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El equipo rosarino goleó y, además, gustó La noche ideal de Newell's Volvió aquel conjunto que despertaba ovaciones hace no mucho tiempo atrás. Fue triunfo y baile ante Nacional.
Maximiliano Rodríguez grita su tanto, el primero. Bernardi, autor del tercero, se acerca a saludarlo y Muñoz completa la escena. Toca y toca Newell's. Y no para de tocar. Y el Coloso Marcelo Bielsa es una fiesta. Goza el público rojinegro, que se refriega las manos y se frota los ojos. Aplaude a rabiar y disfruta. Es que después de varios meses, cuando el castillo edificado por Gerardo Martino parecía caerse bajo el mando de Alfredo Berti, en cuatro días, aquel Newell's que despertó admiraciones en propios y extraños, volvió. Ayer ratificó, tanto desde el resultado como desde la producción futbolística, la levantada ante Atlético de Rafaela por el torneo doméstico. Y lo hizo en una noche de Copa, justamente la obsesión del año, y ante un viejo rival como Nacional, con el que en 1988 disputó la final de la Libertadores.
Lo de Newell's fue fantástico. Y por momentos hubo baile. O candombe, teniendo en cuenta al contricante uruguayo. Después de varios momentos de incertidumbre, el Newell's que el año pasado fue campeón del Torneo Final y alcanzó las semifinales de la Libertadores, apareció. El equipo empezó a recuperar la solidez perdida, lo que le permitió sumar sus tres primeros puntos y recuperar el terreno perdido tras la derrota ante Atlético Nacional. Una victoria busca a la otra y Newell's retomó la senda de los triunfos acostumbrándose nuevamente a ellos.
Todo lo que Newell's había mostrado en el primer tiempo, en el complemento lo potenció. Y la orquesta sonó: tenencia de pelota, circulación, velocidad y dinámica. Un combo letal para las chances de Nacional, que quedó maniatado. Newell's sacó provecho de sus sociedades en ataque y de su fútbol ancho y profundo, el ADN del equipo, para vulnerar a su rival. Es cierto que a Newell's por momentos le costó lastimar de tres cuartos hacia adelante pero en las oportunidades que pudo profundizar, golpeó. Y fue gracias a aquellas triangulaciones y al juego por las bandas.
Los dos primeros goles tuvieron la coincidencia de que se gestaron en la derecha. En el primero, a poco de comenzar el encuentro, Muñoz pivoteó y abrió para Bernardi, quien salió de su habitat para romper esquemas ( otra característica de la casa) y habilitó con un pase exquisito a Maxi Rodríguez, quien definió con una volea. Golazo. Y el segundo, el que rompió el molde fue Cáceres. El lateral desbordó, tiró un centro atrás y Curbelo se la llevó por delante cuando Muñoz entraba para empujarla. El 2- 0 pareció definitivo y era justo por el monopolio de la pelota que Newell's ostentó y por su ambición. Lo liquidó en el arranque del segundo tiempo con un cabezazo magnífico de Bernardi tras un centro de Casco desde la izquierda. Y luego no bajó la intensidad. Siguió de la misma manera. Hasta que Orzán, cerca del final, con otro cabezazo le puso el sello a la goleada. Y a una noche mágica.