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Después de que asumiera como Sumo Pontífice, en las tierras patagónicas sus compatriotas empezaron a preguntarse qué puede hacer Jorge Bergoglio por ellos en materia política
El Papa tiene una verdadera potestad, no una simple autoridad moral: “El Romano Pontífice posee, como supremo pastor y doctor de la Iglesia, la potestad de jurisdicción suprema, plena y universal, ordinaria e inmediata, sobre todos y cada uno de los pastores y fieles”, así lo declaró el Concilio Vaticano I en 1870, dejando en claro que, a partir de su asunción, el ex Arzobispo de Buenos Aires, tendrá injerencia sobre cada uno de los católicos a lo largo del planeta.
Sin embargo, más allá del significado estrictamente religioso, el Papa tiene autoridad legal, ya que el Vaticano fue reconocido por Italia en 1929, a través de los llamados “Pactos de Letrán”, como estado soberano, separándose de ella y declarándose independiente. A partir de ese momento adquirió la posibilidad de relacionarse diplomáticamente con cualquier país del mundo, lo que automáticamente convierte a la Iglesia católica en una entidad con capacidad para participar de congresos y tratados internacionales, es decir, le da posibilidad de voto y opinión legalmente válida a nivel mundial. Y ésta es la cuestión de vital relevancia, porque ahora Bergoglio encabeza no sólo una religión (lo que le brinda alcance a través de cualquier frontera), sino también un estado al mismo nivel que cualquier otro.
En cuestión: ¿Dónde queda posicionada Argentina? Principalmente, el país vio multiplicada la cantidad de gente de otras naciones que pudiera llegar a saber dónde quedaba la Patagonia antes del nombramiento de este nuevo Papa. En otros aspectos, por ahora, no conoce otro beneficio instantáneamente tangible más que la posible simpatía del nuevo pontífice por haber nacido argentino. Sin embargo, se rumoreó que tal vez pudiera colaborar en la recuperación de las Islas Malvinas.
De allí otra pregunta: ¿Puede el Papa otorgarle las islas a la Argentina? Pues no, pero puede ayudar a que sí.
La realidad es que el jefe de estado del Vaticano posee muchos adeptos por defecto a su régimen político-religioso, que podrían facilitar el volcar la opinión pública en contra de Gran Bretaña, que actualmente ostenta las islas en su poder. Además, tiene la posibilidad de mediar entre ambas naciones, como bien lo hizo el difunto ex Papa Juan Pablo II en el conflicto por el canal de Beagle enviando al cardenal Antonio Samoré, lo que impidió que se desatara una guerra entre Argentina y Chile.
Argentina, por el momento, permanece en el mismo lugar de influencia en la escena internacional, tal vez pueda emerger hacia otros horizontes que sin un papa latinoamericano no hubiera podido alcanzar, o tal vez siquiera considerar, pero es cuestión de tiempo para que se modifique el panorama.