¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Eduardo Ramos Campagnolo escriba una noticia?
Qué patéticos nuestros políticos cuando abren la boca y no es para comer, beber o bostezar! Realmente dan lástima cuando intentan hacerse creer, cuando pretenden convencer, cuando quieren defenderse, acusar o tan solo agradar. Y pensar que hubo oradores tan brillantes! y no hace mucho. Encontrar quién hable sin leer el texto escrito ya es un descubrimiento importante, ni que hablar de encontrar al orador que tiene el fuego sagrado de la convicción, el que empieza elegante y termina sublime, el que intercala anécdotas, el que formula preguntas y él mismo las responde, o las deja sin respuestas en un silencio magistral. Aquél que exclama, invoca a Dios, a la Patria, responde antes que le objeten, eleva su voz como un trueno en la queja e inmediatamente baja el tono en la reflexión. El buen orador conlleva una actitud serena y a la vez distinguida, altura y elegancia son sus cualidades discursivas. Si expone con rapidez mostrará su nerviosismo, si lo hace con lentitud desnudará su timidez; él es moderado, sabe sonreir pero cuando lo necesite apelará a una expresión facial de intransigencia o de repudio. Hoy vemos y escuchamos a los políticos actuales, de todos los partidos, incapacitados en el arte de la oratoria, incapaces de superar al adversario sin ofender, sin difamar, sin denunciar. El buen orador capta la atención del público y lo arrastra con razonamientos encadenados hasta su punto de vista. Analiza el problema, lo desmenuza, rebate cordialmente las opiniones adversas, afirma su conclusión, reconoce los méritos ajenos, jamás desprestigiará. Cuando el buen orador improvisa; impresiona, conmueve y convence, el público, que espera su enseñanza, advierte su superioridad intelectual, sus dones de conducción, su personalidad. Descubre aspectos jamás pensados del tema en cuestión, relaciona lo conocido con la propuesta. El buen orador sabe que no debe entrar de lleno en el asunto, que la ideas fuerza deben ir al final de la pieza oratoria porque la autoridad en la materia se adquiere lentamente. Jamás se anticipará a la conclusión, durante el exordio será cordial, mostrará, leerá si es preciso un fragmento interesante; su línea estilistica irá "in crescendo".En el razonamiento ubicado en el cuerpo de su discurso refutará las ideas contrarias y confirmará las suyas, luego recapitulará todo y una pausa nos anunciará que está a punto de elaborar la conclusión. Al finalizar realizará un llamamiento a apoyar su causa, exhortará a seguir la idea propuesta y tal vez lo logre porque ha actuado sobre las estructuras ideológicas, culturales, sentimentales y volitivas de sus oyentes, pero siempre lo habrá hecho con educación, respeto y elegancia.