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Me pidieron de La Mañana de Neuquén que escriba algo sobre el Neuquén del futuro -en vísperas del 107 aniversario-. Se me ocurrió hacerlo de esta forma:
Una mañana de septiembre, un niño se despierta en el centro neuquino, acurrucado junto al monumento al general San Martín. Escucha una voz superior que le indica que se ha quedado dormido por más de cinco años y que muchas cosas han pasado desde entonces. De ahora en adelante será usted, lector o lectora, esa voz que le dirá qué hacer con este descomunal suceso. Si quiere que el niño avance, diríjase al punto 1. Si prefiere que el niño vuelva a la normalidad porque no tiene ganas de leer, vaya al punto 2a .
El niño usa una moneda que le robó en el pasado a una malabarista de la calle Tierra del Fuego para pedir su único deseo: que a ningún intendente se le ocurra hacer una gestión pensando en los que menos tienen. El niño ya está satisfecho, vuelve al casillero 2b.
Así de rara es nuestra sociedad. Así conviven en un futuro dos o más niños que nunca llegan a verse, porque la altura de los edificios proyecta demasiadas sombras macabras sobre la ciudad. Esa es nuestra más explícita ceguera. Nuestras semillas.