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Una sociedad civilizada y organizada no puede permitirse ninguna clase de acción de justicia por mano propia. Estos hechos deben ser repudiados e investigados, para que no se repitan
En Rosario, un joven de 18 años le robó la cartera a una mujer. Algunos vecinos que presenciaron el hecho intervinieron para impedirle la huida: lo detuvieron y lo golpearon hasta provocarle traumatismo de cráneo y pérdida de masa encefálica. Un par de días después, el muchacho murió en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez.
Este tipo de acciones ciudadanas se convirtieron en una rara tendencia. En la última semana, distintos medios de comunicación registraron varios casos similares en otros puntos de Rosario, Santa Fe, Villa Gobernador Gálvez, General Roca y en la ciudad de Buenos Aires.
El Modus operandi es el mismo en todos los hechos. Un grupo de vecinos observa a un supuesto ladrón en actitud sospechosa o cometiendo un delito determinado (arrebato de carteras, robo en viviendas o robo de vehículos) y decide actuar por su cuenta. Persiguen y detienen al ladrón y, sin más, lo linchan. Las golpizas que les propinan son brutales e incluyen no sólo golpes de puño sino también patadas.
Las heridas que así provocan ya causaron al menos un muerto y un herido grave –otro joven rosarino que fue internado con politraumatismos e inconsciente–.
No hace falta aclarar que, al ser guiada por el descontrol, cualquier turba puede equivocarse y cazar a un inocente, situación que también tuvo por escenario a las calles de Rosario. Dos jóvenes trabajadores a bordo de una moto fueron confundidos con los ladrones que habían robado una remisería, cuyos empleados los persiguieron, les dispararon en plena calle y golpearon ferozmente al que lograron apresar, mientras su compañero se refugiaba en una estación de servicio.
Pero aun si en otros casos se llegase a los verdaderos culpables, todo delincuente merece un juicio justo, con posibilidades de defensa.
El ministro de Justicia y Derechos Humanos de Santa Fe, Juan Lewis, ha sido claro y tajante en sus declaraciones: no hay justificación alguna para estos linchamientos, porque, en el caso que dejó un muerto, se trata “lisa y llanamente de un homicidio”.
Lo mismo debe decirse para aquellos casos en que no hubo que lamentar la muerte de nadie, pero que terminaron con heridos graves. La sensación de impotencia que puede experimentar cualquier ciudadano o cualquier vecindario por la inseguridad, la relativa ausencia de la fuerza policial y cierta desconfianza en la Justicia, cosas que se perciben a diario en nuestra sociedad, no pueden convertirse en argumentos para justificar la “justicia por mano propia”.
Si un grupo de vecinos quiere colaborar con una víctima deteniendo a su agresor, puede hacerlo, pero sin violencia y entregando de inmediato al sospechoso a las autoridades. Porque la violencia que se ejerce en estos eventos convierte a una buena acción en un salvaje atentado.