Pajarito, la entrevista

En la obra vemos varios temas entre los que podemos destacar la marginalidad, el amor, la homosexualidad, las drogas, la muerte ¿Si tuvieras que decirnos "Pajarito" trata determinado tema, cual sería? ¿Por qué?

PAJARITO da cuenta de un mundo marginal y lo hace, o intenta hacerlo, desde códigos propios de ese mundo. Es una metáfora de personajes encerrados; un relato en el que luces y sombras, escapes y libertades, ternuras y crueldades conviven en un mismo nivel. El riesgo estético que tuve como director fue dibujar una realidad y mostrarla lo más cercana posible a como es (de ahí su carácter estético realista), sin intromisiones ni mensajes que condicionaran moralmente a los personajes. Los hechos suceden en tiempo real, por sí mismos. La idea de “relato de autor” está ausente.

Si bien la historia está atravesada por  un vínculo de amor entre dos personajes masculinos (Pajarito y Cachi), la trama no radica en la cuestión de género. No me interesa la idea, por momentos frívola, de poner en primera instancia, o tomar como tema, la sexualidad de un personaje, tan de moda en estos tiempos. Por el contrario, la sexualidad  sólo atraviesa a los protagonistas que no tienen la necesidad de aclarar sus condiciones de identidad. Simplemente, son.

Y estas dos líneas, la marginalidad y la relación homosexual, se conectan puntualizando o haciendo zoom en el núcleo de la historia: la libertad, la imposibilidad de ser libre. Tanto en el mundo circundante como en el mundo interno de cada uno de ellos.

Como en círculos concéntricos, el afuera y el adentro son eslabones de una misma categoría de encierro, de sin salida, de opresión.

Para escribir la obra ¿En qué te inspiraste? ¿Hay algún hecho verídico en lo que vimos?

El texto nace desde la consigna de un ejercicio en el taller que desde 2009 tomo con Andrés Binetti. En un principio, fue trabajar sobre una trama sonora. De ahí surge la imagen real del ambiente y de los personajes. Nombres y características ambientales son tomados como primer paso de una realidad, de un suceso mínimo en donde me toco estar brevemente involucrado. Desde lo espacial y desde esos personajes reales, la escritura fue configurando una trama, ficcional; pero trabajando en detenimiento la idiosincrasia marginal del mundo suburbano mendocino y de su especial sonoridad en el habla.

Concretamente, la habitación donde se desarrolla la trama, los personajes y el negocio de la droga en una noche son los hechos verídicos que marcaron el inicio de todo.

Los personajes utilizan lenguaje marginal y se ve muy bien sostenido a lo largo de la obra ¿Cómo trabajaste el lenguaje de la obra con los actores?

"Como en círculos concéntricos, el afuera y el adentro son eslabones de una misma categoría de encierro, de sin salida, de opresión."

Una de las primeras dificultades que me plantearon los intérpretes tenía que ver precisamente con la sonoridad, no sólo referida a un  idiolecto de la marginalidad sino a una caracterología expresamente mendocina. El texto fue trabajado desde su inicio con una alta precisión respecto a la forma sonora del habla, en un intento de trasladar al papel o convertir en “palabra escrita” algo que suena, que es “sonido”.

Pero desde las primeras lecturas, el enfrentamiento con este aspecto primordial de la obra (en donde se marca parte de su verosímil-  en el sentido de regionalidad o regionalismo) fue tenido en cuenta. Toda palabra en el teatro está sostenida por la acción y fue la ACCIÓN, encarnada por los cuerpos en funcionamiento, la que se transformó en el vehículo para encarnar y hacer posible que el lenguaje lograra naturalidad a la vez que contenido.

Si tuvieras que elegir un pintor y una obra de ese pintor para definir "Pajarito" ¿Cual elegirías?

Pienso en “El grito” existencialista, mudo y oscuro de Münch. Pienso en la fragmentación de las  imágenes de Francis Bacon. Pienso en las texturas rizomáticas de materia y color de Pollock.

Nunca había pensado a Pajarito en términos pictóricos, pues en su creación, tanto en la escritura como en la puesta en escena, siempre sentí empatía con rasgos cinematográficos (Leonardo Favio y Adrián Caetano, por ejemplo) y literarios (Osvaldo Lamborghini,   Armando Discépolo, Néstor Perlongher), y hasta intertextualidades musicales: cumbia (Pibes Chorros) y rock (Sumo).

Pero pensándolo hoy, elegiría a Antonio Berni y su cuadro “Juanito  Laguna aprende a leer”.

A Berni por su pincelada social, por los materiales “marginados” que él incorpora como elemento de composición, por  el mundo de la “niñez” como zona de inocencia pero también de soledad, desprotección y abandono social; es decir, por el potente vínculo de su arte con la denuncia social en términos poéticos, no panfletarios.

A “Juanito Laguna aprende a leer” por su fondo blanco manchado y rústico, por esa especie de ventana a través de la cual se aprecia un cielo rojo (que se me antoja sanguíneo y latente afuera); por los personajes niños: tres varones, una mujer; por la mezcla de figuración concreta y figuración abstracta de los personajes; porque no hay puerta; porque están encerrados y porque son marginales.