Llegó con tres mujeres a una isla deshabitada y 150 años después todos los habitantes de la isla son descendientes suyos
William Marsters llegó hace 150 años a Palmerston (Islas Cook) con tres esposas de origen maorí y el objetivo de iniciar un negocio de extracción de aceite de coco, para lo cual llenó la isla de árboles. Siglo y medio después, todos los habitantes de la isla, más de 60 personas, son descendientes suyos. De hecho, tan sólo dos personas no lucen en su heráldica el apellido Marsters.
Pero, sin duda, la situación geográfica de Palmerston le ayudó mucho a la hora de llenarla con sus descendientes. No en vano, es considerada la isla habitada más remota de la tierra. Sus habitantes reciben víveres sólo un par de veces al año y los botes que se encargan del desembarco sudan la gota gorda para atracar porque la isla está rodeada por un hermoso –y peligroso- cinturón de arrecifes de coral. Es también un lugar complicado de avistar. Sólo tiene seis metros de altura máxima, por lo que a más de tres kilómetros resulta harto difícil encontrarla. Como detalle curioso, apuntar que la isla está dividida en tres sectores, uno por cada esposa que tuvo William, hecho que confirma que entre ellas la única unión que existía era la de su marido.
Un pedazo de tierra por el que William Marsters peleó duro, y que consiguió arrebatarle a la mismísima corona inglesa. En 1892 logró hacerse con la propiedad de la isla, batallando nada más y nada menos que con la reina Victoria. Poco le duró la alegría. Las palmeras de las que extraía el aceite con el que comerciaba, se echaron a perder por una plaga y murió de hambruna.
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