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El bombo de octavos de final de la Champions League suele ser perverso. Tendemos a analizar las prestaciones de los equipos en función de su momento actual, cuando resulta trascendental saber que las eliminatorias se disputarán entre febrero y marzo.
En un año tan atípico, sin pretemporada, con los calendarios apretados y los jugadores cargadísimos, quejándose por las esquinas del tute al que están siendo sometidos, será la profundidad de las plantillas, la gestión de las segundas unidades y de las lesiones lo que puede marcar la diferencia.
Está claro que, por historial, los equipos del bombo 1 suenan más potentes, pero no creo que PSG, Chelsea o Borussia Dortmund se sientan superiores a este Barcelona titubeante, al colíder Atlético o al Sevilla que ha demostrado sobradamente en la Europa League que es un equipo temible en competiciones a vida o muerte. El morbo de ver a Messi contra Neymar, y quién sabe si contra su futuro equipo, marcará el duelo estelar de esta fase. Saber que Barça o PSG caerán tan pronto auguran alguna crisis relevante a las primeras de cambio.
El Atalanta, que suena a perita en dulce para el Madrid, tampoco va a ser tal. Está demostradísimo que el equipo de Zidane se motiva de una manera especial cuando no se siente superior. A pesar de las guerras internas en el equipo de Gasperini, la posibilidad de eliminar a un equipo como el Madrid de su competición fetiche será un aliciente y una extramotivación nada desdeñable.