Era una Bombonera algo fría, rara, poco habitual para un partido de Boca. Sin mucha gente, con varios espacios vacíos, más allá de que los tucumanos habían llenado su popular. Y el equipo, desde adentro, seguía al principio en la misma sintonía de los últimos partidos. Apático, jugando mal, dubitativo, vulnerable. Con Riquelme, Palermo y Palacio en cancha, pero sin fútbol. Así fue que San Martín le generó situaciones de gol, lo preocupó (hubo un cabezazo en el palo de Urbano) y estuvo ahí de lastimarlo.

Y justamente después de que San Martín se perdiera el primero después de una salida en falso del Pato Abbondanzieri, llegó el primero de Boca. De Palacio quitando una pelota por izquierda y metiéndole un gran pase cruzado a Palermo, quien definió bárbaro de derecha, casi tirándose al piso. Y una pequeña alegría para Boca en un momento difícil, con Ischia ya afuera al final del torneo y un Bianchi que se niega a asumir, dejando su rol de manager.

El segundo tiempo fue algo más tranquilo para Boca, que estuvo más firme, sin tanta duda. Lo liquidó Palacio, a lo goleador, en la boca del área chica. Pero faltaba más, faltaba. ¿Qué? El otro gol del Loco, que en plena crisis, que después de una lesión, que en cualquier momento, que aún sin contrato nuevo, siempre aparece para la ovación, para el reconocimiento. Con una muy buena definición, esta vez con la zurda, puso el 3-0 y salió disparado a darle un beso a un auxiliar histórico, el podólogo Antonio Obrador.

Ya pasó los 200 cuando jugó por la Libertadores. Y va por más. En una situación complicada, le dio dos goles a Boca, que sirven para su cuenta personal y también para sumar puntos, puntos que necesita el club para poder clasificarse a la Libertadores 2010 (se define por la sumatoria de los dos torneos). Palermo siempre está.

Fuente Www.ole.clarin.com.ar