¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Filibustero escriba una noticia?
¿Por qué México, con una añeja tradición futbolística; con la experiencia de haber realizado dos campeonatos del mundo y con la participación de su Selección en 14 de las 19 ediciones que se han celebrado, nunca ha realizado un papel protagónico? La respuesta es: porque no lo necesita
Ricardo Rincón Huarota
Desde muy niño soy víctima de mi propia pasión. Fue el 21 de junio de 1970 cuando descubrí mi entusiasmo por el futbol. ¡Y de qué manera! Recuerdo perfectamente la fecha porque a los seis años de edad, en casa de los abuelos, hubo una reunión familiar con dos motivos: por un lado, celebrar el Día del Padre y, por el otro, ver la gran final del Mundial México 70 que disputaron las selecciones de Brasil e Italia.
A través de ese inolvidable partido, que Brasil ganó 4 a 1, recibí las aguas bautismales de un pasatiempo que poco a poco fue mudando de simple gusto deportivo hasta casi una obsesión. Al principio, mi proclividad al deporte de las patadas se centraba en la liga mexicana, pero muy pronto fueron apareciendo otros ángulos de interés, sobre todo en aquel donde el futbol nos involucra a los devotos como colectivo: me refiero a la Selección Mexicana, el famoso Tri.
A la Selección comencé a seguirla desde el año 73, cuando disputó el premundial en Haití. El desastroso papel de nuestro combinado en esa justa, que lo dejó fuera de la Copa de Alemania 74, marcaría mi primer descalabro como aficionado; pero lo peor estaba por venir, cuando ocurrió la vergonzosa participación de México en Argentina 78, donde Alemania, Polonia y Túnez nos despacharon de regreso a casa con tremendas golizas.
Las altas expectativas que me forjé con ese equipo fueron inversamente proporcionales a mi frustración. El bombardeo mediático a que fuimos sometidos por la prensa, radio y televisión, me hizo creer que los seleccionados eran cracks invencibles. Después de Argentina 78 pensé que la fama de muchos de esos jugadores se iría por el caño, pero no. Fue revelador que los seleccionados regresaran a México como si nada para reintegrarse a sus respectivos equipos, y no sólo eso, sino que algunos – como Hugo Sánchez y Alfredo Tena– ¡siguieran haciendo comerciales y ganando jugosas sumas de dinero por concepto de publicidad!
Fue ahí cuando empecé a descubrir que dentro del manejo de la Selección existen aristas que nada tienen que ver con lo deportivo, sino más bien con un entramado comercial y publicitario. Ése fue el punto de quiebre que me llevó a comprender que el producto Selección Mexicana de Futbol forma parte de un negocio, muy rentable por cierto. En la actualidad, de acuerdo a especialistas del canal ESPN, el Tri genera una derrama económica de 1, 400 mdd por cada ciclo mundialista de cuatro años, incluyendo derechos televisivos, comercialización de espacios publicitarios, venta de ropa deportiva y paquetes turísticos de agencias de viajes. En términos generales, la participación de México en los mundiales que siguieron al de Argentina (México 86; Estados Unidos 94; Francia 98; Corea-Japón 2002; Alemania 2006 y Sudáfrica 2010) ha sido discreta, por no decir mediocre.
A la luz de estos datos, cabría preguntarse: ¿por qué un país como México, con una añeja tradición futbolística; con la experiencia de haber realizado dos campeonatos del mundo y con la participación de su Selección en 14 de las 19 ediciones que se han celebrado, nunca ha realizado un papel protagónico en un torneo mundialista? La respuesta es: porque no lo necesita.
No quiero decir que la afición mexicana no necesite o merezca recibir una satisfacción por un logro deportivo obtenido a nivel internacional. Quienes no necesitan que el seleccionado obtenga triunfos mayores, son precisamente los propios intereses que manejan al Tri, a saber: las televisoras, los clubes de futbol, los patrocinadores, la Federación Mexicana de Futbol (Femexfut), entre otras. Quizás al lector esto le parezca un contrasentido, porque en qué cabeza cabe que los propios beneficiarios atenten contra la gallina de los huevos de oro. Para entenderlo, es necesario partir de la premisa de que, en materia futbolística, México es un caso atípico en el concierto internacional, en la medida de que su representativo es uno de los negocios más rentables que ofrece el peor de los productos. A continuación enumero algunas variables que, desde mi punto de vista, explican la bonanza de tan singular negocio:
En materia futbolística, México es un caso atípico en el concierto internacional, en la medida de que su representativo es uno de los negocios más rentables que ofrece el peor de los productos
El contubernio TV-Futbol. Es por todos sabido que este deporte es un negocio a nivel mundial. Sin embargo, y a contrapelo de la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA), el negocio del futbol en México es controlado primordialmente por el duopolio Televisa-TV Azteca, que es propietario de un buen número de equipos que compiten en Primera División. Los intereses televisivos tienen copada a la Femexfut y manejan, en conjunto con el Consejo de Dueños de Clubes –entidad fantasmagórica sin personalidad jurídica – los destinos del torneo casero y de la Selección Nacional. El Consejo es el que designa al seleccionador mexicano y toma las principales decisiones deportivas, relegando al presidente de la Federación al papel de un simple gerente administrativo, quien se encarga de tramitar todos los rubros relacionados con la comercialización del conjunto tricolor, las giras internacionales, la transmisión de los partidos clasificatorios en horarios estelares de TV – generalmente nocturnos–, aún cuando vaya en detrimento de la propia Selección al no sacar ventaja de jugar en la Ciudad de México a mediodía y aprovechar los factores del calor, la altura y la contaminación en contra del rival. De acuerdo al propio presidente de la Femexfut, los ingresos generados por la Federación en un ciclo mundialista de cuatro años es de 250 millones de dólares por comercialización del Tri. (La Jornada, Dinero, 2013/11/14). Esta cascada de dinero es derramada sobre los clubes y demás componentes de la estructura del futbol, en diversas formas y porcentajes. Dinero asegurado para todos.
La alta concentración de aficionados cautivos en los Estados Unidos. Millones de compatriotas asentados en ese país vecino están ávidos por ver jugar a su Selección mayor y poco importa si ésta se enfrenta a un combinado de minusválidos futbolísticos. La Femexfut ha capitalizado con creces la nostalgia de nuestros paisanos, al programar cada año un número importante de juegos en canchas norteamericanas, lo que le reporta millones de billetes verdes. (Se sabe que cada participación de México allá le asegura un millón y medio de dólares). Si bien esto representa un elevado ingreso a las arcas de la Federación, también significa un retroceso en la preparación de la Selección Mexicana, ya que esos partidos –llamados moleros– dado que generalmente son contra escuadras débiles, no permiten el fogueo adecuado del equipo, ni observar el verdadero nivel del futbol mexicano como Selección, además de que hay un excesivo “manoseo” de jugadores que obstaculiza la conformación de un cuadro base. Otra amenaza del exceso de partidos es la de que los jugadores salgan lesionados, como lo acabamos de constatar el pasado sábado 31 de mayo en el juego México-Ecuador disputado en Dallas, cuando Luis Montes sufrió una fractura de tibia y peroné que lo marginó de la justa mundialista en Brasil.
El área de la Concacaf. Hasta hoy, el hecho de que México pertenezca a una zona futbolísticamente pobre hizo que la Selección se “tumbara en la hamaca”, bajo la sombra del Azteca lleno, para disputar los partidos clasificatorios al Mundial, que desde los ochenta son a visita recíproca, lo cual le facilitó aún más su presencia en los mundiales. Sin embargo, por el crecimiento futbolístico de los países de la zona, parece ser que estas bondades llegaron a su fin, viendo el rotundo fracaso en la presente eliminatoria rumbo a Brasil 2014 que tuvo a un paso de la descalificación al Tri, si no es por la ayudadita que nos echaron los gringos.
La excesiva presencia de jugadores extranjeros. En México, se prefiere contratar extranjeros a bajo costo, aunque sean bultos, por el negocio que representa tanto para los intermediarios, los conocidos promotores, como para los propios clubes que no tendrán que desembolsar recursos en el proceso de formación de jugadores canteranos. Lo anterior, inhibe o posterga la salida de jóvenes talentos mexicanos al futbol profesional.
Torneos cortos de baja calidad. Los torneos de verano e invierno tienen un corolario espectacular a través de la llamada liguilla, –dos por año– que representa un exitoso negocio para las televisoras y los clubes. En estos torneos cortos se premia a la mediocridad ya que el equipo que terminó en el octavo lugar de la tabla, puede descalificar en la primera ronda al equipo que obtuvo el liderato del torneo e, incluso, salir campeón. Eso lo acabamos de ver en la más reciente liguilla, cuando el superlíder Cruz Azul fue eliminado por el León, octavo lugar de la tabla, equipo que al final se levantaría con el título.
Las casas de apuestas Bwin, William Hill y Betfair, marcan como favoritos de Brasil 2014 al anfitrión, Argentina, Alemania y España para la obtención del título. Pero nada es seguro, sólo son apuestas. Una cosa sí es segura: México estará en el Mundial y cosechará una carretada enorme de dinero que irá a parar a los bolsillos de unos cuantos. Con eso se habrá cumplido el ciclo mundialista del dinero aunque la Selección Nacional no pase ni siquiera a octavos de final. Los jerarcas del futbol se darán por bien servidos y, sin tener ninguna planificación para el crecimiento futbolístico de nuestro país, apelarán a la generosidad, a la pasión y al olvido del aficionado para empezar a inflar de nuevo el globo que partirá rumbo a Rusia 2018.
Aunque sé de antemano que nuestra Selección quedará pronto descalificada en el próximo Mundial, no dejaré de emocionarme viendo a otras selecciones que practican de manera sublime el futbol, porque de una cosa sí estoy completamente seguro: al igual que cuando era un niño de seis años, Brasil siempre estará ahí.