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Inusual experiencia de una palermitana. En el barrio de Palermo funda un grupo de amigos/as tipo comunidad. El único requisito para la membresía es tener más de treinta
Podemos acordar con el tango que reza: 20 años no es nada. Pero los que pasamos los veinte, sabemos que los que nos restan tienen mucho que decir. Y van sumando. No es lo mismo hablar de miedos y soledades, sin menospreciar ninguna experiencia ni ningún sentimiento, en la veintena como en la cuarentena. No es lo mismo el amor, el enamoramiento, a los 20 que pasados los veinte. No es lo mismo la terapia cuando uno es chico que cuando uno comienza a crecer y a madurar. De todo eso estamos tratando de hablar los de más de treinta. Tratando de ponerle palabras a los silencios. Primero a los tropezones intentamos un diálogo franco que incluye el paisaje variopinto de lo que nos toca vivir, de lo que elegimos vivir, o de lo que acordamos vivir, quizás detalles más, detalles menos, son comunes y universales. inherentes al ser humano. Así que de un ser humano a otro, bienvenido. Es lindo reirnos todos y salpicar buenas ondas y es bueno llorar de vez en cuando y tener alguien que nos preste un hombro. Para eso sirve el diálogo. Para compartir, para sentir y para poder decir: pucha que vale la pena estar vivo.
Inusual experiencia de una palermitana. En el barrio de Palermo funda un grupo de amigos/as tipo comunidad. El único requisito para la membresía es tener más de treinta