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Miles de mujeres republicanas que oscilaban en edades entre los dieciséis y los ochenta años estuvieron presas allí. La Prisión de Saturrarán se especializó en los casos de “mujeres extremadamente rebeldes y peligrosas” para el “nuevo orden de la nueva España”,
La playa de Saturrarán situada en la bahía de Ondárroa, en el límite entre Bizkaia y Gipuzkoa, forma parte de un bellísimo entorno, antaño lugar de veraneo y descanso para turistas ricos. A finales del siglo XIX se construyó sobre la misma playa. El Gran Hotel con tal éxito, que se construyeron tres establecimientos más. En los años veinte que pasó a manos del Obispado y lo convirtió en seminario de verano. La caída de del frente norte en el año 1937 supuso un incremento en el número de mujeres encarceladas, por eso las autoridades eclesiásticas lo prestaron “generosamente” para darlas cabida. Eso duró hasta 1944, en que dejó de ser prisión y el Obispado volvió a darle uso. La única referencia es una pequeña placa colocada en 2007.
LAS PRESAS
Los miles de mujeres republicanas oscilaban en edades entre los dieciséis y los ochenta años. La Prisión de Saturrarán se especializó en los casos de “mujeres extremadamente rebeldes y peligrosas” para el “nuevo orden de la nueva España”, la mayoría de las reclusas eran para el regimen destacadas por su fidelidad republicana. Asimismo, cumplían condena mujeres extrajeras pertenecientes a las Brigadas Internacionales, tambien peligrosas.
Santurraran tenía capacidad para 700 prisioneras, pero su población nunca bajó de las 1.500.Y hay utores que afirman que hubo hasta 5.000. Durante los seis años en los que se mantuvo operativo fallecieron 116 mujeres y 57 niños y niñas, tanto por los malos tratos que les infligían como por inanición, tifus, sarna, tuberculosis y otras enfermedades.Tambien abundaron las dsaparecidas y sus niños robados.
EL LUGAR
Construido en la desembocadura del río Mijoa, en su origen fue un complejo hotelero y balneario. A finales del siglo XIX, en la época de máximo esplendor, contó con un hotel de primera. Ante la demanda, al otro lado de la regata se abrieron otros establecimientos como el Villa Capricho, Buena Vista, Casa Barrenengoa y la Fonda Astigarraga. En 1921, los propietarios cedieron las instalaciones a la Diócesis de Gasteiz. Iniciada la guerra de 1936, los edificios sirvieron como cuartel al Ejército de Euzkadi. Al retirarse éste. El 29 de diciembre de 1937, el ´franquismo adoptó el balneario de Saturraran como presidio de mujeresrepublicanas.
Saturraran cerró sus puertas como centro penitenciario tras intervención de la Cruz Roja en 1944, con la II Guerra Mundial terminada, siendo las reclusas trasladadas a otras prisiones. Solo queda una pared de aquel penal que antes fuera seminario, cuando el Gobierno vasco rindió homenaje a las 4.000 mujeres presas en aquel enclave de Mutriku. Fue el 2 de abril de 2007.
El doctor de la prisión, Luis Arriola, en boca de presa Ana Morales, resumio la suerte de salían libres de la cárcel: “Pueden dar gracias ustedes a la situación internacional, porque si no, no hubiera salido ninguna de aquí. Las que hubiera salido habrían ido a Alemania, pero de allí no hubiera vuelto ninguna viva”.
En 1946 Saturraran volvió a recibir seminaristas hasta su cierre en 1968, alegres sin problemas, pisando sobre sangre.El sitio fue abandonado y derribado con las riadas de 1983. En 1987 el Ayuntamiento de Mutriku lo compró a la Diócesis y fueron demolidos los edificios. A un lado de la playa se encuentra el caserío Saturranzar propiedad de la familia de José María de Areilza, conde de Motrico y primer alcalde franquista de Bilbao.
Los miles de mujeres republicanas oscilaban en edades entre los dieciséis y los ochenta años. La Prisión de Saturrarán se especializó en los casos de “mujeres extremadamente rebeldes y peligrosas” para el “nuevo orden de la nueva España”,
Los miles de mujeres republicanas oscilaban en edades entre los dieciséis y los ochenta años. La Prisión de Saturrarán se especializó en los casos de “mujeres extremadamente rebeldes y peligrosas” para el “nuevo orden de la nueva España”, Los miles de mujeres republicanas oscilaban en edades entre los dieciséis y los ochenta años. La Prisión de Saturrarán se especializó en los casos de “mujeres extremadamente rebeldes y peligrosas” para el “nuevo orden de la nueva España”,
Unas carceleras monjas no muy santas.
Las reclusas estaban custodiadas por 25 monjas de la Merced, un sacerdote, un funcionario de prisiones y 50 militares. La prisión estaba formada por un complejo de varios edificios que diferenciaban a las presas en madres, ancianas y jóvenes. Los soldados y guardias se encargaban de la vigilancia exterior, Saturraran linda con el mar, por tanto, la posibilidad de escapar por mar era prácticamente nula.Por tierra, fugarse imposible.
Coincidiendo con la fundación del penal, se distinguió en la jerarquía de funcionarios Carmen Castro Cardús, monja teresiana, que en 1939, dirigió con mano de hierro la prisión de Ventas. A partir de noviembre de 1938, en los expedientes de Saturraran figurarían como carceleros responsables, entre otros, Manuel Sanz y M. Larrondo, así como la mercedaria Sor María Uribesalgo.
Fueron sometidas a la férrea disciplina impuesta por las monjas de la orden Mercedarias quienes se encargaban del orden interior de la prisión, para hacer la vida imposiblea a los internos-as; –hasta negaban la leche a los niños pequeños. Entre las guardianas se distinguía por su crueldad la superiora sor María Aranzazu Vélez de Mendizábal. “La llamában sor ‘Pantera blanca’ porque tenía los hábitos blancos pero el corazón muy negro“, apuntaba una superviviente. “Casi todas las monjas eran como demonios; me acuerdo de muchas de ellas y en especial de sor Jesusa, que era de Arrasate, de sor Ángeles, de Usurbil, o de sor Ana “, relataba otra mujer.
La playa de Saturraran albergo una carcel de mujeres que ha sido comparada con Auschwig
Condiciones similares a las de Auschwitz
Las condiciones en que tenían que sobrevivir las reclusas eran infrahumanas. Según cuentan las víctimas, albergaban a las presas en tres pabellones distintos: uno para las madres, otro para las ancianas, el tercero para las más jóvenes. Cada una disponía de unos cuarenta y cinco centímetros de suelo para dormir, y lo hacían sobre jergones de hojas de maíz amontonados. Los niños dormían en los brazos de sus madres. Las presas de Saturraran no tenían baño, debían hacer sus necesidades en cubos aguantando el fétido olor
La falta de higiene con el hambre y el mal trato formaba parte de la vida cotidiana. Los testimonios recopilados describen cómo las monjas robaban la comida de las presas y de sus niños para venderla en el mismo economato de la cárcel o en el estraperlo y se apropiaban de muchos de los alimentos que enviaban las familias para las presas.
A las ocho de la mañana debían estar lavadas, peinadas y con sus petates recogidos. Eran sometidas a jornadas de trabajo interminables, prohibiéndoseles cantar, reír y conversar entre sí. Les obligaban a rezar el rosario. De vez en cuando, bajaban a la playa a las más ancianas, no como premio, sino como castigo; las obligaban a pasear por la arena con una lata de pintura de un peso aproximado de cinco kilos, hasta que desfallecían.
Sobrevivieron al tifus, la sarna, la difteria… Algunas mujeres se murieron de todo eso especialmente tifus. Luis Arriola, que era el médico de Ondarroa en aquella época, también era el de Saturraran. La presa Balbina Morales recuerda “Nos daba una vacuna contra el tifus. El prospecto decía: La vacuna debe tomarse en inyeccion en tres tandas. Aquel doctor no hizo nada de eso.. ¡Nos metió toda la vacuna de una vez! Menos mal que las jóvenes podíamos mantenernos en pie para poder atender a todas aquellas mujeres que estaban por el suelo. No se podían levantar de la fiebre que tenían”.
Una parte e los Niños robados del franquismo
Muchos de los niños nacidos en Saturraran, junto a otros que acompañaron a sus madres, fueron a parar al Auxilio Social desconociéndose su destino y debieron engrosar en número a los lamados Niños robados del Franquismo.
Un día, cuando las madres salieron al patio con sus hijos, vinieron unas monjas Teresianas en un autocar y mandaron a las mujeres a lavar al río. Les dijeron que los niños mayores de 5, 6 y 7 años tenían que quedarse dentro, que iban a pasar un reconocimiento médico. Eran un centenar. Cuando las madres volvieron los pequeños ya no estaban. En el mejor de los casos, familias franquistas de localidades vecinas se hicieron cargo de las criaturas. Otros acabaron en la inclusa de las religiosas y fueron destinados a la adopción. O sea que será dificil que los niños nacidos en Saturrarán encuentren nunca a sus padres biologicos.
¿La ocasión final? Resulta imposible establecer una fecha concreta. Los testimonios, la mayoría de gente ya fallecida, hablaban de un fatídico atardecer del año 1944. En los registros oficiales, sin embargo, no queda ni rastro de aquella tarde de barbarie poco antes de cerrarse la prisión. Decenas de niños entre tres y cinco años fueron arrancados a golpes de los brazos de sus madres, presas en la cárcel de mujeres de Saturraran para ser enviados a un destino incierto a bordo de un tren incierto.
El historiador Ricard Vinyes recoge los hechos en su obra Presas políticas. “Funcionarias y religiosas ordenaron a las presas sin previo aviso que entregasen a sus hijos antes de irse. Al parecer hubo un rifirafe considerable, palizas y castigos. Teresa Martín tenía cuatro años y sólo recuerda estar siempre con su madre: ‘Siempre o en brazos de mi madre o de la mano de mi madre. Sólo nos separaron una vez, pero fue para siempre’”.
«Había presas que se negaban a dejar solos a sus hijos con las monjas -contaba Carmina Merodio-; tenían miedo de que se los robaran porque se dieron casos que, con el pretexto de llevar a los niños al médico, sus madres no los recuperaron nunca. Lo que pasaron aquellas pobres mujeres con sus hijos fue espantoso. Vi morir a muchas compañeras y hasta a una prima mía que se murió de tisis, pero lo que más me marcó de Saturraran fueron las muertes continuas de niños, porque las monjas hasta les negaban la leche. Quien es capaz de quitar la comida a un niño es capaz de todo».
Las celdas de castigo de verdad lo eran-según Emakunde
El estudio ‘Situación penitenciaria de las mujeres presas en la cárcel de Saturraran’elaborado por Emakunde señala asimismo que “si algo ha quedado en la memoria colectiva de las prisioneras es el frío y la humedad que se respiraba en las celdas de castigo. Estas celdas se encontraban a la altura del río que pasaban por detrás del edificio anteriormente denominado Barrenengua. En consecuencia, siempre tenía un palmo de agua en el suelo que alcanzaba casi el metro cuando subía la marea. En el caso de marea alta, el agua del mar llegaba a penetrar a chorros en la celda, lo que obligaba a las reclusas a subirse a ciertos altillos para no empaparse, porque a veces el agua les llegaba hasta la cintura“.
No se han encontrado expedientes de ejecuciones en Saturrarán, “aunque hay que señalar –dice Bernete– que durante el período que estuvo funcionando el penal hubo docenas de muertes sin justificación” .