¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Galdo Fonte escriba una noticia?
Cuando el poder de Gobierno es subyugado por el poder financiero, la única solución para subvertir esta anomalía es un nuevo proceso constituyente, que impida la supremacía del poder económico sobre la voluntad de las urnas
A la muerte del General, las élites del franquismo para dar continuidad a su estatus convinieron en disfrazar aquel régimen en democracia, lo hicieron sabiendo que para enmascarar su simulacro era necesario crear una confusión política entre lo cierto y lo falso, de tal modo que la sociedad en su conjunto percibiese como real lo que en verdad resultaba ser ficticio.
Y fue en ese contexto de engaño donde se desarrolló el proceso de cambio político de la dictadura a la democracia, o lo que es lo mismo, la tan “modélica Transición”, y ello fue posible no solo por las maquinaciones de las fuerzas vivas del anterior régimen sino también por el efecto contagio que dichas maniobras produjeron en la denominada oposición democrática que plegándose a sus dinámicas acabó cumpliendo la función de comparsa.
En el transcurso del teórico proceso de conversión no se hizo revisión ni condena explícita del franquismo, facilitándose que los acólitos del régimen salieran impunes de aquel proceso, en tanto la reparación y la memoria de las víctimas de la represión fascista quedó pospuesta toda vez que en nombre de la reconciliación el pasado fue sometido al olvido, sin que con ello llegaran a cicatrizar las heridas de la confrontación ni tampoco el trauma de la Guerra Civil fuera superado.
Fue todo una farsa, pues por mas versiones interesadas que se nos cuenten sobre el resultado del proceso y aún elevando su denominación al rango de “modélico”, lo único cierto es, que sin consumarse una asunción de responsabilidad efectiva es materialmente imposible que pudiera darse una auténtica reconciliación, y en este caso lejos de cumplirse tal condicionante lo único cierto fue que la élite de la Transición optó por hacer borrón y cuenta nueva, como si los asesinatos de un bando pudiesen borrar los del otro.
Con todo, no debe existir duda alguna que los sustentadores de la dictadura hegemonizaron aquel proceso subordinando desde su autoritarismo la calidad de la posterior “democracia” que fue mas impuesta por ellos que negociada por la oposición.
Por tanto lo que se nos cuente desde el oficialismo no va más allá de un relato interesado donde el mito y la mentira se complementan tomando papel protagonista, al solo efecto de otorgar a la Transición la condición de referente de cohesión aun cuando la realidad de los hechos viene a refrendar justamente lo contrario, toda vez que lo que aquí se consumó no fue más que la continuidad y preservación del régimen franquista maquillado con el formato político del parlamentarismo.
Lo que aquí se produjo fue un lavado de cara del régimen dictatorial al solo objeto de dar el pego, para así poder camuflar la realidad tras una legitimidad de apariencia
El sistema fue acomodado a los requerimientos del guión, es decir, a las exigencias políticas, sociales, económicas y geopolíticas del momento mediante la redacción de la constitución de 1978, pero en modo alguno se produjo una ruptura con el régimen anterior, desde el punto y hora que se mantuvo invariable el conjunto de su estructura de Estado: tribunales, sistema económico, burocracia estatal, ejército, leyes, servicios secretos, etc.
Por eso que mas allá de un tránsito a la democracia lo que aquí se produjo fue un lavado de cara del régimen dictatorial al solo objeto de dar el pego para así poder camuflar la realidad tras una legitimidad de apariencia con la que conseguir la aceptación del nuevo orden tanto a nivel doméstico como en el foro internacional para de este modo facilitar la integración del Estado en el exterior y especialmente en la Comunidad Europea.
De no ser así, si ciertamente se consolidara un orden político renovado sería imposible de entender como la élite del franquismo no solo continúa marcando las pautas del país, sino que además, se mantiene instalada en los altos estamentos del poder establecido, pues resulta probado que las mismas familias políticas que movían los hilos del poder en aquella época pretérita, mantuvieron su primacía durante el período constitucional y para mayor despropósito siguen imponiendo su voluntad a tiempo presente.
Aspectos que redundan en corroborar que las estructuras de poder del régimen franquista ha persistido y amplificado en el régimen constitucional, de igual forma que los miembros de su élite dirigente se han mantenido gracias al reemplazo generacional efectuado por sus herederos, aprovechando las posiciones de poder ostentadas por sus familias para así hacer carrera utilizando las ventajosas condiciones políticas que para sus intereses les sigue reportando el actual marco constitucional.
Mientras esto ocurre, el conjunto de la sociedad al igual que en el franquismo, subsiste en un permanente estado de postración, apartada de cualquier ámbito de decisión política real, y en todo, dependiendo de esta casta dominante que por encima del resultado de las urnas es quien en definitiva impone su determinación.
Toda versión opuesta es proselitismo para necios