Era difícil ser peor que Zapatero.

Pero, sí: vamos a asistir a un posible suicidio colectivo de los socialistas impulsados por su líder actual, Pedro Sánchez, creador de ocurrencias a las que ni siquiera su destructivo antecesor se atrevió.

La última, de este fin de semana, fue la de proponer concederle al nacionalismo catalán una Hacienda propia y similar a la de las comunidades vasca y navarra, algo a lo que se negaba el PSOE, incluso el del asombroso leonés, y que rechazó Rajoy.

El neófito Sánchez, de 43 años, puede deshilachar para siempre la formación política más antigua de España, el Partido Socialista Obrero Español (Español, no se olvide, de todos los españoles por igual), fundada por Pablo Iglesias hace 136 años.

Las ocurrencias de Sánchez están logrando que notables militantes se acerquen a quien usurpa el nombre del "Abuelo", y que en realidad se llama Pablo Manuel Iglesias Turrión, de 37 años, fundador hace poco más de un año del partido más joven, el chavista mutante Podemos.

Zapatero le había concedido en el Estatuto de 2006 a la Generalidad catalana la base político-ideológica para la independencia llamándole Nación a la Autonomía, definición rechazada por el Tribunal Constitucional en 2010.

Era el mismo José Luis Rodríguez Zapatero para el que España, como Nación, era un concepto "discutido y discutible".

Sánchez, para irritación de los presidentes socialistas de Andalucía, Asturias y Valencia, entre otros, propone otorgarle derechos superiores a la Generalidad catalana, y cuando algo le entra en la cabeza usa su poder despiadadamente, como han comprobado en Madrid sus líderes, en la Comunidad y el Ayuntamiento, defenestrados inopinadamente.

Los nuevos presidentes socialistas de Castilla-La Mancha y Valencia pelean ahora, además, por el agua del Tajo en medio de una sequía que afecta a la "discutible" España.

El secretario general rompe casi todo. Podría hacerlo en su magnífico inglés, que parece ser lo único que maneja bien.

------

SALAS