urdaneta de Caracas y confía mucho en las informaciones que tiene en su teléfono.
Y no solo los profesionales, sino todo el mundo no pueden vivir sin ese aparatico. Todo depende de la época en que se viva… Bastaría poner un ejemplo de otra época histórica, por ejemplo: la época de nuestro Libertador Simón Bolívar que carecía de los teléfonos celulares y si Bolívar necesitaba enviar un mensaje al amor de su vida (Manuelita), procedería de la siguiente manera: se sentaría en San Mateo, en su buró y escribiría una esquela con su pluma mojada en tinta y llamaría al soldado Julián y pensaría: “con este soldado la recibirá rápido y ella vendrá a hacerme compañía y así estaré más feliz, ya que ahora solo tengo a la negra Hipólita que es como mi padre y mi madre, y Manuela es mi gran amor…”
Bolívar tendría que hacer eso, porque no existían los teléfonos celulares. Con respecto a la opinión que él tendría de Hipólita, es un dato de un gran historiador (Libro de Oro de Bolívar). Lo demás es un ejemplo imaginario.
Volvamos a la anécdota de Mary.
Cuando llega a la oficina se da cuenta que no lleva el teléfono y dice: “Y ahora, ¿qué haré con la información vital que anoté para hoy?”
Baja y le pregunta al recepcionista, si lo había dejado ahí cuando él le entregó la correspondencia.
Él le dice: “No, yo no lo he visto, a lo mejor se lo llevó alguien” y de repente ella ve una lucecita en el escritorio del recepcionista, su teléfono recibía un mensaje y el señor no lo había visto porque dicho teléfono estaba boca abajo (Tapa negra) y la superficie del escritorio era también color negro. La luz del mensaje era un aviso del milagro que era para ella el encontrar el teléfono.
Actualmente Alejandro y Mary están en su bella casa del Cafetal en Caracas, después de que Alejandro le hicieron una delicada cirugía del corazón (consecuencia del Covid Delta) aunque el también fue fumador.
Ahora gracias a Dios está muy bien con su control fisiátrico, y estoy segura, seguirán así, después de un difícil año donde murieron los padres de Mary (en el lapso de un mes) a consecuencia también del Covid Delta, y ya un poco recuperados agradecemos a Dios por el don preciado de la salud y la vida…
Alejandro seguirá con su música tocando para la familia y amigos, el lo hizo en Barquisimeto, en mi casa en un cumpleaños de Rafael Miguel (mi hijo en el 2008), el mismo año en que Sarita, su hija, iniciaba sus estudios de Veterinaria, y estaba residenciada en mi casa.
Ellos tienen otro hijo, Abraham, quien está con su pareja en Noruega, hace años, se fueron a hacer postgrados y se quedaron en ese país nórdico.
Ahora va la poesía ofrecida del abuelo poeta de Alejandro.
EL NIETO
Yo tengo en casa un nieto,
Un breve malandrín, un pitoquito,
Un grandísimo falto de respeto
Medio metro no más de cocorito
Un bicho, un tirapiedra, un Capuleto
Un rompetodo que me tiene frito
Con tal sed de desplante
Que a pesar de lo poco de sus días,
No hace más que pensar el muy tunante
En vivir inventando fechorías.
Le importa un pito que yo sea poeta
Me habla de tú a tú
y como si yo fuera una chancleta
Me obliga cuando puja en la poceta
A ser el inspector de su pupú.
Al atacar feroz mi pobre piano,
Se oyen como diez pianos en pelea
Y si lo sermoneo en buen cristiano,
Rabia, escupe y patea
Si se mece en la hamaca como usted,
Le truena la cabeza en la pared
Y si alguien viene a barrer la alcoba,
Le arranca su caballo que es mi escoba
No todo, sin embargo, es pesadilla
Alguna vez nos besa en la mejilla
A mí y a mi costilla
Con cariño inocente,
Pero uno ve sus labios, de repente,
mucho más peligrosos que una hojilla,
porque sabe lo cerca que está el diente.
A veces, en el fondo de la noche
Se levanta descalzo, monta el coche
Y de golpe levanta el grito feo:
“Te voy a morder el “deo”
Y resulta verdad esa maldad,
pues sin fraternidad de San Francisco
afinca en cualquier parte su mordisco.
Mi casa está plantada boca arriba
y no como campana y su badajo;
pero el tercio echador de lavativa
me la cambia y la pone boca abajo
Por ejemplo: a una mesa pie en el suelo
La volteó con las patas hacia el cielo
Y a la rosa que ardía en mi oficina
Me la puso a tostar en la cocina.
José Parra