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El hombre apareció de pronto, y solo se le escuchaba balbusear algunas palabras que nadie entendía, solo una pistola en su mano, amenazante y tan determinante que parecía decirlo todo, se trataba de un robo violento
En un instante nada más tu vida puede cambiar, alguién irrumpe en ella cómo una desgracia que nunca previste, reía a carcajadas hace tan solo un momento y disfrutaba el recreo que te suele dar la vida en un "de ves en cuando" junto a uno de mis hijos y un primo.
El se hizo presente sin que nadie lo invitara, tal ves atraído por el automóvil moderno en que nos conducíamos, habría sentido olor a dinero y algo más, sin siquiera imaginar lo pobre que estábamos en ese día. Lo primero que pensamos fue que él quería robar el auto, estaba solo pero era muy violento, lo miré a los ojos sin resistirme, pero lo miré fuerte, él también, había sido cómo si los aceros de nuestros temperamentos se cruzaran, él se puso más violento aún, o quizá temió, no lo se.
Solo se que tomó su arma y me apuntó al medio del pecho, en ese instante creo que intervino Dios, pues él, gatilló, sentí el clic del arma o algo así, y de pronto creí que nada nos podía suceder, pues la bala no salió.
Lo que viene después es para otro capitulo, otra historia, otra vida, pues a mi hijo le apuntó a la cabeza y la bala si salió, la vida se me fue por un momento, lo ví allí tirado entre las butacas del automóvil, el delincuente se fue, mi alma parecía derrumbarse, mi hijo yacía allí, la fuerza y el coraje me alcanzó, pues quise levantar su cuerpo muerto y la sorpresa para mi fue que mi hijo estaba vivo.
Algo milagroso ocurrió, cómo si Dios hubiera puesto su dedo allí, la bala de una pistola 9 mm o 45, no lo sé, pero se rompió en pedazos, parte quedó alojada en su cerebro, desde donde nunca más saldrá, y parte de las esquirlas fueron limpiadas por los médicos neurocirujanos que lo operaron.
¿Porqué a mi?, no lo sé, ¿porqué Dios?, tampoco lo sé, solo sé que a la semana del hecho; mi hijo estaba dado de alta en su casa reabilitandosé, sin perder absolutamente nada, ni su inteligencia, ni su movilidad, ni sus capacidades, solo el oído izquierdo, pero con la ayuda de un audífono, hoy puede oír el 80 por ciento con ese oído.
Hubo que realizar un poco de reabilitación, tubo que volver a leer, escribir, usar por momentos anteojos para descansar la vista, pero él, hoy: practica deportes, realiza tareas complejas, maneja su automóvil, y vive una vida completamente normál, además de ser padre de un hermoso varón.
¿Porque la vida nos pone en esos embates? No lo sé, Dios fue bueno, cualquiera podrá buscarle cualquier otra explicación, dirán: quizá el arma estaba muy cerca y la bala no tubo suficiente recorrido, es verdad, estaba pegada a la cabeza. Dirán: el hueso del oído es el hueso más duro del cuerpo y por eso rompió la bala, es verdad, es verdad, la bala pegó en él. Podrán decir muchas cosas, la única verdad para mi, es que Dios estuvo allí.