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Mi ciudad. Mi desvelo. Mi tristeza
Años atrás, los porteños solíamos mostrarnos sobradores, fanfarrones, agrandados, mirando a todos desde arriba del pony, claro, nuestra ciudad era la metrópolis de Latinoamérica, grande, rica, llena de misterios y de tesoros, sociales, culturales, deportivos, teníamos siempre el último grito de la moda en nuestra vida.
Y así trotamos por el mundo, prepotentes, gritones, famosos por el ‘déme dos’, casi rozando la grosería, además siempre nos sentíamos superiores, como todo podíamos arreglarlo…, aunque fuera con alambre y con la famosa picardía porteña, la avivada, el ser ventajeros, encajabamos en cualquier país con una soltura y desenvolvimiento envidiable.
Recuerdo un chiste que se contaba en España que decía, ‘dale un escritorio a un porteño y en dos meses lo tienes como jefe’.
Pero los años pasaron, los vientos cambiaron y nos dimos unos cuantos porrazos, duros, fuertes, que nos bajaron de un sonoro cachetazo, del podio en el que nos habíamos instalado.
Hoy, como siempre extremistas, nos sentimos los peores, nos caracteriza esto de ir del cielo al infierno en un plis plas, no tenemos término medio y así nos va, por supuesto.
Tengo una queridísima amiga española, que vive a orillas del Mediterráneo en un pueblo que es lo más parecido a lo que yo imagino ha de ser el Paraíso.
Ella sueña con conocer Buenos Aires, ama todo lo referido a nosotros y yo tiemblo de sólo pensar que ponga sus pies aquí y se lleve una gran desilusión.
Es que es tanta la tristeza que se siente en las calles, basta mirar los rostros transidos por la premura, por el dolor, por el enojo y por la preocupación.
¿Observaron que la gente, en su gran mayoría, viste de oscuro? Grises, azules, negros, todo es monocromático, pareciera que una pátina brumosa nos envuelve aún cuando brille el sol más radiante.
Yo adoro Buenos Aires, pero está tan triste, que me acongoja.
Yo adoro Buenos Aires, pero está tan triste, que me acongoja
'El Tortoni'
Muchos somos ya los que no salimos por las noches, sólo lo hacen los jóvenes. La calle Corrientes es patética. Ni que hablar de Lavalle o Avda. Santa Fé después de las 21hs.
Avda. Corrientes.
Otros son los centros de atracción, está Puerto Madero, bonito sí, fashion, y Palermo, éste último para la gente adulta sólo hasta las 2.00 p.m., más tarde mucha droga y mucho alcohol hacen que el lugar no sea muy agradable.
Las veredas rotas, las calles poceadas, las esquinas llenas de bolsas de basura rotas y revueltas, porque pasaron los cartoneros para hacer su faena y tratar de rescatar algo para ganarse unos mangos.
El Río de la Plata una miasma llena de mugre, plásticos y pañales…
En las intersecciones de las calles o avenidas más transitadas, cientos de niños y jóvenes, bajo la mirada torva de algunos adultos, que aprovechan el corte del semáforo, para limpiar-ensuciar prepotentemente los parabrisas de los autos estacionados, ante la inútil negativa del conductor, exigiendo una moneda a cambio y si no, viene el insulto, porque el de la mirada torva espera el dinero, que deberá llevarle sumisamente el niño, o el joven, explotado por el truhán.
Miseria, tristeza, desolación, Buenos Aires, la que no dormía, hoy se acuesta temprano, tiene miedo, tiene angustia y me duele…
Como decía Borges… “no nos une el amor sino el espanto, será por eso que la quiero tanto…”