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La etapa científica del conocimiento político se fundamenta no en un lenguaje valorativo y normativo, sino en un discurso surgido de la inducción, de la observación empírica y de la experimentación
*Ricardo Rincón Huarota
La política y las políticas públicas son entidades diferentes, pero que se influyen de manera recíproca. Ambas se buscan en la opacidad del sistema político.Tanto la política como las políticas públicas tienen que ver con el poder social. Pero mientras la política es un concepto amplio, relativo al poder en general, las políticas públicas corresponden a soluciones específicas de cómo manejar los asuntos públicos. Eugenio Lahera (Política y políticas públicas, 2004, p.7).
Desde la antigüedad, la política ha estado presente en el pensamiento humano como una forma de regulación de las relaciones entre los hombres. No obstante y aún cuando siempre se ha pensado en política, ésta no ha tenido el significado con que ahora entendemos el concepto. (Sartori, 1987. p. 201)[1]
El conocimiento político ha transitado por dos etapas fundamentales que respectivamente pueden definirse como precientífica y científica.En la primera de ellas, las nociones sobre el poder han estado revestidas de connotaciones de carácter filosófico que, lejos de lo que pudiera pensarse, han desempeñado un rol de primer orden. Esto se explica en virtud de que la filosofía posee un gran poder de convocatoria y alta penetración en todas las sociedades.
De esa manera, las formas de gobierno y los sistemas políticos en diversos países y a través de la historia, incluso en la actualidad, han contado con todo un respaldo ideológico y filosófico que trata de legitimar la existencia de determinado orden político.
Un claro caso que ejemplifica lo anterior, es la filosofía liberal del siglo XVIII que, a través de una serie de principios relativos básicamente al bienestar, la igualdad, la libertad, entre otros aspectos, intentaba justificar el funcionamiento de nuevas formas de gobierno que rompían con las del antiguo régimen monárquico.
Es decir, las aspiraciones humanas, cuyo fin último era la consecución de la felicidad, podrían verse concretizadas en la realidad por medio de una serie de instancias políticas que garantizarían el pleno ejercicio de aquellos superiores ideales.
No obstante, aún cuando las principales reformas del pensamiento liberal, tales como el gobierno representativo, el sufragio y las libertades económicas, entre otras, han querido verse como emanaciones directas de una filosofía política liberal, en realidad son la resultante de toda una tradición y un conocimiento en la esfera política.
La anterior afirmación surge de la idea de que ningún sistema filosófico o ideológico puede trascender al campo de lo práctico, en la medida de que todas las concepciones filosóficas están imposibilitadas de convertirse en práctica ya que la visión totalizadora de las ideologías, plagada de cargas ideales, valorativas y hasta místicas, quedan totalmente alejadas de un fértil terreno del conocimiento: el científico. (Ibid, p. 192).
Este ha dado sustento a la segunda etapa en la que se ha desarrollado la política. A diferencia de la primera, la etapa científica del conocimiento político, se fundamenta no en un lenguaje valorativo y normativo, sino en un discurso surgido de la inducción, de la observación empírica y de la experimentación. A través de la percepción y la comprobación se estaría buscando conseguir una ambiciosa meta: su aplicación.[2] En realidad fue hasta épocas muy recientes, en la década de los cincuentas del siglo pasado, cuando surge la auténtica aplicación del método científico a la política, cuando definitivamente confluyeron ambos conceptos, ciencia y política, para operar en forma racional, inductiva, no valorativa y experimental.
No obstante, y aún cuando en las primeras aplicaciones del método científico al campo de la política se plantearon como metas primordiales tanto la investigación para fabricar la teoría, como la operatividad de ésta, no se lograron adelantos significativos, ya que la operación de la teoría per se, en modo alguno garantiza precisión en los resultados.
Esas primeras aplicaciones científicas de la política básicamente se desarrollaron por medio de la investigación, la cuantificación y la matematización. Sin embargo, la exageración de tecnicismos, de complejas fórmulas matemáticas y estadísticas, inhibieron el desarrollo de la teoría en ciencia política. En la actualidad, una vez traspasado ese boom de operatividad, las diversas conceptualizaciones sobre las distintas problemáticas que plantea el campo de la política, hacen de ésta una disciplina con verdadera autonomía científica.
También existe otro elemento que le confiere a la política su valor científico: su identidad. La búsqueda de la identidad de la política, también ha pasado por tortuosos caminos. Maquiavelo descubre que los hechos políticos deben gobernarse a sí mismos con sus propios métodos e instrumentos. Pero el hecho de haber limitado y diferenciado a la política en confrontación con otras disciplinas, no implica que se haya llegado a determinar la verdadera naturaleza e identidad del campo político.
La economía como la sociología tienen sus respectivos tipos de comportamiento que difieren totalmente de los políticos. Sin embargo, ¿cuáles serían los comportamientos propios de la política o cuál sería su esfera natural de acción?
La respuesta debe buscarse en el propio grado de desarrollo que han alcanzado las sociedades en torno a la forma que han ido estructurándose. De esa manera, por ejemplo, el liberalismo introdujo una nueva organización donde la noción de política se circunscribiría a la esfera del Estado y de sus instituciones, o en otras palabras, a las formas de gobierno.
No obstante, en el siglo XX, tal conceptualización ha sido rebasada en la medida que el ámbito estatal se ha amplificado por un factor determinante: la democratización o la masificación de la política, donde las masas, que tradicionalmente habían quedado excluidas del juego político, comenzarían a desarrollar un papel fundamental.
Al ampliarse el ámbito del Estado, en el que quedarían insertos nuevos actores, los procesos políticos no serían ya sólo aquellos que tuvieran que ver con la esfera del Estado y de sus Instituciones, sino con una nueva y más amplia instancia denominada Sistema Político.
Éste daría cabida a una serie de elementos tales como partidos políticos, sindicatos, organizaciones no gubernamentales, entre otras, que a todas luces no se identifican con el dominio institucional.
Ahora bien, no hay que confundir la influencia sobre el poder con tener poder. De esa manera, aún cuando algún sindicato o una Organización No Gubernamental pueda injerir sobre el poder político, en forma alguna lo ejerce. El poder político sólo emana de decisiones del personal adscrito al dominio político. Tal personal se reserva el derecho de tomar decisiones políticas que pueden definirse como Decisiones Colectivizadas Soberanas, en virtud de que quedan expresadas en forma de leyes u otras disposiciones que deberán aplicarse con carácter coercitivo a la sociedad en su conjunto.
La expresión anterior es la pauta que otorga su identidad a la política, ya que las decisiones políticas, si bien abarcan diversas ramas- económica, educativa, religiosa, etc.- sólo podrán ser tomadas por un grupo de individuos que deben estar situados dentro del dominio político.
Una vez definidos tanto la identidad como el carácter científico de la política, es necesario aproximarse a ésta desde la `perspectiva de su método. De acuerdo a Maurice Duverger, dentro del pensamiento político contemporáneo ha existido una gran polémica en torno al quehacer de la ciencia o sociología política. La controversia surge a raíz del antagonismo entre dos definiciones que la comunidad académica ha otorgado a la política como disciplina científica (Duverger, 1976).
Desde la antigüedad, la política ha estado presente en el pensamiento humano como una forma de regulación de las relaciones entre los hombres
En primera instancia un grupo de sociólogos y politólogos, considera que la ciencia política es la ciencia del poder en general. Por otro lado, hay quienes afirman que la ciencia política es la ciencia del poder que se ejerce desde el Estado, por lo que la ciencia política puede ser definida como la ciencia del Estado.
La segunda interpretación esta sustentada en una noción teórica que simultáneamente surgió con la aparición misma del Estado: la soberanía. A través de esta idea se da por hecho que el Estado es la única entidad legítima que puede ostentar el poder. En consecuencia, se llega al extremo de sacralizar al poder estatal en detrimento de cualquier otro poder.
Por su parte, la primera definición de ciencia política, esto es, la que postula la unidad del poder, niega la soberanía del poder en el Estado y la sacralización del mismo. Defiende la idea de que si bien el poder estatal cuenta con una mayor organización estructural y con un mayor poder coercitivo, el poder también reside en otras instancias alejadas del poder institucional del Estado.
Ambas posturas podrían ser válidas según el tipo de estudio que los especialistas en ciencia política quieran emprender. No obstante, desde el punto de vista lógico, la primera definición le lleva ventaja a la segunda; en efecto, si partimos del razonamiento de aquélla, es decir, que existe una unidad del poder, tenemos la oportunidad de verificar su hipótesis de base. De esa manera, al estudiar comparativamente los distintos sectores de la sociedad, se podrá descubrir si la naturaleza del poder es la misma para todos los grupos o, por el contrario, existen diferencias de naturaleza entre el poder en el Estado y el de las otras instancias.
En cambio, en la segunda definición es imposible la verificación de su hipótesis, esto es, que el Estado es el poder único y soberano. Así, la imposibilidad de comparar el poder en el Estado con el de otras entidades sociales, impide la comprobación del postulado establecido a priori, por lo que nunca podremos saber si el poder estatal es realmente distinto o no al de otros sectores de la sociedad.
Es menester señalar que las instituciones políticas son aquellas que pertenecen a la esfera institucional del Estado. Tales como el Congreso de la Unión, la Suprema Corte de Justicia, los órganos del gobierno, entre otros, pero también quedan contempladas todas aquellas agrupaciones de poder que si bien están fuera de la órbita estatal, interfieren de manera relevante en el funcionamiento de las instituciones del Estado.
Ahora bien, la unidad del poder implica que el conocimiento de éste sea estudiado en los sindicatos, en las organizaciones sociales, en la familia, en los partidos políticos, entre otras instancias. No obstante, no se puede analizar todo a la vez por lo que es necesario fijar los límites de un nicho determinado de poder.Como ejemplo podemos citar a los ya referidos partidos políticos, los sindicatos, los grupos de presión, las agrupaciones religiosas y, en general, los grupos organizados de la sociedad civil.
Hoy en día, se ha acuñado el término Sociedad Civil Global para definir el:
...proceso global mediante el cual los individuos debaten, influyen y negocian un contrato o serie de contratos sociales con los centros de autoridad política y económica. Es decir, la sociedad civil global incluye todas aquellas organizaciones, formales e informales, a las que los ciudadanos pueden unirse y mediante las que los que toman decisiones pueden oir sus voces. (Kaldor, Mary, 2005, p. 108).
La sociedad civil es un producto específico de la democracia. No obstante, a diferencia de otras formas de organización, aquélla es la forma social más acabada resultante de la masificación de la democracia. El sistema de partidos, los sindicatos, los grupos de presión, entre otros, si bien son distintos al ámbito gubernamental, quedan incorporados dentro de la esfera estatal.
Es decir, la sociedad civil es un fenómeno que se despliega fuera de los entornos estatales y sus acciones tienen lugar en un área específica distinta a la del Estado y a la del sistema de partidos. Para definir su identidad, a continuación refiero las siguientes características de la sociedad civil:
La sociedad civil tiene diversas modalidades de intervención, que pueden ser mediante movimientos sociales, organizaciones civiles, agrupaciones ciudadanas de carácter coyuntural o permanentes. Entre sus objetivos principales, se cuentan: llevar demandas, generar proyectos, acciones de interlocución y la incidencia en la definición de las políticas públicas.
Dentro de sus avances y logros más importantes, la sociedad civil ha abierto espacios para debate; se ha convertido en una entidad con capacidad de convocatoria y de negociación con el gobierno; ha construido espacios de representación con grupos no identificados con partidos políticos; ha logrado una gran capacidad de incidencia en la opinión pública; ha coadyuvado en la conversión de temas privados a públicos y ha desarrollado políticas de comunicación con oficinas gubernamentales.
Finalmente, sus principales campos de acción son los relativos al desarrollo social (vivienda, salud, alimentación, entre otros); a los servicios públicos; a los asuntos del medio ambiente; a la atención de servicios sociales; a la atención de grupos específicos; al desarrollo económico y a la defensa de los derechos humanos.
[1] Este trabajo es una reflexión en torno a la política a partir de la lectura de dos textos clásicos, a saber: La política. Lógica y método en las ciencias sociales, (México, F.C.E. 1987, pp. 189-318) de Giovanni Sartori, e Instituciones Políticas y Derecho Constitucional (España, 1970, pp. 25-63)de Maurice Duverger.
[2] Es preciso señalar que diversos autores antiguos tales como Maquiavelo y otros, comenzaron a establecer la línea divisoria que separaba a la política de la filosofía; pero ese conocimiento no filosófico de la política, en el que se advierte que aquélla tiene sus propias leyes y sus propios instrumentos, en forma alguna marca el nacimiento de la ciencia política. (Sartori, 1987, p. 209-211)
BIBLIOGRAFÍA:
Duverger, Maurice. Instituciones Políticas y Derecho Constitucional. España, 1970.
Kaldor, Mary. La sociedad civil global. Una respuesta a la guerra. España, Tusquets Editores, 2005.
Lahera P. Eugenio. Política y políticas públicas (Serie Políticas Sociales:95)Santiago de Chile, Naciones Unidas CEPAL, 2004.
Lasswell, Harold D. et.al. El Estudio de las políticas públicas. México, Porrúa, 2000.
Manheim, Harol B. Análisis Político Empírico: métodos de investigación en ciencia política. Madrid, Alianza, 1988.
Sartori, Giovanni. La política. Lógica y método en las ciencias sociales, México, F.C.E., 1987.
*SEMBLANZA DEL AUTOR
Ricardo Rincón Huarota. (Ciudad de México, 7 de noviembre de 1963). Arqueólogo especializado en religión prehispánica. Escritor. Ganador del Premio Nacional de Ensayo sobre la Huaxteca (2016), con la obra Presencia de Tlazoltéotl-Ixcuina en la Huaxteca prehispánica, organizado por el Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes y la Secretaría de Cultura Federal. Ha sido investigador en el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Desde julio de 2016 forma parte de la Enciclopedia de la Literatura en México, auspiciada por la Secretaría de Cultura Federal. Autor de diversos artículos especializados entre los que se cuentan: Algunas reflexiones sobre la arqueología y la etnohistoria de Sonora (1992) y Estudio comparativo entre las garantías de seguridad jurídica actuales y la normatividad del Derecho azteca (UNAM-IIJ, 1993). De 1989 a 1994 fue colaborador y coordinador de diversas publicaciones del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, entre las que se cuentan: Nuestra Constitución (1991); Diccionario Histórico y Biográfico de la Revolución Mexicana (1991); Las mujeres en la Revolución Mexicana (Coordinador, 1992); Ricardo Flores Magón. Programa del Partido Liberal y Manifiesto a la Nación (1992). Entre 1998 y 2008 coordinó el Programa de Recorridos Turístico-Culturales de la Ciudad de México, del Gobierno del Distrito Federal. En 2009 incursionó como articulista en las revistas de gastronomía Soy Chef y elgourmet.com. En esta última fue autor de la Columna Bicentenario (2010), que abordó temas de gastronomía y su vinculación con la Independencia y la Revolución. Su cuento Calaveritas de azúcar fue uno de los ganadores del concurso “Escribe un cuento de terror”, convocado en 2012 por la editorial Random House y El mecanismo del miedo. En 2014 el jurado del Concurso “Cuentos de futbol”, lo seleccionó como uno de los ganadores con el relato corto de terror El campeón, antologado en el libro Cuéntame un gol. Cuentos de Futbol, (España, Verbum, 2014) presentado por el autor en mayo de 2014 en Madrid. Dicha antología fue presentada el 5 de diciembre de 2014, en el marco de la FIL de Guadalajara. A finales de 2014, el relato Agua salada y tierra de panteón fue publicado en la antología Necrópolia. Horror en Día de Muertos (Ed. independiente). Su interés por el patrimonio cultural de la Ciudad de México y la literatura fantástica, lo motivó a escribir Dieciséis Fantasmas. Cuentos de terror de las 16 Delegaciones del Distrito Federal, coedición entre Rosa María Porrúa Ediciones (México, 2015) y Editorial Verbum (España, 2015) Dicho libro fue presentado en el marco de la FIL del Zócalo en octubre de 2015 y en la FIL Guadalajara en diciembre de ese mismo año. En noviembre de 2015, fue uno de los miembros del Jurado del concurso internacional de relato de terror “Cuentos de Fantasmas”, convocado por la Editorial Verbum, y que dio como resultado la antología Palabras en la Niebla. 20 cuentos de fantasmas. (España, Verbum, 2016). En octubre de 2016 presentó Presencia de Tlazoltéotl Ixcuina en la Huaxteca prehispánica, obra ganadora del Premio Nacional de Ensayo sobre la Huaxteca, en el marco de la FIL del Zócalo, y en diciembre del mismo año la citada obra se presentó en la FIL Guadalajara. Actualmente colabora en el periódico virtual GLOBEDIA.