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Continuo en la reposición de los artículos borrados.Comienza el capítulo siete
Al llegar a Madrid, Alex se dirigió al centro de información turística para preguntar por una pensión en la zona céntrica. Le dieron varias direcciones.
Alex no imaginó nunca que pudiera haber tantas pensiones disponibles. Visitó 3, y al final optó por la primera que había visto.
Si bien el baño era compartido, al igual que en todas las demás, la habitación era individual y estaba bastante limpia. Era un cuarto pequeño y no del todo agradable, pero a él le había considerado que era el mejor de los 3.
Bajó en busca de un teléfono público y llamó a Enrique, su ex compañero de trabajo en Ibiza.
- Enrique- había dicho con alegría, - a que no te imaginas quien te está hablando?
- No, no tengo mucha imaginación y no se adivinar, por lo tanto, si no me contestas quién eres, corto- le había respondido de mala forma.
Alex no entendía porqué su compañero le había contestado de tan mala manera y se apresuró a decirle quien era.
- Perdona Alex, perdona la contestación de antes - contestó Enrique honestamente arrepentido por su reacción y tratando de explicarse, continuó - Es que alguien ha estado molestándome en los últimos días con bromas estúpidas y como siempre parecía una voz distinta, creí que se trataba de lo mismo. Te vuelvo a pedir perdón amigo. Desde donde me hablas?-
-He llegado hoy a Madrid, y lo primero que he hecho es esta llamada-.
-Has venido a visitarla o piensas quedarte?- replicó Enrique con entusiasmo y mejor humor
-He venido con la intención de quedarme- respondió Alex en tono más relajado. -Me estoy alojando en la pensión Salomé-.
Enrique se alegró de la decisión de su compañero. Enseguida lo invitó a venir al departamento que compartía con otros dos inmigrantes.
Nunca habían sido grandes amigos, pero tampoco nunca habían tenido ningún desacuerdo importante.
No obstante, saber que conocía a alguien en esa gran ciudad, le producía una cierta tranquilidad.
Cuando por fin encontró la dirección que le había dado su amigo, después de dar unas cuantas vueltas, puesto que era una calle no muy conocida y él todavía no conocía nada de esa gran ciudad, Enrique lo esperaba con una cerveza helada en la mano.
Era un departamento antiguo con un acogedor living lleno de posters, la mayoría de chicas desnudas.
Tenía 3 habitaciones amuebladas que se veían confortables. El baño y la cocina eran amplios y sin reformar.
Estuvieron charlando un largo rato recordando la vida en la isla.
-Así que estás alojado en una pensión- le dijo Enrique. –Supongo que no pensaras quedarte allí?-
-Por supuesto que no- le respondió. -Cuéntame que opciones tengo. Supongo que los alquileres deben ser carísimos-
-Ni lo dudes. Aquí todo el mundo alquila compartiendo los gastos-.
-Y es difícil conseguir que te alquilen si no son amigos tuyos?- preguntó.
-Para nada- le respondió. – La mayoría comparte con gente a la que no conoce. Conozco a alguien que está buscando compañero. Quieres que lo llame y le pregunte si todavía no lo encontró?-
-Por supuesto, no sabes cuanto te lo agradecería- respondió con alegría.
A Alex le pareció una noticia fantástica. Tuvo la sensación que comenzaba bien su estadía en esta ciudad. Se alegró de haber pensado en Enrique antes de partir de Ibiza.
Arreglaron que se encontrarían al día siguiente por la tarde. Enrique le anotó la dirección y le explicó como llegar. Antes de despedirse le preguntó donde podía ir a comer algo. Sólo había tomado un bocadillo en el avión y se sentía hambriento.
Enrique le recomendó el barcito donde iba con frecuencia. -Tienen sólo comida rápida, pero bien preparada-, le aclaró..
Mientras se dirigía al lugar, Alex pasó por un Mac Donald y se tentó con una hamburguesa doble con queso y pepinillos. Después decidió hacer una visita por la ciudad. Estaba maravillado. La primera impresión de Madrid lo tenía asombrado. No se había imaginado una ciudad tan grande, tan luminosa y tan cosmopolita.
Caminó durante varias horas, conociendo sus calles y negocios.
Entró a un bar y pidió un carajillo. Era una bebida típica española que había conocido en Ibiza y que le encantaba.
Estaba un poco cansado y decidió quedarse a disfrutar de su bebida.
Una linda muchachita lo miraba desde la mesa que estaba situada frente a él.
Le sonrió mirándola a los ojos. Ella le devolvió la sonrisa.
-Cómo estás?- le había preguntado, fijando la vista en sus ojos.
-Muy bien- le había respondido, -y tú?-
Fue el comienzo de una conversación que duró más de una hora.
Terminaron yendo a su casa, donde Alex pasó la noche.
Un par de horas más tarde, él tuvo una de sus clásicas pesadillas.
A la chica no le gustó nada, y, por la mañana lo despidió disculpándose, por no volver a verlo. Ya estaba bastante acostumbrado a esta escena. Le había pasado tantas veces en estos dos últimos años, que no le importó.
A la mañana siguiente desayunó en un bar cercano a la pensión.
Esparcidos sobre el mostrador estaban los diarios del día. Tomó uno de ellos y se quedó leyéndolo.
Se detuvo en la sección de empleos y analizó uno por uno, cada uno de los pedidos, valorando sus opciones.
Encontró uno que solicitaba vendedor de ropa de hombres, que le interesó.
Se preguntó cómo se vería él realizando esta tarea. Se rió pensando qué le podría decir a un hombre cuando tuviera que halagarlo.
Pensó que sería mejor la sección de ropa femenina. Allí sí sabría lo que tenía que decir. Él tenía mucha labia con las mujeres. Las conquistaba fácilmente. Además se sabía dueño de una sonrisa encantadora y sabía el efecto que ésta producía sobre ellas.
Sin lugar a dudas que le hubiera gustado más que fuera de ropa femenina, pero muy a su pesar el pedido era para ropa masculina
Pese a que el día anterior había estado caminando mucho, no se había fijado en los nombres de las calles y no sabía como llegar hasta el negocio por lo que le preguntó al camarero. El le respondió que estaba bastante cerca del lugar. Una simple combinación de subte de 2 y 3 estaciones respectivamente, lo dejarían casi frente al local.
Decidió regresar a la pensión y cambiarse la ropa por algo más formal.
Cuando le pareció que el vestuario era el adecuado se dirigió al establecimiento.
Tuvo una entrevista corta. Su entrevistador no tenía cara de buenos amigos. Las preguntas eran simples, personales y directas, por lo que Alex había decidido que sus respuestas tuvieran el mismo tenor.
Cuando terminó le dijeron que le avisarían. Todavía tenían que entrevistar a otras personas. Le pidieron el número de móvil. Alex tuvo que contestar que no tenía.
Eso le causó muy mala impresión a quien lo entrevistaba.- Qué clase de persona no tiene móvil, en esta época? - le preguntó con un tono entre irónico y desconfiado.
Se dio cuenta inmediatamente, que había cometido un error, al decir que no poseía ninguno. Desde que iban al colegio, los chicos ya iban acompañados de su móvil.
Pensó rápidamente en una respuesta que compensara el error.
-Me lo robaron al bajar del aeropuerto, ayer por la tarde- contestó sin titubear tratando de que no notaran su mentira.
-No he tenido tiempo de comprar otro, pero lo haré inmediatamente. Puedo darle el de un amigo, le parece bien?-
El hombre aceptó, no con gesto muy amigable, como si estuviera adivinando la mentira de Alex. Por lo menos eso fue lo que le pareció.
Le dio el teléfono de Enrique y otra vez volvió a alegrarse de haber pensado en él cuando dejó Ibiza y haberlo llamado tan pronto como lo había hecho.
-Tengo que hablarle esta noche sin falta- se dijo al salir de la oficina - pero antes, tengo que comprarme un móvil-.
Ya no tenía miedo de tener uno.
Por la noche, le explicó a Enrique lo que le había sucedido .Este se rió con ganas.
-Por supuesto, amigo- le contestó, -eres el bicho más raro del universo al negarte a usar móvil-.
-Pues ya no me niego, acabo de comprarme uno. Te daré mi número para que me avises si tienes alguna noticia-.
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-No puedo creer que al fin hayas aceptado comprarte uno!!! -Dijo asombrado Enrique.
-Pues ya lo he hecho, y si quieres anotar el número, puedes comprobarlo, llamándome-.
Enrique tomó nota del teléfono de y prometió llamarlo si tenía alguna novedad.
Por la tarde del día siguiente, Alex fue a ver el departamento que le indicara Enrique.
Estuvo de acuerdo con el precio. Se dirigió inmediatamente a la pensión en busca de su maleta, saldó su deuda y se mudó sin perdida de tiempo.
Era un departamento muy similar al que vivía Enrique. Su habitación era la última del pasillo. Era pequeña, pero estaba bien amueblada y sobre todo, tenía un placard cómodo donde Alex podría colgar su ropa con holgura y no en las condiciones que lo había hecho los últimos dos años.
Durante los dos días que pasaron, hasta que Enrique lo llamó para avisarle que lo citaban para una segunda entrevista para el puesto de vendedor al que había aplicado, estuvo leyendo los diarios que encontraba en los bares donde iba a desayunar, en busca de un empleo. No quería volver a tener un trabajo de camarero, por lo que sólo se presentaba a los avisos que le parecía que se ajustaban a su capacidad. Se sabía bastante hábil ya con el idioma pero no con la ortografía.
Se presentó en todos aquellos que le parecieron convenientes, pero no lo habían vuelto a citar en ninguno.
Cuando concurrió a esta segunda entrevista, se sintió más seguro y aplomado y pudo demostrar con facilidad su carisma y simpatía. Lo primero que hizo fue decirle a su entrevistador que ya tenía nuevamente celular.- Por lo menos hasta que vuelvan a robármelo, puedo darle el número- le dijo con una sonrisa compradora, y sintió que esta vez si, había solucionado el problema.
Alex comenzó a trabajar a la semana siguiente.
Había dos compañeros más en la sección de ventas, ambos españoles, que lo miraron con indiferencia, pero sin desprecio. Alex supuso que no iba a encontrar a dos amigos en ellos. Y no se equivocó. Jamás lo fueron.
Todos los días, al entrar y salir de su trabajo, se encontraba con una linda muchachita que le sonreía al verlo.
Al cabo de una semana pensó que ya era tiempo de invitarla a tomar algo.
-Hola- le dijo al cruzar la puerta cuando salían del negocio, después de haber terminado su turno.
-Hola- fue la respuesta de ella acompañada de una hermosa sonrisa, lo que le dio pié a Alex a preguntarle si le gustaría ir a tomar algo.
Ella aceptó y ese fue el comienzo de su relación. La muchachita era Mabel.
Paradójicamente, ella trabajaba en la sección de ropa femenina, la sección para la que le hubiera gustado aplicar.
Ella también alquilaba un departamento compartido con otras dos chicas.
No les gustaba mucho sus compañeras, pues ambas se drogaban y bebían, y eso le desagradaba mucho. Sobre todo porque solían traer distintos compañeros por las noches que también se emborrachaban y drogaban y eso la atemorizaba además de ser una acérrima enemiga de ambas cosas. Pero el precio era bueno y estaba muy próximo a su trabajo.
Durante un mes Mabel y Alex salieron juntos casi todos los días. Se esperaban a la salida del trabajo. Tenían largas horas de conversación.
Iban a bailar con frecuencia por las noches y Alex generalmente terminaba borracho, cosa que disgustaba mucho a Mabel.
Nunca lo vio fumar marihuana, pero podía oler su característico aroma en su ropa, y en su pelo.
Mabel veía una intensa tristeza, un gran pesar detrás de la encantadora sonrisa de Alex. Algo había en su interior, que él trataba de disimular. Ella podía presentirlo. Por eso se quedó a su lado pensando que podía ayudarlo y hacerlo salir de su adicción.
Siempre había tenido tendencia a querer ayudar a las personas con problemas. Ella sentía que esas personas emanaban algo que atraía su sensibilidad, y que no podía abandonarlas. Sólo un dolor que le había partido el alma en dos hizo que se alejara de su novio en Uruguay. Aunque Mabel podía entender que su novio se acostara con su amiga en algún momento de su estado anímico negativo, no podía superarlo como para querer permanecer a su lado. Podía perdonarlo pero nada más.
Habían pasado cinco meses desde aquel día fatídico y ahora, Mabel sentía que nuevamente alguien que estaba muy solo necesitaba ayuda y ella haría todo lo que pudiese para brindársela.
Si algo le sobraba a Mabel, era paciencia para entender.
La primera noche que pasaron juntos Alex no tuvo pesadillas, pero no sucedió lo mismo la segunda.
En mitad de la noche, Alex comenzó dando repetidas patadas a Mabel, quien se despertó asustada, y sin entender lo que sucedía.
Él Dio un respingo en la cama y se sentó. Tenía los ojos desorbitados y no cesaba de gritar -No puedo, No puedo, No puedo-.
Mabel no sabia que hacer. Se dio cuenta que estaba dormido, pues su vista estaba perdida en la nada.
Temió que si lo sacudía pudiera hacerle daño. Optó por abrazarlo fuertemente.
Alex se despertó ante la presión de su abrazo.
La vio a su lado y comprendiendo que había tenido una de sus clásicas pesadillas, se tranquilizó y se abrazó fuertemente a ella.
Se asombró al ver que Mabel no parecía asustada por la situación, al contrario, seguía abrazándolo con fuerza.
Comenzó a besarla, dulcemente primero, y, apasionadamente después.
Hicieron el amor a las 3 de la mañana. Después, ambos se durmieron profundamente.
A la mañana siguiente, mientras se dirigían a sus trabajos, Alex le pidió disculpas por lo sucedido en la noche anterior.
Tuvo miedo que Mabel le dijera, al igual que todas las otras chicas que había conocido, que ya no quería dormir con él, aún pese a la reacción de ella de la noche anterior. En cambio, sintió nuevamente su apoyo incondicional.
Siguieron conversando del tema durante todo el trayecto.
Mabel le preguntó si sabía porqué, tenía esas pesadillas.
-No- le dijo. -Comenzaron cuando llegué a Ibiza. Supongo que tendrán que ver con las cosas malas que te suceden en la vida- fue la explicación que se le ocurrió a Alex en ese momento.
-Si no sabes la causa, lo mejor sería que lo consultes-. Ella lo incitó a que visitara a un psicólogo, o que le preguntara a su médico cual podría ser la solución.
Tenía suficiente experiencia vivida para pensar que estos trastornos podrían ser el inicio de alguna enfermedad.
Alex le dijo con determinación, un poco en sorna, un poco molesto, que el no creía en los médicos, por ende, muchísimo menos en los psicólogos.
Mabel recordaba cuánto le había costado a su ex novio aceptar consultar con un médico y se dijo a si misma, que fuera paciente, que no quisiera apurar las cosas si quería obtener resultados
Las pesadillas siguieron sucediéndose aunque no todas las noches.
Mabel le aconsejaba a Alex que dejara de beber y de drogarse, que a lo mejor eso mejoraría la situación.
Alex le contestó que él sentía cierto alivio con ambas cosas.
Mabel trató de hacerle entender que estaba equivocado, pero también aquí se dijo para sus adentros, que tuviera paciencia.
En ese momento fue cuando decidió proponerle que cada vez que tuviera una pesadilla se abrazara fuertemente a ella, asegurándole que encontraría mucho mas alivio de esta forma, que recurriendo al alcohol y las drogas. Alex no podía creer que había encontrado, por fin, a alguien que lo aceptara como era.
Pensó en contarle todo lo que le había pasado, pero no se animó, no porque pensara que podía denunciarlo, ( sabía que jamás haría eso) sino por temor a asustarla.
Pero, principalmente tenía la certeza que no podía romper la promesa hecha a sus padres. Recordaba lo tajante que habían sido al decirle: -La historia tiene que ser absolutamente igual para todos. Sin excepción. Sin excepción significa que no importa si a la otra persona le estás haciendo daño al mentirle. Tienes que hacerlo!- Y aunque esa otra persona era alguien que le importaba mucho, tenía que seguir con su mentira, cumpliendo con el pacto de silencio. Era lo menos que podía hacer por sus padres a cambio de todo lo que ellos habían hecho por él.
Por eso cuando ella le preguntó por sus padres le dijo que habían tenido una gran discusión con ellos por lo que su relación estaba de alguna manera “en suspenso”. Que eso había provocado su alejamiento y su decisión de irse del país. Le dijo que él los llamaba de vez en cuando para saber como estaban y contarles que estaba bien, pero que por el momento la situación no tenía salida. Le pidió también que no le preguntara más sobre el tema porque le dolía demasiado y no quería hablar sobre ello.
Mabel interpretó todo esto como que Alex probablemente había tenido una historia de abusos y maltratos en su infancia y decidió respetar su silencio. Cuando él estuviera dispuesto a hablar, ella estaría allí para escucharlo, comprenderlo y apoyarlo y se prometió a si misma no hacer nunca más una referencia al respecto. Y la cumplió.
Ella en cambio le contó con toda sinceridad las causas que la habían empujado a dejar su país. Se lo contó casi sin tristeza. Cuando se dio cuenta que le había resultado muy fácil hablar del tema de su ex novio y su amiga, comprendió que no sólo los había perdonado sino también que de verdad no guardaba ningún rencor hacia ellos. Y eso la alegró muchísimo.
No pasó mucho tiempo hasta que se fueron a vivir juntos
Alquilaron un pequeño apartamento al que decoraron, sin invertir mucho dinero en ello, con gusto y sobre todo con mucho colorido.
Poco tiempo después que Alex llegara a Madrid, Enrique lo llamó para invitarlo a una fiesta de despedida.
-Hola amigo- le dijo, - te gustaría venir esta noche a una fiesta con muchas cervezas y chicas espectaculares? Hasta habrá stripers. Te sumas?-